Los crímenes del castrismo contra la cultura cubana.



Mi madre murió sin nunca más ver y escuchar a Olga Guillot, Olga Guillot murió sin poder cantarle a los cubanos en Cuba, los cubanos de las últimas generaciones no saben quién fue Olga Guillot y esto es triste, muy triste, es otro de los desconciertos generados por una dictadura que no solo nos perjudicó el cuerpo y la mente, sino que también nos envenenó el alma diciéndonos lo que, según sus comisarios políticos, debíamos ver, masticar y tragar.
Este es sólo un ejemplo, pero hay muchos más, en realidad son cientos, miles, millones si tenemos en cuenta que son 60 años de censura, de prohibiciones, de despiadadas políticas de control sobre lo que en materia de arte, cultura, literatura y espiritualidad el cubano puede consumir según sus gustos y preferencias.
El castrismo mandó al carajo la diversidad. El castro-comunismo no solo uniformó la Patria con guerreristas y apestosas vestimentas milicianas, también intentó hacernos cómplices de la criminal doctrina de “condenar al olvido” a todo aquel que se negara cantar La Internacional o pintar al máximo líder con cara angelical y sonrisita de “padre protector”.
En Junio de 1961, en la Biblioteca Nacional de Cuba, fidel castro pronuncia el más fascista de sus discursos contra el arte y la cultura nacionales: “dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada…”, y así empezó el genocidio cultural más largo y continuado sufrido por un pueblo en toda su historia.
La revolución castrista al final es un ente abstracto, sólo un concepto. La tan cacareada “revolución” como cuerpo físico no existe, no se puede tocar, ni ver y no ha representado nada positivo para los cubanos porque no fue más que el egocentrismo de fidel castro disfrazado de “gesta liberadora” para justificar sus ambiciones, sus desafinaciones, sus despotismos y su manía de grandeza.
Todos los participantes que aplaudieron aquella tarde en la Biblioteca Nacional al sátrapa son igualmente responsables del genocidio comunista contra la cultura cubana, contra sus artistas e intelectuales. Nunca se le hizo mayor daño a una nación, en toda la historia de la humanidad, que aquel triste día cuando se encadenó despiadadamente la sensibilidad humana y en el que un solo hombre decidió, a su antojo, cómo debía sentir, expresarse y soñar todo un pueblo.
Uno a uno fueron desapareciendo del escenario público músicos, cantantes, actores, arquitectos, cineastas, bailarines, escultores, escritores, pintores, poetas e intelectuales importantes que antes habían prestigiado a Cuba con su talento. Fueron acusados de cualquier cosa y obligados a marcharse del país, amenazados con penas de cárcel y silenciados de los medios de comunicación masiva, de los anales de la cultura nacional y, sobre todo, de la memoria de su público.
¡Cuánto daño, cuán inmenso el crimen de prohibir a un pueblo disfrutar de sus artistas favoritos!
Reinaldo Arenas pudo ser un hombre muy feliz, tenia vida y un gran talento, el mejor de los dones, la mayor de las sensibilidades, pero murió triste.
Celia Cruz, La Doña de Cuba, alcanzó con su arte la cima del mundo, pero murió triste porque no pudo visitar nunca más a su patria.
El gran Lezama, o el genial Virgilio, fueron condenados al olvido en su propio país, también murieron tristes.
Cundo Bermúdez no encontró más la luz de su Habana y murió triste.
Y la lista de artistas e intelectuales cubanos muertos y vivos de tristeza es muy larga, más larga de lo que la lógica, las leyes, las instituciones internacionales de derechos humanos, los parlamentos, los gobiernos o simplemente los hombres y mujeres de este mundo pueden soportar.
Los castristas con el cuento de “contra la revolución, nada…” institucionalizaron la espiritualidad, la llenaron de ministerios, oficinas, funcionarios, papeles, papelitos, papelazos, censores y cuanta mierda les permitiera vigilar que nada ni nadie se salieran de la férrea línea del partido comunista, matando así el sentido de espontaneidad, libertad creativa y de pensamiento que debe tener todo arte auténtico y trascendente.
¿Se imaginan a Cundo Bermúdez como miembro de una Casa de la Cultura o al inmenso Benny Moré sacando un turno pa’ evaluarse como cantante profesional?
Nada, disparate tras disparate y la diáspora de pensadores y creadores creciendo, reventando y el pueblo cubano padeciendo constantemente al grito de: “¿Te enteraste? ¡Se fue fulanito!”.
fidel castro y su “orquesta” de comunistas desafinados jamás podrán tener perdón por tamaño crimen cometido, asesinaron a la nación cubana por todas partes, también su arte y su cultura más auténticas, a los ídolos del pueblo y, en definitiva, al pueblo cubano mismo.
Otros “artistas” claudicaron por el camino, decidieron apoyar la barbarie, el exterminio y apuntalaron la gran hoguera del socialismo donde ardieron quienes no cantaron al compas de la musiquita del tirano…, de ellos nos ocuparemos en un próximo artículo.
Ricardo Santiago.



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