Otaola no es “malo”, los malos son los que le celebran su maldad.

Todo el mundo canta, perdón, todo el mundo sabe que este personaje de las redes sociales no es santo de mi devoción, es decir, que las tengo todas en su contra porque el tipo, amén de ser un oportunista manifiesto y probado, ha reproducido, estigmatizado y difundido, la peor imagen de nosotros los seres cubanos pues en cada aparición suya hace demasiado evidente a los ojos, a la vergüenza ajena y al alma cubana, que no existe nadie bueno para él excepto sus “amiguitos” cederistas de Miami, sus amantes seducidos y abandonados, sus protegidos, los que celebran cada una de sus payasadas o quienes le reportan algún dividendo físico o “espiritual”.

Ahora hay una tendencia, o una moda muy preocupante, y no menos repugnante, de reconocer a este macho-varón-masculino, de sombrerito de plumas, batilongos a lo Omara Portuondo y verborrea “incendiaria” contra todo el que no piense como él, como el luchador más frontal contra el castro-comunismo, algo así como un espadachín de capa floreada que no tiene parangón en todo el universo pues, como dicen sus eternos entusiasmados seguidores, no existe ningún otro ser cubano que le diga a la dictadura castrista las cosas que él le dice, no hay otro cubano que se enfrente como él a ese régimen tiránico de los mil demonios y ni aparece otro cubano, ahora mismo, que le cante, como él, las verdades a esa revolución de los apagones más largos del mundo desde una mesa bien servida, desde un sofá calientico y cómodo o desde una poltrona colora’, tú tienes la bemba colora’ y tienes las entrañas colora’.

A mi, lo que es a mi, esas actitudes de servilismo masivo, de sumisión agáchate niña y vuélvete a agachar, de falta de razonamiento colectivo y de ceguera parcial o total de quienes lo apoyan o defienden, me resulta muy, pero muy peligroso para la salud mental de un exilio que no tiene límites, para una migración que perdió la capacidad de juzgar por su propia cabeza, para un éxodo que no aprendió a escoger sus horizontes y para unos seres cubanos que no entendieron el peligro de ser fanáticos a “hombres”, a caudillos o a secretarios generales del partido, de cualquier partido.

El mejor ejemplo, aunque hay muchos, de ese servilismo descontrolado, baboso y perjudicial del que hablo, es la mujer peli-pintada que todos los días se sienta junto a Alexander Otaola y que su trabajo, parece, por lo que se ve, es reafirmar con un sí, yo voto sí, todas las ofensas, los improperios y los desatinos, que salen de la boca de este youtuber mañanero, vespertino, nocturno, y que son dirigidos contra todo aquel que se “cruce” en su camino, contra todo aquel que no claudique ante sus amenazas o contra todo aquel que quiera brillar con luz propia.

Contra mujeres el tipo se ensaña, contra las cubanas este hombrecito es especialmente sádico y no escatima en gastar todo su arsenal para denigrarlas, para humillarlas, para avergonzarlas y para hacer de ellas estiércol aunque muchas, existen varios ejemplos, por lo que son, por lo que hacen y por respeto a mi madre, merecen ser tratadas como mar de espuma, arena fina, balde y paleta…

Pero en eso hemos caído los cubanos. Nosotros, como comunidad maltratada, adoctrinada y mal educada, nos hemos convertido en nuestro peor enemigo, no reaccionamos con firmeza ante el daño que nos causa la masividad y vamos por ahí arrollando, bien pegaditos y junticos, como una comparsa carnavalesca, berreando, escandalizando y apoyando disparates, porque lo dijo fidel o porque lo gritó Otaola.

La diversidad maligna de un personaje como Alexander Otaola cobra sentido, tiene alguna repercusión, porque hay un “público” dispuesto a apoyar sus barbaridades, hay una generación cubana que se perdió entre yo soy fidel y cualquier otro imbécil me sirve, y que encuentra a un nuevo “guía” espiritual, a un nuevo “mecías” de la ignominia, con pamela y sin bastón, que tras un discurso aparentemente incendiario, resguardado por altas cercas, guardaespaldas y traidores, dice, según ellos, lo que muchos no se atreven decir por conveniencia, por ignorancia o por cobardía.

Yo digo que este tipo de personaje representa, para nuestra comunidad, una involución y un desastre tan apocalíptico como el que nos ha causado el castro-comunismo. Por una parte demuestra que seguimos arrastrándonos tras falsos líderes de ocasión y por la otra puntualiza que nos hicieron, nos adoctrinaron y nos cagaron, como un pueblo que venera la maldad, que celebra la vulgaridad y que apoya la inmoralidad por encima de la inteligencia, de la vergüenza, del sentido común y de la verdadera cubanía.

Ricardo Santiago.

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