O viceversa, depende como usted lo mire, mucho tiene que ver con la realidad donde uno se encuentre, de la cantidad de vida o de libertad que se tenga porque no es igual ese orden para un esclavo que para un suicida, o viceversa, por solo citar dos ejemplos.
Yo siempre digo que todo, es decir, que nada en esta vida que nos ha tocado vivir se nos presenta de forma casual, al azar o de manera caprichosa, más bien todo lo contrario, pues la vida mía, la tuya, la de todos nosotros, hay que “lucharla” muy duro si uno no quiere morir de angustias, caer en el ostracismo, agonizar en el olvido o navegar eternamente por los mares de la comemierdería y del absurdo.
Algunos dirán que estoy filosofando por puro vicio pero otros, los que me entienden desde el principio de mis tiempos en Por Eso Me Fui De Cuba, saben que para mi la libertad es otra de las manifestaciones de la vida y que ella, sin muchas complicaciones o enredos del subdesarrollo, es obligación, menester, responsabilidad u orgullo, de cada uno de nosotros alcanzarla o no, todo depende de cómo usted quiera vivir la vida, su vida.
También entiendo que la mayoría de los cubanos, de los seres humanos, no tenemos muy claro qué es ser realmente libre y qué es vivir positivamente la vida. En la concreta se nos forma un enredo tremendo, en nuestras neuronas de pensar, a la hora de definir una u otra, porque nos hemos pasado, más de sesenta y cinco larguísimos años, creyendo que la libertad es el socialismo y que la vida es muerte y venceremos. Pero nada más alejado de la realidad, esa estafa surreal, maquiavélica y castrista, es lo que nos han hecho creer durante más de seis décadas para tenernos chapeando bajito, comiendo de lo que pica el pollo y marchando en silencio, de uno en fondo, con la muerte reflejada en los ojos, como animales que van directico al matadero.
Según los castro-comunista la vida que tenemos, que estamos obligados a vivir los seres cubanos, es sacrificio, es escasez, es desabastecimiento, es lamento habanero, es insalubridad generalizada, es falta de medicinas, es hambre, es promiscuidad, es miseria física y espiritual, es vivir en una mentira, es inestabilidad emocional, es susto cotidiano, es agonía constante, es antimperialismo sin sentido, es chivatería, es amenaza por cualquier cosa, es odio, es guerra, es internacionalismo proletario hasta por gusto, es miedo, es coacción, es corrupción y es vivir en un sufrimiento constante por no saber si la china se partió o no, o si por fin llegaron los huevos a la bodega.
Porque en la vida real nosotros los cubanos, los seres cubanos, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, nunca hemos vivido una vida tranquila, plena, hermosa, abundante, con el alcance a la mano de los placeres que cada cual se merece según su capacidad y su trabajo, una vida rica en logros personales o en satisfacciones espirituales, una vida decente, justa y una vida que no esté sujeta a condicionamientos políticos, ideológicos, partidistas o de cumplir con obligada rapidez caprichitos ajenos.
Por eso estoy seguro que muchos de nosotros, a los cubanos me refiero, no sabemos exactamente qué es la vida porque nos hemos pasado toda nuestra vida, y valga la redundancia, aspirando a la bota del verdugo, adoctrinados desde la a a la zeta, tragándonos cual purgante demoledor los falsos logros de una maldita revolución de apagones y suplicando, sin un sentido lógico, entender por dónde le entra el agua al coco y adorando a autoproclamados líderes que no nos dicen una sola verdad mientras, en nuestras propias caras, frente a nuestros padres fundadores y frente a nuestra historia patria, nos roban nuestras pertenencias, nuestros derechos, nuestras energías y hasta nuestra mismísima alma.
De la libertad y qué entendemos los seres cubanos sobre este tangible derecho humano, estado de la materia y del espíritu, es mejor no hablar, es mejor no teorizar, pues puedo cometer el pecado capital de decir que los cubanos somos libres cuando logramos largarnos de aquel maldito infierno y radicarnos en cualquier rincón del closet, digo, del mundo.
Una sonada vergüenza nacional nuestra cuando, a pesar de tener todas las herramientas de la democracia, persistimos en arrastrar las cadenas del castrismo por el planeta y menear alegremente la banderita del 26 de Julio que nos metieron por el…
Ricardo Santiago.