Yo digo, pienso, luego hablo, que nosotros, los seres cubanos, somos una “raza” de gente acomplejada, de seres humanos que van por el mundo arrastrando consigo una amargura muy grande y de personas que transitan por la vida desafiantes, a la expectativa, si me pides el pesca’o te lo doy, dispuestos a saltar y “matar” por el solo hecho de que nos miren de una manera que no nos guste, porque nos digan algo que no entendamos muy bien, porque se metan con la “pura” o porque nos «examinen» la jevita con los ojos de chequear las deudas o con los de contemplar la belleza.
Ah, no, eso sí que no, primero muerto que “despretigia’o”. Y es aquí, exactamente, donde la cosa se pone mala, donde suenan los galletazos, los machetazos y hasta los tiros porque fulanito me dijo cherna, menganito te dijo puta, el mundo se ríe de mi a mis espaldas y aquel de allá, el de la cara de yo no fui, me tocó las nalgas sin mi permiso.
Yo digo que antes de Enero de 1959 no existía en Cuba tanta violencia de llega y pon ni tanta guapería barata “demandable”. Los seres cubanos eran más propensos al diálogo decente que a las matazones sangrientas porque, entre muchísimas cosas, había menos problemas existenciales, no existían las guardias del comité, mucho menos candela pa’l sindicato, las filas, las colas, no ocurrían, la gente iba a su aire pensando más en sus asuntos que en los del vecino y la mujer de Antonio, la que camina así, acaparaba las atenciones del barrio y los curiosos, los mirones, los mira huecos, dejaban a mi novia tranquila.
Pero el ser cubano de los últimos tiempos ha devenido en una especie diferente, en una “raza” singular, se ha apartado de la cubanía histórica, se ha transformado en una “máquina de matar” la vida por el simple hecho de querer sobresalir de entre los demás, por la sencilla razón de creer que la hombría o el “valor” se resuelven con agresividad o para hacerse notar, de entre los “muertos”, y que quienes le rodean lo consideren un “vivo” o un cabroncito de la cultura.
Hasta el lenguaje físico y verbal lo hemos cambiado. Nos hemos concentrado en exaltar la vulgaridad y la chusmería como una forma de “engrandecer” nuestra nacionalidad, de marcar territorios con nuestra “simpática” presencia y como la manera, que desgraciadamente hemos encontrado, para destruir años y años de buena educación, de importante sentido común y de excelentes valores éticos y morales.
Pero nada de eso sucede hoy entre nosotros los cubanos, la buena educación y el sentido común, quiero decir. El rápido emplazamiento de la mala palabra o del gesto aspavientoso, para marcar cualquier forma de comunicación, es el resultado de complejos emocionales adquiridos en la creación, a la fuerza, de un modelo de “hombre nuevo” que, a golpes de imposición de una perversa ideología, de censurarnos el alma por cualquier motivo, de adoctrinarnos hasta la muerte con yo amo a fidel y amo a la revolución, de prohibirnos la luz, el agua y el amor limpiecito y puro y de alimentarnos la falsa creencia de que ser revolucionario es alcanzar el escalón más alto de la especie humana, los cubanos, los seres cubanos, involucionamos de tal manera que el resultado, el producto final, hoy por hoy, es un tipo acomplejado, un ser repleto de inseguridades, una persona sin raciocinio y sin cordura y un hombre que de tanto aspirar a lo “nuevo” terminó transformándose en el ente más primitivo y más cavernícola que existe.
Y esos complejos son muchos y diferentes, a los tradicionales de inferioridad o de “superioridad”, se suman los de flojera del carácter, los que determinan la ambigüedad en nuestras preferencias físicas y/o espirituales, los que se refieren a nuestra “sexualidad”, los que marcan nuestras posiciones políticas, los que definen nuestra confiabilidad como amigos o enemigos, los que determinan nuestras inseguridades para con la vida, los que nos llevan a traicionar por un view o por un like y los que nos aplastan al punto de querer suicidarnos de esta viva o de cualquier otra.
Yo digo que nosotros los seres cubanos, tenemos, todos, que llamarnos a control, a un juicio colectivo, para entender y tratar de erradicar el tamaño daño antropológico que nos causó esa maldita dictadura castro-comunista, que lo que hoy somos como nación nada tiene que ver con la que soñaron nuestros Padres Fundadores y que salvarnos, volver a ser lo que nos hizo realmente cubanos, será la única manera de empezar a destruir esa cruel dictadura.
Ricardo Santiago.