Las demandas por “difamación”, la nueva era de la mediocridad cubana.

Ahora sí los cubanos estamos de vuelta y media, estamos como agua pa’ chocolate amargo sin siquiera una gotica de azúcar prieta, nos esforzamos en superar con creces nuestra propia mediocridad nacional y nos regodeamos en lo trivial, con superlativa abundancia, como si a este mundo, de por sí bastante convulsionado y estropeado por la superficialidad, por lo trivial y por lo vulgar, no le bastara y, nosotros, como el “centro del universo”, le tenemos que aportar nuestro granito de arena cubano para hacerlo más tonto, más anormal y más barriobajero.

En eso, desgraciadamente, y en mi modesta opinión, hemos caído, hemos profundizado y nos hemos especializado desde que, en las redes sociales, vejar al prójimo, ofender a nuestros paisanos, denigrar a nuestros semejantes e injuriar, con mentiras y/o “verdades” a los demás, se ha convertido en un “negocio” lucrativo pues el chisme, el brete y las faltas de respeto, han devenido en la nueva industria que incentiva el morbo, que exacerba la lujuria y que nos ayuda a disparar nuestra adrenalina entretenida.

Y lo peor es que toda esta retórica del apetito venéreo, es decir, de la supuesta justicia hacia mi moral, hacia mi prestigio y hacia mi persona, es tomada por algunos, los más mediocres por cierto, como un deporte, como una gracia, como un juego baboso donde lo importante no es “ganar” y sí aparecer en público como un “guerrero” invencible que mete miedo con solo invocar a los “justicieros” de la ley.

Es que tal parece que nosotros los cubanos sucumbimos a un letargo eterno, a una modorra enfurecida que nos atacó el 1 de Enero de 1959 y que no nos ha soltado por más de sesenta y cinco larguísimos años. Somos, perdón, nos hemos convertido en el ejemplo perfecto de un pueblo al que es muy fácil distorsionarle los objetivos sagrados con pan y circo, con espectáculos de moda que no dicen nada y sí exaltan la banalidad, las groserías y la mala educación pues del socialismo de alcantarillas, de esa maldita revolución de los apagones de setenta y dos horas, de fidel castro y de la batalla por el sexto grado, aprendimos y aprehendimos el veneno de las especies, la brutalidad de las emociones y las agresiones gratuitas, festinadas e intempestivas, contra ti y contra todos los que están aquí.

Es triste pero es verdad, nosotros los seres cubanos, los nacidos o educados bajo el principio de que ser revolucionarios y comunistas es alcanzar el escalón más alto de la humanidad, estamos, aun cuando logramos largarnos de aquel maldito infierno, demasiado penetrados, es decir, tenemos contaminados el tuétano y la médula espinal con las doctrinas de un régimen que, si usted lo analiza bien, solo promueve en el individuo la estupidez, la malsanidad, la envidia, la babosería y el odio a quien no coincida con todas, con absolutamente todas mis ideas, pues el tipo es un desafecto, un opositor, una “putica” del malecón o un mierda.

Es ahí, en este punto de la discordia humana y cubana, donde nos lanzamos a ofender, donde preferimos deshonrar a nuestros “adversarios” antes que razonar, antes que aceptar que no todos tenemos porqué pensar de la misma manera, coincidir en los mismos puntos y ver la vida parejita pa’ to’l mundo color rosa, color verde, color amarillo o colora’o.

Y es esta intolerancia la que nos lleva a esta desgracia compulsiva en la que estamos viviendo, la que nos pone en la mira de las personas decentes pues nosotros mismos nos descubrimos como seres humanos y cubanos que no razonan, que no analizan y que tienen una profunda vocación por ofender, por denigrar y por avergonzar hasta a la madre que me parió.

Yo insisto en que el castro-comunismo es lo peor que nos ha pasado a los cubanos en toda nuestra historia como isla flotante en el mar, es la execración más virulenta que puede atacar a una persona, o grupo de ellas, pues descontrola sus instintos, pudre su conciencia y nos envenena el juicio al punto de proferir insultos hacia terceros, inventar “verdades” para disminuir a otros e intentar hacernos creer que mentir para salvarnos es una simple acción que no tiene consecuencias.

Pero, desgraciadamente, estoy seguro que esta guerrita de las “demandas” continuará escalando posiciones pues a los protagonistas, de tamaña vergüenza, no les interesa razonar sobre la base de la cubanía, de la verdadera cubanía, y sí demostrar quién es el más fuerte, quién gana más dinero y quién tiene al mejor “justiciero de la justicia” con bombín y con bastón.

Ricardo Santiago.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »