Y entonces, como en una película de terror, cuando el castrismo envenenó todos los espacios dentro de Cuba, cuando terminó de corromper el alma de los cubanos, cuando dividió hasta lo indivisible, cuando arrasó con las tradiciones culturales de toda una nación, exportó, “a otras tierras del mundo”, como producción insigne del socialismo, de la revolución castro-comunista, del partido y de fidel, la chabacanería, la chusmería, la intolerancia, el desprecio, la chivatería, el odio, la traición, la jerigonza política, los chupameaos, la desidia, el adoctrinamiento y la desunión entre los cubanos.
Y es que en materia de sufrimiento los cubanos estamos tan sobrados que nos cuesta mucho, pero muchísimo trabajo, ponernos de acuerdo a la hora de “calcular” el tamaño de la tremenda mariconada que nos tocó vivir con ese invento de revolución social de fidel castro, llegar a un consenso sobre el sabor de “a verdura” del picadillo revolucionario y, si en la vida real, el general sin batallas, y con demasiadas estrellas para mi gusto, es cherna, es pato o sabe dónde queda la laguna.
Yo siempre he dicho que la dictadura castrista fue exitosísima en saber dividir a los cubanos, ya sea en Cuba o en cualquier parte del mundo, a unos les taladró el cerebro con el puñetero socialismo o muerte, a otros les pintorreteó el alma con el asquerosísimo yo soy fidel y a quienes nos salvamos de tanto “embarre” nos mantuvo como chivos expiatorios para culparnos de todo el desastre que solo ellos crearon y multiplicaron.
Dice mi amiga la cínica, refiriéndose a este tema, que el cubano, adoctrinado hasta el tuétano por la ideología de ese comunismo inventado por los castro, llegó a anteponer el miedo, el pánico y la cobardía política a su propia capacidad de existencia, a su individualismo y al derecho que tienen todos los seres humanos a expresarse libremente sin ser cuestionados, enjuiciados o reprimidos por no estar de acuerdo con el “pensamiento dominante”.
La revolución del picadillo se hizo fuerte justamente de la diabólica capacidad que desarrolló para fragmentar y dividir a la sociedad cubana, polarizó la vida en Cuba de tal manera que quienes no enarbolen el discurso represivo, guapetón, eufórico, sindicalista, retórico, reiterativo e inocuo de los comunistas es considerado enemigo de la patria cubana al que hay que exterminar, desaparecer y dejarle caer todo el peso de la “justicia revolucionaria”.
Es cierto que aun hoy, después de 60 años de fracasos reiterados por parte de ese régimen champolero, muchos cubanos, por diferentes motivos, continúan apoyando el desastre que significa que una familia, un falso modelo económico, una estructura social represiva y una hecatombe antropológica como es el castrismo, se mantengan en el poder esparciendo miseria y muerte sobre un país que se ha convertido en vergüenza universal y en un mal ejemplo de a qué se puede llegar cuando la ineficiencia, la mediocridad y la estupidez humana campean por su respeto “construyendo el socialismo”.
Así no hay quien viva, así no se puede si quiera llegar a un entendimiento nacional sobre qué es lo que realmente necesitamos los cubanos. La fajazón y la jaladera que tenemos es tan grande que nunca nos vamos a dar cuenta que lo que primero necesitamos, antes de querer ser libres, mártires o esclavos eternos del castrismo, es aprender a respetar, aprender sobre el respeto, ser respetuosos porque solo respetando la idea ajena lograremos que la nuestra sea escuchada, valorada y, si está bien fundamentada, prevalezca como luz y no como sombra.
El castrismo lleva 60 años desuniendo, separando, enfrentando y enchuchando a cubanos contra cubanos porque ese es su juego de supervivencia. En la bronca existencial que “une” a todos los cubanos alrededor del concepto LIBERTAD, esta plaga de ratas insaciables encuentra su fuerza para prolongar su permanencia en el poder, hacer prevalecer las ideas de sus teóricos de café sin leche y tenernos a nosotros en una riña sin fin ya sea en la cola del “pan caliente”, en la de las almohadillas sanitarias o en la del que ríe ultimo ríe mejor.
La unidad que necesita la Patria para limpiar su cuerpo y su alma de tanta vida miserable es imposible, irrealizable, impensable y nos llevaría a perder un tiempo que no tenemos. Los cubanos tenemos que aprender a encontrar en nuestra diversidad de pensamiento, en nuestra maravillosa capacidad para sentenciar al castrismo, el camino para enfrentarnos a esa bestia, derrotarla y hacer desaparecer a todos sus seguidores que son, en definitiva, la razón fundamental de este antipatriótico odio que existe entre tú y yo.
Ricardo Santiago.
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Estimado José Collantes:
Para aquello hizo falta un José Martí. Hoy no lo tenemos, pero nos dejo su ejemplo y sus enseñanzas.
Intentemos seguir esas enseñanzas, verá como nos encontraremos siguiendo su ejemplo y como, sin darnos cuenta, estaremos dentro de esa «unidad».
La «unidad» solo existió en los cubanos cuando luchaban en contra del Colonialismo español, la actual es un eufemismo como lo reseña el autor en este excelente resumen, el castro-comunismo supo dividirnos, separarnos y desconfiar hasta de nuestra propia sombra.
Ya usted lo dijo: un sueño. Para tirar la primera piedra no hace falta unidad, sino valor. Luego por contagio la gente se une.