Los hombres-máscaras y las lombrices intestinales de Raúl Castro.





Yo digo que resulta imposible creer que alguien, es decir, un ser humano que tenga sólo un poquito de vergüenza, dedo y medio de frente y algo de dignidad, pueda defender la criminal dictadura de los Castro desde el desinterés, el amor, la justicia, la sinceridad y la cordura.
Esa es una ecuación que no tiene solución, ninguna lógica o que se le pueda “entrar” pa’ encontrarle algún sentido al disparate que nos ha tocado vivir a los cubanos.
Siento pena al decirlo pero es verdad, el castrismo convirtió a Cuba en el absurdo más irracional que puede vivir un ser humano porque, desde las penurias diarias que tenemos que sufrir, pasando por el pollo por pescado, las tres libras de azúcar blanca y una de prieta, los refrigeradores chinos, el chino sin china, el agua caliente pa’ tomar y la fría pa’ bañarse, el dolor de cabeza sin aspirinas, la traición de Judalejandro, el teléfono más caro del mundo, los que lloran a Fidel en La Habana y se ríen y gozan en Miami, los cigarros a menudeo, la compota de plátano burro y la mierda que nos da hasta el cuello y no nos deja respirar, todo, absolutamente todo en la Cuba de hoy, es el surrealismo político-ideológico más criminal que le han impuesto a un pueblo en toda la historia de la humanidad.
Dice mi amiga la cínica que Fidel Castro empezó probando y como vio que el pueblo lo seguía sin “protestar” dio riendas sueltas a todas sus asquerosas chapucerías mentales y terminó convirtiendo nuestras vidas en una gran “mariconada” social.
Aun así existen “derivados” de la raza humana que, si bien a todas luces hacen el ridículo, les gusta abrir sus “boquitas” para defender lo indefendible aunque el tirano les tenga metida la bota por atrás y les duela, no les importa, mientras más dolor mejor porque justamente esa es la revolución del absurdo, de la cacofonía política, de las tazas de baño tupidas, del ojo poncha’o, de guarda el pan pa’ que te lo comas mañana, del atracón de discursos, del descaro derretido, de la peste con perfume y de las mentiras girando como satélites alrededor de la bolita del mundo.
¿Alguien pudiera calcular la cantidad de reuniones en las que ha tenido que participar un cubano de unos 40 años de edad?
Pero volviendo al tema, desgraciadamente hay cubanos que han optado por “arrimarse” a los Castro y, aunque han vivido sólo de las migajas que esta familia les deja caer, siguen defendiéndolos porque, entre otras cosas, están demasiado comprometidos con el régimen y saben que sólo pueden salvar sus vidas mientras esté esa dictadura en el poder. Estos son los Generales y Doctores, los “cuadros” del partido comunista, los funcionarios del Estado dictatorial, las amantes socorridas y las estirpes “condenadas” a los cien años de papá.
En Cuba sucede un fenómeno bien triste y traumático. Desde que somos niños los cubanos nos vemos obligados a llevar, sin saberlo o comprenderlo, ciertas máscaras para lograr sobrevivir en una sociedad que constantemente te valora más por tus “condiciones” políticas que por tus valores intelectuales o humanos.
¿Cuántas veces nos dijeron nuestros padres que lo que se oye en la casa no se dice en la escuela?
Afortunadamente muchos logramos desprendernos de esas horribles máscaras “acroquetadas”, pero otros tantos decidieron conservarla porque la dictadura puso en práctica, para los “vanguardias” de la sociedad, el trapicheo político de: Te doy dos viva la revolución y un yo soy Fidel y tú me das una jabita con aseo personal.
A base de chantajes y aprovechándose de las necesidades de los cubanos la tiranía prostituyó a muchos de estos infelices a tal punto que, hoy por hoy, y aun cuando muchos se han largado de aquel infierno, siguen gritando y pataleando por los Castro sin querer entender que aquí los supermercados están repletos de desodorantes y maquinitas de afeitar.
Las redes sociales están infestadas de estos enmascarados con vértigo a la libertad, se llevaron el culo pa’ fuera pero dejaron la lengua en La Habana, tratan de defender a su “amada” revolución con cada frase y cada cartelito que uno no sabe si sentir asco o lástima por estos sujetos.
Inundan el ciberespacio de groserías, estupideces, mentadas de madre, ofensas personales y diatribas mientras el mundo civilizado observa cómo nosotros enfrentamos la decencia, la inteligencia y la lógica humana a las cochinadas de estas lombrices intestinales de Raúl Castro.
Ricardo Santiago.




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