Como la historia lo ha demostrado, la dictadura castrista, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, puso en marcha un macabro plan de “contingencia secreta”, con ardides aprendidas en los manuales de inteligencia de los más crueles servicios de espías de la Europa del Este, destinado a, por todos los medios, preservar, solidificar, mantener y eternizar un “sistema de gobierno” basado en la perpetuidad de un caudillo, en el estrangulamiento de las libertades civiles, en la supresión total de los valores democráticos de una nación, en el sometimiento material, moral y ético de todo un pueblo y en la total dependencia de los poderes del estado a la maquinaria tiránica que se iba formando, a espaldas de los cubanos, mediante la traición, la mentira, el engaño y los mangos bajitos más cobardes, nunca antes vistos, en toda la historia de la humanidad.
Porque, en la vida real, le roncan esos mismos mangos que después que ese noble pueblo aceptara apoyar al caraechichi de Birán, porque el muy degenerado prometió restaurar la Constitución de 1940, las libertades civiles, los derechos democráticos y la carne de res por la libre, nos clavara en el centro del pecho, a todos nosotros, sin ninguna compasión, el brutal puñal de una dictadura totalitaria que solo sirvió para hacernos la vida miserable, destruir a Cuba, a los cubanos, convertirnos en un pueblo errante, transformarnos en uno de los países más atrasados del mundo y elevar el desastre, la pudrición, la cobardía, el deshonor, la muerte y el antipatriotismo a la categoría de vergüenza nacional.
Para ningún cubano es hoy un secreto que la mayoría de las organizaciones “contrarrevolucionarias”, surgidas desde principios del año 1959, fueron creadas o estuvieron “penetradas” por el mismísimo G-2 castrista para fomentar el odio en el pueblo contra un “enemigo” que, según ellos, nos superaba en armas, recursos, inteligencia y poder.
Fue así como crearon el mito de la “invencibilidad” de la revolución del picadillo y el de la “indestructibilidad” de un comandante en jefe que se resistía a cualquier tipo de atentado, por muy sofisticado que fuera, más de 600 según los comunistas, aunque, en la concreta, en honor a la verdad y en la práctica de la vida, 599 de esos supuestos atentados fueron inventados por ellos mismos con el objetivo de sobredimensionar a un tipejo que no había hecho otra cosa en su vida que demostrar que era un reverendísimo cobarde. Recordemos su actuación cuando el terrorista asalto al Cuartel Moncada y que en la Sierra Maestra no hizo más que esconderse debajo de la falda de su “guerrillera predilecta”.
Pero bien, yo siempre he dicho que los órganos de inteligencia castrista fueron creados única y exclusivamente para reprimir al pueblo cubano, para fomentar un estado de terror dentro de Cuba, para dividir a la nación cubana en “buenos y malos”, para subyugarnos sin compasión y para mantenernos, de uno en fondo, marchando por el trillo del socialismo como corderitos amansados con pequeñas cuotas de picadillo de soya.
Porque la historia lo demostró con creces, nunca nos atacó, nos invadió o se “tragó” nuestros “casquitos de guayaba con quesito crema” ese monstruoso y peligroso enemigo imperialista que “tantas veces” nos quitó el sueño con sus “amenazas” y nos dejó sin comer a causa de su criminal “bloqueo”, de su ambición desmedida o de su diabólica política injerencista en los asuntos internos de Cuba socialista, patria de…
El castrismo sobrepasó, dejó bien chiquitica a la Gestapo hitleriana en su represión desmedida contra un pueblo. Cuba es hoy por hoy un país, aunque nos duela reconocerlo, dominado por el odio, la intolerancia, la hipocresía, la doble moral, la violencia y todas las manifestaciones que se generan en una sociedad que se sabe vigilada, escrutada, fisgoneada y sobada a todos los niveles de la comprensión humana.
Los órganos de la seguridad castrista, la policía secreta, la policía-policía y el enorme ejército de chivatones que tiene esa criminal dictadura en todo el país han provocado que desaparezca la confianza, el respeto y la amistad en un país donde las personas se decían hermanos y donde un buen abrazo antecedía siempre el más casual de los encuentros.
El chantaje, las “cámaras ocultas”, las delaciones, las notas anónimas, el informe, la investigación, la coacción, las amenazas, las torturas de todo tipo, los golpes y el asesinato selectivo son las armas fundamentales de un régimen que, mediante el terror, intenta someter a un pueblo hastiado, hambriento, cansado y…
Ricardo Santiago.