Los presos políticos en Cuba, el negocio del siglo pa’ las dos orillas.

Yo, en este escabroso tema, quiero ser objetivo, pero más que objetivo, quiero ser crítico pues es demasiado evidente, demasiado visible a las entendederas del alma, que tanto para la dictadura castrista, como para algunos “líderes” de la oposición anti-comunista, este “asunto” de los presos políticos representa un jugoso filón, un profundo huraco, es decir, el manantial de las ilusiones ganadas por donde le entra el agua al coco, por donde quiera que usted lo mire representa un negocio redondo para quienes se aprovechan de esos valientes cubanos.

Para fidel castro este tema de sentenciar a los cubanos que no estuvieran de acuerdo con sus intenciones al principio, o sea, desde la mismísima Sierra Maestra en 1956, siempre estuvo bien claro, el muy hijo de puta no creyó en nadie, fusiló, denigró y segregó a cuanto ser humano o cubano no lo siguiera y creó un estado de terror alrededor suyo, incluso, mucho antes de que usurpara el poder en Cuba.

Después del 1 de Enero de 1959 la “nebulosa fidelista” se tornó mucho más clara, continuó pasando por las armas, encarcelando con largas penas de presidio, denigrando, desapareciendo y mutilando, física y espiritualmente, a cuanto ser viviente no comulgara, clarito y que se escuche, con la línea de su maldita revolución de los apagones, que no se doblegara a sus caprichos de caudillo tercermundista o que no tuviera una garganta profunda para tragarse toda la podredumbre, las porquerías y la muerte, que emanaban de las “directrices” de su partido comunista particular.

Por eso metía a tantos seres cubanos presos, nunca dio tregua, ni un segundo, a quienes osaron enfrentársele y los convirtió, como buen mercader de la muerte que era, en monedas de cambio para que fueran utilizados en sórdidos trueques de tú me das y yo te doy, con quienes se pronunciaran por la liberación de esas almas inocentes, totalmente puras, pues el único delito que habían cometido era disentir con un criminal que, sentado eternamente en el tibol del socialismo, destruía a un país y a un pueblo, a su sádico antojo.

A lo largo de nuestra historia revolucionaria nosotros los cubanos, y la parte del mundo que lo ha querido ver, hemos sido testigo de cómo “liberar” a presos políticos, a seres humanos encarcelados injustamente por ejercer honradamente su derecho al “voto”, le ha significado a esa criminal y asesina dictadura castro-comunista una ganancia redonda pues ha logrado, a cambio de “nada” que, por ejemplo, la saquen de la lista de países que apoyan al terrorismo.

Una desvergüenza del tamaño de cualquiera de las mentiras de fidel castro pero, en la práctica de las protestas contra el régimen, en la concreta de los muros y barrotes que coartan la libertad física y de expresión, les ha salido casi siempre bien la jugada a esos asesinos, les ha significado una baratura magnífica eso de te doy tantos presos políticos a cambio de una cajita de muslos de pollo.

Y, a mi juicio, en la otra orilla, es decir, en este exilio revuelto y brutal, sucede algo parecido, muy parecido, y no sería descabellado pensar que hasta algunos, de los que se hacen llamar líderes de el último la peste y el primero se la traga, o sea, el bobo a la cárcel y el vivo vive de los Grants que otorga el gobierno de los Estados Unidos para fomentar la democracia en el mundo, estén hasta de acuerdo con los tiranuelos tropicales para fomentar ese macabro “negocio” de si me pides el pesca’o te lo cambio, yo te lo cambio.

Digo esto porque en los últimos tiempos vemos cómo incentivar irresponsablemente a que los cubanos salgan a las calles de Cuba a protestar contra la tiranía castrista ha devenido en una moda muy, pero muy, peligrosa. El único resultado que estas “manifestaciones” obtienen es que muchos de ellos son apresados y condenados a largas condenas, engrosando así los “almacenes” de materia prima del régimen para que sean utilizados, como dije anteriormente, como monedas de cambio.

Esto sin nombrar que, quienes empujan a esos “manifestantes” al suicidio político, digo, al presidio político, no se dan golpes porque están sentados en cómodas sillitas o en poltronas calienticas en el exilio, repito, revuelto y brutal, listos para pedir, en nombre de los presos, cuantiosas sumas de dinero para, supuestamente, “ayudar” a las familias de quienes son encarcelados.

Yo digo que el cubano, el ser cubano, está tan necesitado de esperanza que cree en cualquier cosa que le digan y es criminal, abusivo, que los utilicemos para saciar nuestros perversos apetitos enviándolos a una muerte segura, pensemos en eso…

Ricardo Santiago.

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