Es cierto, nosotros los cubanos, los de “ambas orillas”, somos los únicos responsables, con nuestra actitud, de que la tiranía castrista “respire”, lleve más de sesenta años sentada en el tibor de la revolución del picadillo y campee por su respeto haciendo de nuestras vidas un yogurt caducado o una maldita agonía.
Para nadie es un secreto que el socialismo es un régimen, una “entidad” parásita, un monstruo desvergonzado que nos ha robado a todos los cubanos la libertad, la Patria, la ciudadanía, el pasaporte y la “merienda de la escuela”.
fidel castro, el alquimista número uno de ese maldito socialismo de roedores y mosquitos, fue un tipo que en la vida real nos hizo bullying, nos abusó, nos vilipendió y se burló impunemente de todos nosotros.
Y lo digo con toda conciencia de clase porque el muy degenerado profanó y maltrató a todo un pueblo con sus imposiciones, sus aberrantes planes quinquenales, sus caprichitos “innovadores”, sus disparates económicos y el estado de terror que implantó en una isla, en una bendita tierra, que solo quería progresar, crecer y ser feliz sin dictaduras y con muy poquito proletariado.
Yo siempre he dicho que la sola imagen del cambolo de Santa Ifigenia es asquerosamente repulsiva, detestable, vomitiva y desquiciante. Su “pensamiento” filosófico, político y económico mucho más, pero aun así sus represivos herederos los siguen utilizando para, según ellos, dar “continuidad” a la obra de “nuestro querido comandante” y esconder así, tras tan sonado descalabro existencial, la cogioca, el latrocinio, el libertinaje, el roba-roba y el saqueo del erario público de la nación cubana.
Tales atrocidades están documentadas incluso hasta por ellos mismos. La usurpación descarada del poder en Cuba fue impuesta a base de mentiras y engaños monstruosos: “no soy comunista, respetaremos la Constitución de 1940, celebraremos elecciones democráticas”, etc., etc., etc.
La mentira es una enfermedad terrible, pero cuando se utiliza para alcanzar poderes sobre los pueblos y subyugarlos, robarles, dominarlos y empobrecerlos, se convierte en una mariconada, una bestialidad y un acto de barbarismo.
Dice mi amiga la cínica que toda la mierda que hoy padecemos es consecuencia directa del “enamoramiento” mariquita que cogimos con el tipo y su maldita revolución desde el mismísimo 1 de Enero de 1959. Que le abrimos tanto los brazos, pero tanto, que el muy sinvergüenza nos cogió hasta las nalgas cuando era más que evidente, por cómo iba preparando el camino, que nos dirigía de uno en fondo, a la marchita, no se salgan de la fila compañeros, al miserable, letrinero y pestilente abismo que genera toda sociedad socialista.
Y es cierto, desde el principio, es decir, mucho antes de que se acabaran “las cervezas y el pan con lechón”, todas las medidas tomadas por el castrismo estuvieron encaminadas a vendarnos los ojos, atarnos las manos, los pies y hacernos un “nudito” en la lengua.
Y sí, pensándolo bien, es cierto, muy cierto, se nos prohibió el derecho a portar armas, a reunirnos con quien nos diera la gana, a movernos libremente por el país, a salir o entrar de Cuba sin pedir permiso, a creer en la madre que nos parió, a escoger nuestro propio futuro, a cantar en inglés o en francés, a no decir mentiras, a comer como Dios manda y a votar cada cuatro años por el Presidente que nos saliera del…
Así caímos en una trampa mortal, aplaudiendo, levantando las manos por unanimidad, sudando la gota gorda para no recibir nada a cambio, aceptando que nos metieran en cuanta organización revolucionaria se le ocurría al sátrapa y vigilándonos los unos a los otros pa’ ver quién se atrevía a comer “bistec” y quién se conformaba atragantándose con “picadillo”.
fidel castro, al frente de sus secuaces, arrastró al pueblo de Cuba a los más descabellados disparates, exigió eternos sacrificios y dedicación a su “causa”, obediencia y creencia en sus “nobles propósitos” y, para colmo, aun hoy después de más de sesenta años de miserias y desgracias, sus mediocres continuadores le exigen a los cubanos: “hay que apretarse el cinturón”.
Yo digo que definitivamente los castro-comunistas están enfermos y terminarán, cuando se desmorone la pirámide de papel higiénico que se han erigido, culpándose de ese desastre los unos a los otros y echándose pa’lante, también los unos a los otros, como el carrito del helado, para intentar salvarse de la justicia, del dolor contenido, de la rabia acumulada y de la sed de venganza, porqué no, de muchos, pero muchísimos seres cubanos.
Ricardo Santiago.