Las “batallas” de Alexander Otaola…

Alexander Otaola tiene, entre otras muchas cosas, la espantosa habilidad castrista de transformar sus derrotas, sus frecuentes, escandalosas y vergonzosas derrotas, en un algo muy extraño, muy falso y muy productivo que, quisiera él, nosotros nos traguemos como sus triunfos, como sus logros o como su gloria, tal como hacía, en cada una de sus presentaciones públicas, en cada una de sus larguísimas peroratas multitudinarias, el cambolo de Santa Ifigenia.

Pero Alexander Otaola, desgraciadamente, ha ido mucho más allá, ha traspasado los límites de la paciencia cubana pretendiendo, tanto él como sus más empedernidos y entusiastas defensores, presentarse como el “opositor” que más daño le causa a esa criminal dictadura castro-comunista, en el disidente más frontal de todos los enemigos de esa revolución de los apagones y en el único luchador anti-castrista que tiene un “discurso” verdaderamente crítico, positivamente acusador y el más “oportuno” de cuantos, por muchos años ya, llevamos denunciando la situación, la terrible vida que tienen que morir nuestros compatriotas en Cuba, arriesgando, en muchos casos, hasta la propia vida, el alma o la mismísima libertad física.

Porque, y es la imagen que pretenden vendernos o que intentan imponernos muchos de sus entusiasmados fieles y difuntos, Alexander Otaola se quiere establecer en algo así como un abanderado de la independencia de Cuba cuando muchos, yo diría que muchísimos, antes y después de él, con actitudes más honestas, más enérgicas y más cubanas que él, hacen o hicieron su aporte valeroso a una causa que tiene que tenernos a todos, a absolutamente a todos los seres cubanos, de protagonistas, de actores, de ejecutores de primera línea y no de espectadores, de mirones o de simples seguidores contemplativos, en las redes sociales, de este o de cualquier otro capitán cebollita.

Dice mi amiga la cínica que la lucha contra esa tiranía castro-comunista es un deber, es responsabilidad de todos y que ya, a estas alturas del partido, tras más de sesenta y cinco larguísimos años de infame existencia revolucionaria, tras tanta oscuridad, tanta miseria y tanta hambre, una obligación de todo ser humano, o cubano, que diga amar la libertad, que diga defender el legado de nuestros próceres y que diga querer una Cuba próspera, inclusiva, de buenos sentimientos y valores, de abundancia material y espiritual, de constante progreso y desarrollo y donde todos los cubanos, absolutamente todos los seres cubanos, tengamos los mismos deberes y los mismos derechos ante Dios, ante las leyes y ante la Constitución de la República.

Yo estoy convencido que Alexander Otaola responde a un guión ideado por alguien que no quiere en verdad la libertad de los cubanos ni la prosperidad de Cuba porque, de suceder ambas cosas, de qué vivirían ellos, así de simple. Y este sentimiento me viene porque cómo un tipo, que según él logra conquistar tantas visualizaciones, a tantos adeptos y vidiotizar a tantos seguidores con sus programas en las redes sociales, no utiliza su “fuerza” para generar actitudes más conciliadoras entre nosotros, para respetar el sacrificio, grande o pequeño, que hacen otros, para ser más humilde en su proyección, para “iluminarnos” el camino, para entender la diversidad de criterios, para aceptar la validez de la lucha de cada cual y para no convertir el tema de la libertad de Cuba en un campo de batalla o en una asamblea de la emulación socialista para demostrar quién tiene más méritos, quién hizo más en Cuba, quién genera más dinero con sus programas de Youtube o quién tiene los huevos más grandes.

Y a lo que voy, a lo que quiero referirme, es que, realmente, si somos críticos y auto-críticos, compañeros chequendengues, por favor levanten la mano para dar su opinión sincera, no hablen todos a la vez que esto no es un gallinero comunista, Alexander Otaola no es un triunfador, no es ese otro líder “invencible”, al más puro estilo castrista, que quieren imponernos sus fieles difuntos, digo, su leal u oportunista fanaticada, no es un tipo que sale victorioso de las “batallas” que decide enfrentar pues este personaje, y lo podemos comprobar fácilmente, ha perdido, bochornosamente, todo lo que ha decidido impulsar desde su rancho calientico y cómodo, desde la incitación diaria a que todos los cubanos nos tiremos a la calle convirtiéndonos en presos políticos o en mártires, desde los “parones” de cero envió de cualquier cosa hacia Cuba, desde sus demandas contra otros cubanos y desde los no viajes a la isla, hasta su calamitosa incursión en candidaturas a puestos de la administración pública del Condado Miami Dade.

Tenemos que revisarnos cubanos, no todo lo que brilla es oro y mucho menos si lo cagó el castro-comunismo.

Ricardo Santiago.

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