De puro milagro fidel castro no ordenó que a su muerte lo embalsamaran y construyeran en la zona de Birán, bien camuflada entre las matas de guao y las enredaderas de flor de peo, una pirámide al estilo de las de Keops, Kefrén o Micerino para que su cuerpo y su alma “descansaran en paz”, por los siglos de los siglos, escondidos entre laberintos, pasadizos, trampas para pendencieros, el hechizo de la momia y, sobre todo, a buen cubierto de quienes, por todo el daño que le causó a Cuba, a los cubanos y a una buena parte del mundo, lo quieren arrastrar, humillar, mearle encima o bailarle sobre sus podridos “recuerdos” la rumba de Papá Montero.
Pero no, según la “nota oficial” leída por su polichinela hermano, por su insulso “brother”, el fulano eligió, o le eligieron, el fuego “purificador” para intentar limpiar esa mezquina vida repleta de virulentos disparates, atropellos, meteduras de pata, monólogos de ordeno y mando, márchame una pizza napolitana y dos refresquitos de esencia, injusticias y excentricidades. Aunque, según he leído, algunos entendidos dicen que esas llamas “calurosas” no fueron más que una premonición del lugar a donde el tipo iría a parar por todas las atrocidades que cometió.
Me pregunta mi amiga la cínica cuánto costaron las exequias fúnebres del Genocida de Birán, porque eso de pasear por todo el país el carromato militar con aquella cajita ridícula, los “honores” militares y el pueblo a todo lo largo y ancho de una carretera repleta de baches, “lloriqueando” porque ese sol no hay quien lo aguante, perdón…, por la “pérdida de nuestro amado líder”, sin trabajar ni producir para la economía del país, debió costarle al erario público nacional sus buenos milloncitos.
Pero bien, a fidel castro debemos y tenemos que “enterrarlo” todos los días, a toda hora y todos los segundos de nuestro tiempo. No importa que el muy degenerado este muerto, achicharrado y “cambolizado” en esa piedra abominable, fea y burlesca que sirve de “santísima-zurda” peregrinación a cuanto mentecato existe en este extraño mundo de proletarios uníos pero con los dólares constantes y sonantes en sus bolsillos pa’ no perder la marchita y el gustico por el desodorante de spray.
Lo cierto es que en torno a la existencia del mayor hijo de puta de la historia de Cuba se han tejido tantos rumores que, hoy por hoy, hasta existe el sádico cuchicheo de que el fulano sigue vivo y lo tienen recluido, a base de agua hervida, puré y compota, en una Quinta en Italia propiedad de la familia Castro-Espín.
Verdad o mentira, a estas alturas de la vida, después que los cubanos hemos sido testigos del tamaño secretismo, la doble moral y las mentiras en torno a la vida de esa pérfida rata, no debe sorprendernos nada, absolutamente nada, que provenga de esa manipuladora dictadura en cuanto al “invencible” se refiere.
Dice también mi amiga la cínica que ella cree que esto puede ser posible porque el tipo se puso tan feo y hablaba tanta mierda en público que a la élite del castrismo no le quedó más remedio que ocultarlo y fingir su muerte para que el pueblo cubano, y el mundo entero, no se burlaran del “Matarratas de Birán”, lo desprestigiaran o, lo que es peor, le cogieran asco.
Y yo, hablando como los locos, le hago esta inocente pregunta al castrismo: ¿Cuál será el verdadero destino que sufrirá el Cambolo de Santa Ifigenia cuando una verdadera democracia se instaure en Cuba?
Lo cierto es que fidel castro entró en La Habana, el 8 de Enero de 1959, con una metralleta de mentiras en una mano, un cuchillo para degollar en la otra, el Manifiesto Comunista en un bolsillo y gritándole a todos los cubanos, a voz en cuello, “quiti moni, bájate los pantalones…”.
El problema mayor fue que muy pocos se dieron cuenta, poquísimos, pues una de las primeras acciones de la “revolución triunfante” fue desatar una cacería de brujas contra todo aquel que le hiciera sombra a la hiena en jefe o a quienes formaban su camada más cercana.
fidel castro en realidad entró en La Habana, en aquella fatídica fecha, asesinando, traicionando, manipulando y esparciendo por toda nuestra Patria una muerte silenciosa, tapiñada, camuflada y disfrazada de una revolución social que decía encabezar y que le devolvería a Cuba la democracia, la Constitución de 1940 y el volver a ser un Estado de derechos.
Yo siempre he dicho que esta fue la primera muerte de fidel castro. El tipo empezó a morirse desde el primer día en que se erigió, él solito, Faraón de los Potreros de Birán contando con que sus mentiras nunca iban a ser descubiertas…
Continuará…
Ricardo Santiago.