No viajes a Cuba, habla de “política”, agrede a quien piense diferente: ¿Por qué?

Y yo me pregunto, vaya, para acortar caminos y hacerlos menos peligrosos, qué hay detrás de tanta intolerancia, de tanto odio, de tanto extremismo de derecha dré o izquierda izquié, de tanta, pero tanta, intransigencia camancolera si se supone que todos, o la inmensa mayoría de nosotros, los seres cubanos, nos largamos de aquel maldito infierno, la Cuba castro-comunista, para no ser como ellos, para no prohibir lo mismo que prohíben ellos, para ser diferentes seres humanos o cubanos y para salvar nuestros cuerpos y nuestras almas de tanta ruindad, de tanta represión, de tanta basura inoculada en nuestros cerebros y para no tener «igualdad» de pensamientos con nadie, para no tener los bracitos levantados por unanimidad y para que no nos forzaran a ponernos los uniformes de milicianos, de cederistas o de comemierdas.

Y, en este sentido, hay un punto muy importante, existe una realidad tangible e inconfundible y es que nuestro único enemigo, es decir, el único enemigo de todos los seres cubanos, es esa tiranía castro-comunista, es la ideología socialista que ellos intentan obligarnos a mal vivir y son todos los represores, los esbirros, los defensores y los tracatanes, de esa revolución de los apagones más largos del mundo y de todo aquel que suscriba a tan perverso excremento disfuncional.

Dice mi amiga la cínica que muchos de nosotros escapamos de esa revolución pero la revolución continúa dentro de nosotros, que de nada nos sirvió tocar la libertad con los pies si nuestras manos siguen atadas a tan dañino adefesio, que algunos persisten en arrastrar por el exilio las enseñanzas de yo amo a fidel, yo amo a la revolución y socialismo o muerte y sacan de dentro todo lo que aprendieron, a la fuerza y bajo un brutal adoctrinamiento, contra todo aquel que tenga una consideración o una idea diferente, contra todo aquel a quien no le guste el líder de moda o contra todo aquel que, sencillamente, quiera oponerse, también, a los “independentistas” de las donaciones, de los Grant y del picadillo enriquecido.

Yo digo, y estoy más que convencido de eso, que enfrentarse, que combatir al régimen que ha ensombrecido mi Patria chica, mi Cuba mancillada, sodomizada y saqueada por muchos, por más abusadores y oportunistas de la cuenta, es menester individual de cada ser cubano que sea capaz de sentir los horrores de la guerra silenciosa que, por más de sesenta y seis larguísimos años, estamos librando los cubanos, contra nuestra desgracia nacional, por nuestra propia subsistencia, que cada cual grita “abajo la dictadura” como mejor entienda qué significa «eso» y que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a acusarme por mis “gritos” porque no les gusten o porque los de otros les parezcan “mejor”.

No se puede, y esto quiero dejarlo bien claro, reconstruir una nación de respeto, inteligente y próspera, si arrastramos con nosotros, donde quiera que vamos, el “vendaval de pasiones” que nos empujó a largarnos del desastre en que vivíamos, de la factoría del miedo y de la mentalidad auto-destructiva que, por tantos años, nos condujo a la miseria del cuerpo y del alma, nos hundió en el mayor desastre socio-político de nuestra historia y nos obligó a ser nómadas reconocibles, humillados y muchas veces despreciados, sin patria, sin «canciones», sin vergüenza y sin el famoso “fusil” con que, se suponía, construiríamos la sociedad más perfecta de la bolita del mundo.

Por eso la dictadura castro-comunista siempre está un paso por delante de nosotros. La tiranía del odio y la desvergüenza siempre nos gana porque, al final, somos como ellos aunque intentemos disimularlo con el disfraz de la democracia. Ellos saben cómo pensamos ante este u otro hecho, qué vamos a decir si siempre repetimos lo mismo y cuál será nuestro comportamiento si, con tanta división entre nosotros, nos hemos vuelto seres muy predecibles, más que transparentes.

Me gustaría insistir en que nosotros los cubanos somos el único pueblo que, queriendo lo mismo, queriendo destruir las penas que nos consumen a todos por igual, mejor dicho, a unos más que a otros, nos enfrentamos a muerte entre nosotros y nos arrancamos hasta la conciencia los unos a los otros, dando oportunidad para que nuestro enemigo se nos cuele hasta el tuétano y, una vez más, nos ponga la soga al cuello, nos meta en el cepo y la tortura, nos ponga el grillete de con la revolución todo, contra la “revolución” nada y nos meta otra banderita del 26 de Julio por el culo.

Si no somos capaces de respetarnos hoy como seres diferentes mañana repetiremos el mismo error de querer que todos seamos como el “che”, así de triste…

Ricardo Santiago.

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