Yo siempre digo que un hombre, una mujer, un anciano o un niño con hambre son ejemplos de extrema violencia.
Pero bien, en Cuba la violencia va más allá, mucho más allá, de los golpes, las patadas, las mordidas, los jalones de pelo, los gritos ofensivos, los arañazos, el adulterio público, las mangueras sin agua, las mentadas de madre, la cola del pan, el transporte urbano, el grillito en la ventana, las broncas tumultuarias, las puñaladas, los asesinatos, los asaltos, guiñarle un ojo a la mujer del vecino y no tomar café.
La dictadura castrista convirtió al pueblo cubano en un país violento, generalizó la guapería política como una regla de urbanidad e hizo convivir a los cubanos, día y noche, con la propaganda más agresiva del socialismo, generando en nosotros una mentalidad belicosa por lo que queremos “matar” a todo aquel que no esté dentro de la línea de la revolución, del partido, de fidel o la “mía”.
Desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 el castrismo se encargó de revertir la nobleza, la educación cívica y la decencia del cubano para dar paso a una bravuconería, a una soberbia y a una intolerancia que, según fidel castro, eran los ingredientes que necesitaba su maldita revolución pa’ que hombres y mujeres cavaran trincheras, cortaran caña, marcharan como condena’os, lo siguieran en todas sus estupideces y odiaran al imperialismo: “mucho odio y mucha rabia compañeros que esos degenerados van a ser los culpables de nuestra desgracia por los próximos 60 años”.
El cubano se dejó quitar el traje bien cortado para que le encasquetaran el uniforme de miliciano, cambió el aire acondicionado por el resistero del sol, las comodidades del capitalismo por las penurias del socialismo, el café por el chícharo, al hombre hecho y derecho por un invento de “hombre nuevo” y ahí mismo, ahí mismitico, se nos jodíó la Patria y nos fuimos todos como nación derechito pa’ casa del carajo.
Al final el “hombre nuevo”, es decir, el machetero vanguardia, el militante comunista, el cederista espabila’o, la federada Martina o el camilito quinceañero, se transformaron en animales salvajes, vulgares, mal vestidos, chabacanos, mal educados, groseros y para nada revolucionarios, todo lo contrario, protagonizaron una involución en la sociedad cubana alimentada por la profunda crisis económica y moral generada, única y exclusivamente, por el castro-comunismo con su infinita improductividad, represión a las libertades individuales, el “asesinato de una nación”, el totalitarismo más asfixiante y una tiranía familiar que traspasa a su antojo el poder “del pueblo” sin que ese mismo pueblo pueda decidir entre “pito o flauta”.
La violencia ejercida por los castro contra el pueblo de Cuba ha impregnado el alma de las últimas generaciones de cubanos en un proceso lastimosamente irreversible, indetenible y castrante.
Ahora bien, esto de los golpes, las patadas y la agresividad que manifiestan nuestros jóvenes en las calles es también consecuencia directa del ejemplo que da un “gobierno” cuando reprime con métodos muy violentos las manifestaciones pacificas de los opositores, cuando golpea indiscriminadamente a mujeres, madres y esposas que piden libertad para sus presos políticos, cuando calumnia soberbiamente a quienes disienten de su política, cuando encarcela injustamente y con juicios amañados a quienes les resultan incómodos, cuando, en fin, cuando hace lo que le da la gana con total impunidad porque son los dueños y señores de los “caballitos”.
Las marchas combatientes por cualquier idiotez, los mítines de repudio, la chivatería ciudadana, el odio entre cubanos, la envidia, los ejercicios de fuerza, las faltas de libertades espirituales y todos los métodos de control ejercidos desde la nomenclatura castrista son actos violentos, son manifestaciones de tiranos que se van de vientre ante la posibilidad de que el pueblo se les revele, se les tire pa’ la calle y los elimine para siempre con algo tan sencillo como la desobediencia civil colectiva.
La violencia en Cuba tiene que ver también con una delincuencia que ha ido en aumento en los últimos años. La gente roba lo que puede y delinquir se ha convertido, desgraciadamente, en un modo de vida. No es justificable, bajo ningún concepto, pero las causas de esas ilegalidades se deben al estado tan deplorable en que el castrismo ha sumido a la sociedad cubana en lo físico y en lo moral.
Desgraciadamente Cuba dejó de ser un remanso de paz para convertirse en un infierno. Las “regulaciones” dictatoriales junto a un pueblo que alucina todos los días ante la mortal disyuntiva de: ¿Qué voy a comer hoy?, han provocado que sus ciudadanos pierdan todo rasgo de civismo y vivan en un campo de batalla muy violento donde sobrevivir es la palabra de orden.
Ricardo Santiago.
Muy Bueno tu escrito, ha sido mucho el abuso, son muy guapos en grupo pero cuando estan solos se les aflojan las piernas, han hecho y deshecho a su antojo, los que golpean y acosan a mujeres que lo único que hacen es asistir a misa y pedir la liberacion de sus familiares y todo el pueblo de Cuba de una manera pacífica, es lo mas bajo que pueda haber
La violencia, herencia directa de un castrismo que requiere de esbirros, sicarios, chivatos y verdugos para seguir torturando un país hasta el peor de los límites.
No hay un escenario donde no predomine esa guaperia, basada en el lenguaje vulgar, grosero y ordinario, cuyos matices sustituyen la cordura y la elegancia de los cubanos.
El hambre, la pobreza se alojaron en el cerebro y marchando bajo el sol y las consignas se dejaron marcar por el » hombre nuevo «, sacado de las tiras del realismo socialista.
Un viaje muy largo emprendieron los cubanos y ya con 60 años de experiencia protagonizan ese retroceso, decadencia y ocaso que los sitúa en el eslabón más inferior de una cadena en declive.
Es hora de despertar, de sacar a flote esa violencia aprendida en función de la Libertad y la Justicia. Un mañana será posible siempre que se recuperen las diferencias que rubrican y personalizan los cubanos.