Me cuenta un pajarito, que anda revoloteando las redes sociales, que salieron unos que se dicen “influencers” o actores del “exilio” bufo, a intentar, con malas palabras, frases soeces, argumentos al más puro estilo estalinista o como verdaderos discípulos del castro-comunismo, a desafiar a toda una comunidad, perdón, a una buena parte de ella, porque los han señalado como chivatos al servicio del “imperio”.
Para mi el problema medular radica en que con la escalofriante polarización que hemos adquirido los cubanos, en los últimos tiempos de amor, de guerra y de verdes que te quiero verdes, las ofensas, las amenazas, las diatribas, los empujones morales y las dentelladas espirituales, se nos están soltando de las manos, de los pies, de la lengua, de la poca vergüenza que nos queda y nos estamos acercando, por derecho propio y por exceso, a lo que yo llamo el puntillazo final, es decir, a una nación vulgarizada muy lejos, pero muy lejos, de cualquier sociedad decente.
Nosotros los cubanos, la mayoría de nosotros, quiero aclarar antes de que “dancen” los que no aceptan las “generalizaciones”, tenemos un mal vicio, uno malísimo, adquirido por los tantos años de feroz adoctrinamiento, y es que cuando nos sentimos amenazados, o pensamos que María Cristina me quiere gobernar, saltamos como fieras heridas, es decir, nos defendemos atacando, maldiciendo, vociferando y escupiendo, las más absurdas tonterías y asquerosidades que uno se puede imaginar.
Pues resulta que uno de esos “Pichy”, el de la cabeza grande no, el otro, se presenta en uno de sus programas, gritando como un trastornado, que ellos no son “chivas”, que ellos solo están delatando ante las autoridades norteamericanas a aquellos “malos cubanos”, según ellos, que incumplen, contravienen, desafían o se pasan por las entrepiernas, las leyes, los dictámenes, las sentencias y las resoluciones que prohíben que, bajo ningún concepto, los cubanos beneficiados con cualquier estatus migratorio, regresen al país donde nacieron, a Cuba, a vincularse, ni de refilón, con la dictadura criminal que se impone a la fuerza en mi Cuba qué linda es Cuba.
Hasta ahí todo bien, las violaciones de la Ley son violaciones donde quiera y quien las incumpla debe someterse al castigo por su quebranto. El tema es que este personaje, el de la cabeza grande no, el otro, lo hace profiriendo alaridos soeces y con una «guapería» descomunal que rayan en la agresión comunitaria, es decir, pierde la perspectiva de que en las redes sociales hay mujeres y, quiero que no, es posible que niños y niñas que acceden a sus vulgares y ofensivos comentarios, institucionalizando, el muy verraco, una histeria arrabalera más cercana al discurso cederista de la revolución castrista que a la lógica, al buen tino y a la verdadera razón cubana.
Dice un dicho: dime de dónde vienes y te diré quién eres, o algo parecido, y aquí, en este caso de los pichita boys, se cumple esa máxima geográfico-espiritual como nunca. Tales personajes no pueden negar su origen y mucho menos su inclinación hacia donde ellos consideran están los billetes pues violaciones a las leyes de los Estados Unidos, por parte nuestra, de los cubanos, quiero decir, existen desde los mismísimos inicios de este exilio redentor y ellos, con una larga carrera en las redes sociales o diferentes espacios públicos, no lo hicieron, como es menester de un verdadero patriota, desde la primera vez que se “metieron” un micrófono en la boca.
Yo no creo en “libertadores” de este tipo, no mastico a “mambises” de views escondidos tras el hacha del verdugo, no quiero que para lograr la independencia de Cuba tengamos que aceptar a oportunistas de tal calaña, a misioneros del discurso más reaccionario y de más doble moral pues no se debe, es más, es obsceno juzgar a otros por lo mismo que, en un tiempo no muy lejano, ellos mismos hicieron.
Y lo más significativo de esa arenga “guerrerista” es que siempre está en boca del mismo grupúsculo, del mismo sindicato de la “verdad” y de los mismos cederistas que se apilan, como censores de toda una comunidad, alrededor de la implantación del terror sicológico a la familia cubana, del acoso cibernético a quienes se salen de los rayitos del “Sol”, de la blasfemia a la Virgen protectora de todos nosotros y de la desobediencia a quienes, otra vez, nos quieren dictar como pueblo, como nación, como país y como República.
Los cubanos, la mayoría, tenemos que parar, tenemos que hacer un alto en el camino y acabar de entender qué carajo es democracia y qué es, de verdad ser un ser humano libre e independiente. Nadie tiene derecho, ni izquierdo, de erigirse como censor del vecino cuando su techo está construido con el vidrio más finito de los que hoy se pueden adquirir en el mercado…
Ricardo Santiago.