Las castro-clarias de fidel, la comparsa más dañina que arrolla las calles de Cuba.



Si hay algo que define bien a los castristas es la excesiva vocación que tienen para las amenazas, las ofensas, las faltas de respeto, la agresividad de pecera y la intolerancia.
Esos sujetos no aguantan una verdad y, al final, los entiendo porque no existe nada peor en este mundo que tener que meterse la lengua en el c… cuando no se tienen argumentos para rebatir lo que está absolutamente demostrado.
A mí me tiran con todo, se “lucen” de verdad. No les queda ni una sola mala palabra, mención a mi progenitora, calificativos referentes a mi sexualidad, análisis de mi carácter como ser cubano, cuestionamientos de mis principios morales, deseos macabros augurando mi final y todo porque, sencilla e “ingenuamente”, los llamo las castro-clarias militantes de la revolución del picadillo.
Porque, a decir verdad, una castro-claria tiene esa particularidad, para “defender” sus mentiras ofende sin siquiera conocer a su interlocutor. No le importa si todo cuanto dice es falso, calumnioso, infame o inventado, su objetivo esencial es parecer agresiva e irritada aun cuando todo el mundo sabe que mienten, que tergiversan la realidad, que no pueden quitarse el cartelito de ridículos, que eso que me hiciste mami me dolió, que son 60 larguísimos años con la cantaleta y ya la gente está repugnada del mismo discursito chovinista y son millones quienes los miran con desprecio, espanto e incredulidad.
La actitud de esos sujetos es la consecuencia de ser formados en un sistema, o mejor dicho, en una dictadura que sólo ha promovido, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, la chusmeria, la vulgaridad, la calumnia, la desfachatez, el oprobio, la jerigonza, el abracadabra, el noni, la masa cárnica, el eslabón perdido, la falta de respeto y la confiancita, sin querer entender que la mayor virtud de los hombres es el trato diáfano, respetuoso, transparente y decente aun cuando se esté en desacuerdo con uno o todos los temas.
Pero, es natural, fidel castro, el gran “arquitecto” de la revolución del picadillo, desde que le agarró el gusto a hablar en público, maldita la hora, no hizo otra cosa que atacar y denigrar a todas las personas que no estuvieran con él. Yo siempre creí que era una morbosa esquizofrenia que padecía el difunto en jefe pues siempre dio la impresión de que sentía placer y se excitaba al ofender y humillar a los demás.
Las diatribas del castro-menguado contra sus adversarios, disidentes, oponentes o simplemente contra quienes lo contradecían en algún tema, eran bien agresivas, soeces, insultantes, vulgares, discriminatorias y tenían la única finalidad de destruir a sus víctimas y, más que todo, resaltar su bravuconería barata para sentirse el puto amo de la vida, la muerte y la moringa en nuestra amada Patria.
Lo peor de todo es la cantidad de cubanos que aplaudíamos esas ofensas sin pensar en el terrible daño que le estábamos encajando a nuestro país, a nuestra historia y a nuestra idiosincrasia como nación.
Y es por eso que sus “seguidores” son como son. Chabacanos, sin cerebro, incapaces de hilvanar un discurso coherente, meticulosamente adoctrinados para “el combate” y con un sentimiento de invulnerabilidad que los lleva a repetir las más grandes estupideces, los más locos desatinos y a agredir libremente pensando que la justicia, la de verdad, nunca les va a llegar.
Esos sujetos han desvirtuado tanto la verdad que siempre intentan hacer creer que todo señalamiento, critica, comentario u opinión sobre el castrismo y su dictadura es una agresión contra Cuba y los cubanos cuando una no tiene nada que ver con la otra.
Las castro-clarias, defensoras a ultranza de la miseria provocada por el régimen castrista, quieren hacerle creer al mundo que la actitud de quienes combatimos a ese régimen es un ataque contra nuestro país cuando no hay nada más lejos de la verdad, por eso es necesario que esta idea quede bien clara, clarita, pues los castro, sus esbirros y sus imitadores no son Cuba y mucho, pero muchísimo menos, el pueblo cubano.
Nada ni nadie hará entrar en razón a una castro-claria, de ahí que la mejor “caña de pescar” para erradicarlas sea ignorarlas, dejarlas que se atraganten con sus insultos y su rabia fidelista pues esa especie, altamente venenosa, se irá exterminando solita ahogada en llantos, digo, en su propio estiércol, pues ante cualquier “logro” que “expongan” de esa porquería de revolución nosotros contrapondremos una imagen, una sola basta, de la destrucción que han provocado en Cuba entera.
Ricardo Santiago.



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