El castro-comunismo, los castristas, los hijos de puta de nación engendrados por esa diabólica revolución del picadillo y los embelequeros de la politiquería babosa de ese maldito régimen, una vez más quieren confundir a un pueblo que, agobiado por el hambre, destrozado por las enfermedades, hundido en la más absoluta miseria física y espiritual, devastado por la desesperanza y humillado hasta más no poder por la falta de libertades, ya no soporta más los horrores de una guerra sin cuartel, silenciosa, generada por ese improductivo, represor, abusador y criminal “Estado”, que tiene más de sesenta y dos larguísimos años.
Una lata de sardina amañada y perdida en el pasado, unos cuantos granos incoloros a granel y alguna que otra “pasta” sin sabor, es el canje, a Santo de qué…, propuesto por la dictadura para “pacificar” la rabia de cientos de miles de seres cubanos hartos de tanto totalitarismo, de tanta vergüenza nacional, de tantos y tantos oprobios tiránicos y de tanta asfixia, de esa que te pone “morado”, en un país que lo tiene todo, o casi todo, para que su pueblo sea feliz, viva contento y se “ahogue” en la abundancia.
Lo cierto es que el castro-comunismo hace lo que muy bien sabe hacer, lo que ha ido perfeccionando durante estas seis décadas de aprieta mucho y “afloja” poco llamado socialismo, es decir, ahogarnos a los cubanos en nuestro propio “vómito” de calamidades para luego intentar confundirnos con unas cuantas humillantes migajas de cualquier mierda, e incluso coronarlas con algún que otro “carnaval” sin serpentinas, para continuar construyendo así la interminable, la extensa, la inacabable, la eterna obra de la revolución fidelista o del asqueroso y repugnante tibor del socialismo.
Yo afirmo con total responsabilidad y total conciencia que el 11 de Julio de este 2021 el pueblo cubano le dio el tiro de gracia a la ya cadáver revolución de fidel castro. Los cubanos, en un acto de valentía sin precedentes en nuestra historia “revolucionaria”, se tiraron literalmente a la calle para demostrarle al mundo la gran mentira del falso paraíso caribeño y exigir el final de ese régimen esclavista, carcelero de nuestra nacionalidad y represor de nuestra casi exigua cubanía, la misma por la que tanto lucharon y murieron millones de compatriotas a lo largo de nuestra historia nacional.
Una preguntica: ¿Hasta cuánto y hasta cuándo se puede estrangular a un ser cubano sin que este sea capaz de defenderse?
Llevamos demasiado tiempo de vivir, o mal vivir, en una angustia interminable. Acumulamos, como pueblo, millones de humillaciones bajo las “banderas” del engaño, de las mentiras y de las falsas expectativas de un futuro que nunca llega, que cada vez está más lejos en el tiempo, en el espacio y en la realidad.
El socialismo y el castro-comunismo han demostrado con creces su sobrada ineficacia y pretenden continuar manteniéndose en el poder a golpes de consignas baratas, de subidones de una vieja y desgastada adrenalina de los años sesentas, de una brutal represión y de querer desnaturalizar el verdadero significado de nuestros justos reclamos con los aspavientos y estertores de una “sardina” hundida en su propio llanto.
En Cuba, ha quedado demostrado, no existe más la “famosa” y bien vendida revolución de los humildes. Los humildes, los que tanto juraron defender, fueron y son reprimidos, masacrados, golpeados, encarcelados y asesinados, por los cuerpos represivos de una dictadura que no quiere, mejor dicho, que no puede escuchar los justos reclamos de ese pueblo, porque tiene demasiada sangre cubana, y de otros países también, sobre su encrespado lomo de bestia feroz, hambrienta y depredadora.
Aun así creo que el “despertar” cubano, a nivel mundial incluso, es lo que Cuba necesita de una vez por todas. No será tarea fácil derrocar a esa tiranía experta en manipulaciones, en arbitrariedades, en morder la mano que te da de comer y en hacerse la víctima porque “alguien” abusa de ella.
Otra vez la sangre de los cubanos manchó las calles de Cuba.
Una vez más el dictador semi-oculto, detrás de esa “pacífica y mansa revolución socialista”, hincó sus uñas y clavó sus dientes sobre ese pueblo indefenso, anémico, sufrido y cubano. Hizo vivible su verdadera naturaleza y, por suerte, aunque un poco tarde, le abrió los ojos a muchos que en el mundo confundían revolución castrista con paraíso terrenal y a un mojón con carne.
No, cubanos, esta vez no nos dejemos engañar, no aceptemos el desprestigiante trueque de una “sardina” desabrida por nuestra libertad y, si la vamos a “tragar” porque el hambre es mucha, defequémosla unidos, como un pueblo valiente, dentro del tibor de ese maldito socialismo.
Ricardo Santiago.