Los niños en Cuba están obligados a “vivir” una infancia vieja, una crueldad.



Yo, definitivamente, no quiero un país así para mis hijos, ni para los tuyos, ni para los de vosotros, ni para los de la Gallega, ni para los de ellos o los de más allá, y mucho menos, pero muchísimo menos, para los hijos de todos los seres cubanos.
Me niego rotundamente.
El problema radica en que los niños son fácilmente impresionables. Es muy fácil para un adulto manipularlos y muy cruel usarlos como propaganda política, como moneda de cambio ideológico o como usura en la internacionalización de una mentira que ya tiene más de 60 años y que cada día se vuelve más retorcida, más escalofriante y más malvada.
Porque el castro-comunismo no conoce límites, no le importa a quién o a cuántos les hace daño, no sabe dónde empieza la decencia y dónde termina la razón, agarran todo aquello que les es útil para alimentar su endemoniada voracidad aunque en ello esté implícita la inocencia de un menor de edad, de un inocente, de un infeliz, de un incauto o de un desprejuiciado muchachito.
Quiero acudir hoy al sentido común de quienes me leen, a los malos y a los buenos, no importa. A los buenos recabando su solidaridad y a los malos llamándolos a la decencia, al honor, pero de cualquier manera solicitando un toque de atención pues los pequeñitos seres cubanos no deben seguir siendo las principales víctimas de la desidia y la manipulación de la peor dictadura que ha asolado este bendito planeta.
Considero que con independencia de nuestra posición política, ideológica, humana o simplemente de raciocinio, el uso de infantes para “apoyar” ideas de adultos, sean las que sean, es un crimen y debe ser enjuiciado, juzgado, sancionado y condenado por todos los sistemas jurídicos del mundo.
La dignidad de los hombres y las mujeres que hacen “política” tiene que imponerse sobre los mercachifles de la inocencia.
En mi país, Cuba, los máximos culpables de infanticidio se nombran fidel y raúl castro. Hay muchos más pero esas hienas son las cabecillas, son quienes propiciaron que, para apuntalar y ensalzar a una maldita revolución vestida de verde olivo, que se decía era para y por los humildes, y que en la vida real es una de las más crueles dictaduras de la historia contemporánea, se utilizaran y se utilicen a nuestros hijos, obligados a vestir uniformes de “pioneros comunistas”, para protagonizar las mayores atrocidades que se pueden cometer contra la democracia, la sociedad y los pueblos: Mítines de repudio contra opositores y disidentes pacíficos, cuidar urnas en “elecciones del poder popular”, actos políticos de “reafirmación revolucionaria”, concentraciones y desfiles con carácter estatal, en fin, un inmenso mar de violaciones a los derechos de la infancia que harían muy larga la lista de delitos por los que tienen que ser juzgados y condenados todos los castristas.
Tenemos que sentar a los responsables de este atropello mortal en cualquier banquillo de acusados, ponerlos ante el cadalso y, digo yo, y me hago enteramente responsable de mi opinión, ahorcarlos por hijos de puta.
Los niños no nacieron para defender revoluciones.
¿Dónde está la Organización de Naciones Unidas?
¿Dónde está la UNICEF?
¿Dónde está el Instituto Interamericano del Niño?
¿Dónde está la UNESCO?
¿Dónde están las organizaciones pro derechos humanos?
¿Dónde está la Organización Mundial de la Salud?
¿Dónde está la Organización Panamericana de la Salud?
¿Dónde está la Cruz Roja Internacional?
¿Dónde están las Fundaciones, ONG, Institutos de la Infancia y otros que dicen velar por la salud de los menores?
¿Dónde está la vergüenza en este mundo?
Los niños cubanos, aparte de todo el horror físico que tienen que vivir y con el que tienen que convivir diariamente, es decir: La ciudad destruida, las calles podridas, la falta de agua, de electricidad, escaseces de todo tipo, una merienda escolar asquerosa y repugnante, ausencia de maestros verdaderamente calificados, insuficiencia de materiales escolares, hacinamiento en las aulas y muchas, pero muchas calamidades más, está la cruel manipulación espiritual de la que son diariamente objeto cuando tienen que repetir como periquitos indefensos: “Pioneros por el comunismo seremos como el che”, “socialismo o Muerte”, “Yo soy fidel” y cualquier cantidad de sandeces ideológicas de corte “patriótico-militar”.
¿Alguien recuerda el estado higiénico de los baños en las escuelas cubanas?
Al final creo que voy a darle la razón a esos sujetos, la dictadura castrista es una revolución, sí, pero una revolución en el estómago que termina siempre por provocarnos unas enormes arqueadas y unas desesperantes ganas de vomitar.
¡Defendamos a nuestros hijos del horror revolucionario!
¡Ni pioneros, ni comunistas y mucho menos como el che!
Ricardo Santiago.



Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »