Los castristas cubanos: Los diablos “inocentes” del infierno socialista.



A los castristas les gusta hacerse las víctimas, los “atacados” espirituales, los “David” sin Goliat, los michi-michi, los muertos de hambre para ver el entierro que les hacen, los gaticas de María Ramos para que no les den el helado derretido, la mala con el “sagrado” picadillo “enriquecido”, que en la guagua de la “actividad” no les toque sentarse en la “cocina” y que el último la peste pa’ no tener que comérsela en carretillas y en carretones, una verdadera obsesión.
Para el castrismo todos los males de este mundo cruel son provocados por el capitalismo salvaje y feroz, específicamente por el norteamericano. Según estos “pensadores” del agua embotellada las miserias en nuestros países son consecuencia directa del consumismo, la excesiva opulencia del mundo desarrollado, los “fast food” y yo pregunto: ¿Qué carajo tienen que ver los derrumbes en Centro Habana con el pan con bistec?
Al menos eso es lo que siempre nos han hecho creer. Nos han obligado a tragar esa píldora, esa maldita pastillita venenosa envuelta en celofanes de muchos colores y acompañadas de himnos y canciones arengosas como si nosotros fuéramos unos “putos” comemierdas.
Los castristas están acostumbrados a creer que el pueblo cubano es de ellos, y es natural, porque desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 estuvieron oyendo a la “Efigie” de Birán, al Faraón del Caribe, a Cujo, Cujo Cujo ¡qué clase de tos tengo!, decir y recontradecir que “nuestro” pueblo esto, o “nuestro” pueblo esto otro, o “nuestro” pueblo es invencible, o “nuestro” pueblo vencerá, o “nuestro” pueblo pa’qui o “nuestro” pueblo pa’lla. Así mismo como les digo, sonando igualitico que cualquier conguita carnavalera.
Porque la realidad más real es que el castrismo nunca ha querido entender que el pueblo no tiene dueño y que ellos no son más que una banda de terroristas, golpistas, dictadores, criminales y gusanos vendepatrias que se adueñaron del poder mediante la fuerza y que por casi 60 años se han comportado como vulgares delincuentes.
Quiero dejar bien claro, “clarito y sin miedo”, que todo lo que hizo fidel castro, raúl castro y los “otros”, durante estos interminables años, constituyen un acto de absoluta ilegalidad porque esos corruptos pandilleros no fueron elegidos democráticamente por el pueblo cubano, ni por nadie, salvo por ellos mismos.
El caso es que los adeptos a esa maquiavélica forma de escaso pensamiento y pérfida acción, sí, porque al final de esta horrible historia la ideología castrista tiene más de crueldad física que de ideas, han convertido a Cuba y a los cubanos en sendos productos utilizables y descartables que manipulan con fines propios y, cuando nos han exprimido, machacado, estirado y apretado como les da su real gana, nos desechan y nos dejan a la buena de Dios suplicándole una ayuda, una cristiana ayudita por favor, al ineficiente, corrupto, mezquino, anodino y antipopular Poder Popular.
Son muchos los ejemplos que pudiéramos citar sobre esa miserable actitud castrista, muchísimos, pero a mí siempre me gusta resumirlos a cómo el emperador fidelius arrastró a todo un pueblo a consumir cerelac y “huevo en polvo” mientras él y su familia se atracaban con leche recién ordeñada y se zampaban los buenos filetones de esa carne que no necesita cuchillos para ser cortarda.
Terrible pero descaradamente cierto.
Los cubanos hemos tenido que vivir en una constante agonía durante toda nuestra existencia, y me refiero a los que aun respiramos, no importa si estamos en Cuba o vivimos este puñetero exilio que muy pocos deseamos porque en la práctica concreta nuestro país lo tenía todo, absolutamente todo, para que encontráramos el paraíso que un día, un amargo día, tuvimos que salir a buscar en tierras extrañas.
El castrismo transformó a Cuba en un verdadero infierno, en “un paisaje después de la batalla” eterno que parte el alma con solo mirarlo. Convirtió las ciudades, las otrora hermosas y prósperas ciudades en verdaderos basureros pestilentes y los campos, los hermosos campos cubanos, en tierra infértil, desprotegida, abandonada y hambrienta.
Al cubano lo trasmutó en un fantasma-zombi luchando diariamente para sobrevivir, lo privó de sus derechos civiles fundamentales y lo obligó a creer más en consignas revolucionarias que en acceder a la vida mediante un trabajo acorde a sus posibilidades y con un salario justo y reconfortante.
Insisto: Hoy Cuba es un tenebroso infierno el cual los castristas y sus acólitos le quieren vender al mundo como un paraíso socialista feliz cuando no es más que una tierra arrasada, repleta de muertos en vida, tras el vomitivo recuerdo de “yo soy fidel”.
Ricardo Santiago.



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