No estar de acuerdo en “algo” no nos convierte en enemigos, digo yo…

Yo digo que el ser cubano es la única “raza” de este mundo que todo lo ve, o la mayoría de las «verdades» las pinta, en blanco y negro, es decir, que para nosotros, los que nacimos en esa isla revolucionaria, socialista y marcada para perecer en la “lucha”, los matices no existen, la “paleta” de colores es gris con pespuntes negros y la realidad de la vida de vivir se traduce solo en bueno o malo, comunista o capitalista, inteligente o mediocre y «filete» de claria o gusano de seda.

En esos extremismos compulsivos llevamos más de sesenta y seis larguísimos años y no acabamos de ponernos de acuerdo, no terminamos de entender que la verdad tiene diferentes ángulos, siempre dependiendo de la “acera” donde esté usted parado, la sombrita o el calor intenso, y que con quienes nunca sí no vamos a coincidir, los que amamos la libertad, el progreso, las buenas costumbres, la Patria cubana y la vida, es con los castro-comunistas, es con los que reprimen a todos los seres cubanos, es con los que han transformado nuestra nación en un terraplén estéril e improductivo y es con los que nos han empujado a vivir este exilio salvador, bendito y misericordioso.

Pero, parece, que lo que mejor memorizamos de nuestro persistente adoctrinamiento de pioneros por el comunismo fue el andar por la vida defendiendo el ideal ajeno. A nosotros los cubanos nunca nos permitieron entender que lo más importante, en esta vida que nos ha tocado vivir, es la individualidad, es el ser humano, eres tú, soy yo y que la manoseada y mal usada colectividad, esa que dice todo es de todos, la propiedad social es del pueblo o el pueblo unido jamás será vencido, son consignas superfluas, son discursos vacíos y son una reverendísima mierda porque son mentira, son falsas expectativas populistas y son “ideales” absolutamente irrealizables.

Pero, como dice mi amiga la cínica, con esas “letras” nos educaron el cerebro y el corazón, mal formaron nuestras infantiles y jóvenes conciencias, doblegaron nuestras almas cubanas y nos convirtieron en un pueblo que encuentra en los extremos, en las esquinas calientes y en las fosas sépticas reventadas a “flor de piel”, el mejor alimento para expresarse, los mejores argumentos para defender la “razón” y la única verdad de quienes no tienen sentido común, ni aspiraciones reales, para defender la vida.

En esas andamos los cubanos. En Cuba son comprensibles tales extremismos porque en Cuba nos han inculcado, con sangre, sudor y lágrimas, que el enemigo imperialista y la gusanera de Miami nos quieren gobernar, quieren abusar de nuestra “inocencia” revolucionaria, quieren “robarse” nuestras innumerables “riquezas”, meterle maniguiti a nuestro erario público nacional, reescribir con la verdad nuestra historia y arañar nuestra vergüenza patria que era verde y se la comieron los chivos y los chivatos, cualquier semejanza es pura coincidencia…

Es decir, que en Cuba, en Cuba socialista, ese fango anegado en sangre en el que hemos convertido a nuestro país, solo funcionan el con la revolución todo, contra la revolución nada, que nadie, absolutamente ningún ser humano o cubano, puede cruzar la rayita tan bien delineada por fidel castro, puede aspirar siquiera a tener un pensamiento diferente al de ya tú sabes, no puede estar en desacuerdo o disentir con los absurdos que emanan del partido comunista, no puede querer algo diferente a lo que le venden por la libreta de racionamiento, tiene que amar al líder de turno más que a mami y a papi, tiene que levantar siempre la mano por unanimidad porque abstenerse es de cobardes y tiene que caerle en pandilla a quienes se atrevan expresar, a quienes osen decir, que no están de acuerdo con Alexander Otaola, con José Daniel Ferrer o con Rosa María Payá porque «eso» divide al exilio o es hacerle el juego a la seguridad del estado castrista.

Ese radicalismo de extremo castro-comunismo, valga la redundancia, es el que nos ha podrido el exilio y el que nos hace parecer como seres cubanos primitivos, básicos, analfabetos funcionales, desquiciados mentales y antropófagos del sexto sentido.

Yo digo que por eso estamos como estamos. A veces pienso que el cubano aunque emigre, aunque logre escapar de aquel maldito infierno de mala educación, de miserias físicas y espirituales y de muertes al doblar de cualquier esquina, nunca va a sacarse de adentro el castrista con el que nació, nunca va a ser verdaderamente libre de polvo y paja y nunca, pero nunca, va a entender que la vida, la vida de vivir, la única vida que Dios nos dio, tiene tantos matices, tantas acepciones, tantos colores y tantas variantes, como seres humanos o cubanos habiten en ella, así de simple…

Ricardo Santiago.

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