Así cómo, porque los cubanos somos muchas cosas, yo diría que los cubanos somos de muchas maneras y la mar de formas, los seres cubanos lo mismo estamos aquí que estamos allá, lo mismo inventamos un “aparatico” para curar la locura que rompemos el récord mundial de la bobería, nos levantamos y nos vamos para la escuela o para el trabajo sin echarnos algo calientico en el estómago que nos sentamos a una mesa opíparamente servida y nos damos un atracón de Padre nuestro y Señor mío, nos tragamos el sufrimiento hasta que nos ahogue o explotamos de rabia en medio de la vía pública, somos demasiado crédulos y apoyamos la superficialidad que, por otra parte, no creemos ni en la madre que nos parió, en fin, que nosotros los cubanos somos, tal como yo lo veo, y por la manera en que nos hemos comportado frente a la adversidad revolucionaria que nos ha tocado vivir, el eslabón calavera de la especie humana.
Y esta definición, es decir, estar perdidos como nación, como grupo, como nacionalidad o como “raza”, es el resultado de más de sesenta y cinco años de martirologio socialista donde, de ser uno de los países más prósperos del mundo, antes de 1959, por supuesto, nos convertimos en el más atrasado, en el más subdesarrollado, en el más inculto y en el más mediocre por nuestra perseverancia en defender, por convicción, por cobardía o por oportunismo, a un régimen, a una dictadura, a una tiranía, a un sistema totalitario, que nos condenó al exilio, que nos sumió en negras aguas profundas, que nos trituró el alma junto con los huesos para hacer caldosas comunistas y que nos cambió desde nuestra maravillosa forma de ser hasta nuestra actitud para enfrentar la vida…, así…, al chasquido de los dedos, al sonido de un patria o muerte y a los gritos de yo soy fidel…, triste, pero cierto…
Y este monumental desastre existencial, material y de lo otro pesa, pasa factura, cobra muerte en nuestro deambular por la vida aunque seamos los tipos más chovinistas de la tierra, aunque nos pasemos el tiempo profetizando que somos unos bárbaros, unos salvajes, unos bestias en todo lo que hacemos y aunque nos creamos ser el centro, el ombligo del mundo y por tanto, por esa única y “sencilla” razón cubana, merecemos, es más, tenemos que tener la atención del resto de los mortales de este enorme planeta compartido.
Ah, bueno, queremos atención, mucha atención, pero no hacemos nada para obtenerla, para merecerla o para ganárnosla, más bien todo lo contrario.
En los últimos tiempos nos hemos encaprichado, nos hemos empecinado, en demostrar lo malos que somos, en exhibir la terrible descompostura moral que hemos heredado del castro-comunismo, persistimos en mantener, en evidenciar, por los tantísimos años de adoctrinamiento sufrido en nuestra instrucción revolucionaria, la mezquindad de nuestros propósitos y los falsos intereses en nuestras relaciones interpersonales, la ruindad de nuestras actitudes hasta con nuestras propias familias y el desapego, el desarraigo o el desinterés, en salvar del infierno a un país que, cada día más, se transforma en una mala, en una execrable imagen fantasmagórica donde, un día, no muy lejano, apareceremos los unos devorándonos a los otros.
Y, lo más amargo de este tamaño desastre antropológico y antropófago, es que muchos, muchísimos, más de la cuenta, permanecemos impávidos ante este oscuro sacrilegio, miramos hacia otra parte porque suponemos que tanta mala instrucción no nos afecta y porque nos hemos distanciado de un problema que, decimos lo crearon otros y son ellos los que tienen que resolverlo.
Pero nada más alejado de la verdad, la desgracia cubana nos toca a todos porque todos, de una forma u otra, contribuimos en crearla y en desarrollarla, todos fuimos, en algún momento de nuestras vidas, responsables de alimentar el monstruo y todos, absolutamente todos, le inyectamos “vida”, a esa criminal dictadura, aunque fuera, con nuestra «oportuna» indiferencia, para librarnos de tan temida represión.
Yo digo que los cubanos podemos y tenemos que salvarnos de morir enajenados en cualquier orilla de este planeta azul, verde o colora’o. Yo digo que los seres cubanos somos los únicos responsables en hacer que nuestra Patria se sienta otra vez orgullosa y que nos toca a nosotros, solo a nosotros, recomponer el desastre material y espiritual, el daño tan grande que, con tanto fervor castrista, por más de seis décadas, le inferimos a Cuba y nos causamos a nosotros mismos…
Continuará…
Ricardo Santiago.