¿Por qué quiero renunciar a mi ciudadanía cubana?

Yo soy enemigo, muy enemigo, de ligar, de mezclar o de confundir, la cubanía, lo cubano o a la cubana, con el castrismo. Quiero empezar haciendo esta necesaria aclaración para que no existan malos entendidos y para que los súper críticos de las redes sociales, o de la vida misma, no me acusen de ser demasiado anti-patriota o un connotado anti-cubano agente de la C.I.A.

En Cuba abundan la desgracia, la mala suerte y la traición.

Nada, amigos, estamos condenados, somos la execración de esta civilización y si no actuamos pronto, para sacudirnos del alma la desgracia, la mala suerte y la traición, nos desparramaremos, para siempre, en este amargo precipicio.

La “lanchita” castrista se hunde y los comunistas saltan pa’ Miami…

Lo más terrible de este “fin del mundo” es que sus principales gestores, sus más “ilustres” combatientes, saltan de tamaño acabose y van a parar a la limpia, fecunda e iluminada Ciudad de Miami, ironías del destino, terrible pero cierto.

El puesto a de’o sin casa, sin dignidad y sin vergüenza.

Yo digo que a este anormal presidente, porque si usted lo mira bien nunca hubiese sido elegido por ningún pueblo en su sano juicio, lo sentaron en el tibor del socialismo para que aguantara el palo, es decir, para que garantizara a toda costa la gran cogioca castrista desatada el 1 de Enero de 1959, para que asegurara la también ilegal presencia del apellido castro en el poder y para que fuera la continuidad, y aquí si aplica el término, de un régimen que, mediante la represión, el adoctrinamiento, la humillación, las mentiras y el desprecio hacia los cubanos, lleva más de sesenta y cinco larguísimos años controlando y esclavizando a todo un pueblo, incluso a sus propios defensores, a sus propios seguidores y a su propio ejército de dominados y dominatrices.

La peste el último y el cubano se la traga.

Dice mi amiga la cínica que el hedor en Cuba, en nuestra isla de nacimiento, excede las fronteras de lo físico y hoy se posiciona en la mentalidad de cada uno de nosotros cuando no somos capaces de diferenciar entre Cuba y castro-comunismo, cuando no sabemos detectar a un oportunista o a un baboso, cuando vamos por la vida de grandilocuentes y chovinistas, cuando dejamos de advertirle al resto del mundo sobre los peligros del socialismo o cuando hacemos silencio, o miramos hacia otra parte, para que nos ronque el pasaporte y nos dejen entrar a esa isla cárcel, maldita, secuestrada y esclavizada, por una de las peores tiranías de toda la historia de la humanidad.

Más pendejo que poeta y más oportunista que trovador.

Los cubanos tenemos que entender que, en honor a la supervivencia o la sobrevivencia, la cobardía política, que “es asunto de los hombres y no de los amantes”, es otra actitud para mantener la calma, para guardar silencio, para salvar la vida, para no sufrir cárcel, destierro y excomunión, y más cuando se vive en un medio tan hostil, donde se reprime a la gente hasta por defecar paradas, donde casi todos los verbos están prohibidos so pena de muerte y donde ronda, así como si nada, la muerte hasta por gusto.

Le ronca el pasaporte, la nueva propuesta de ley castro-comunista.

Por eso me moriré sin regresar a mi Patria, estoy más que convencido que nada que regula ese maldito demonio dictatorial es para beneficio, para hacerle mejor y más fácil la vida a los seres cubanos, es para darnos algo de respiro en medio de tanto hostigamiento o es para que, sencillamente, nosotros podamos entrar o salir de nuestro país, de nuestro propio país, del lugar donde nacimos, como nos dé la gana, con la normalidad más lógica del mundo y con la frente en alto como nos enseñó, gracias a Dios, el único Apóstol que tenemos los cubanos.

La vulgaridad de la revolución castrista y la chusmería del pueblo cubano.

Yo digo que los cubanos, en la superficie, somos un pueblo, también, digno de lástima, somos un piquete de semianalfabetos zapateando por el mundo, juzgando todo y a todos, sin acordarmos que un día nos pusimos una pañoleta, quisimos ser como el che, marchamos hacia un ideal, apoyamos el socialismo, defendimos las conquistas de esa maldita revolución del picadillo e hicimos el amor en aquellas trincheras de piedras porque no teníamos ni un kilo prieto partido por la mitad donde amarrar la chiva, chiva-chivita, chiva que rompe tambor y chiva de chivatear, así de terrible…

Una preguntica: ¿Los cubanos somos iguales o diferentes ante Dios?

Y mientras tanto nosotros cavando trincheras y las iglesias vacías, los cubanos en maniobras militares para defender al socialismo y Dios esperando por nosotros, muchos aspirando a ingresar en las filas del partido comunista y la nación renunciando a su espiritualidad, la mayoría blasfemando a diestra y siniestra mientras el país se nos caía a pedazos y por último, y mas terrible aun, muchos cubanos, por miedo, por resignación o por descaro, renegando de Dios mientras adorábamos con locura y paroxismo al diablo de fidel castro con las rodillas clavadas en la tierra, encueros de cuerpo, de espíritu y con una banderita del 26 de Julio metida en el…

Cuba, también, es una isla indecente, un país muy indecente.

Ningún país avanza con semejante nivel de indecencia en su “corazón”. La indecencia de nosotros los cubanos está, estrechamente ligada, muy ligada, a la disparatada decisión que un día tomamos al aceptar, para nuestra Patria, el sistema socialista como modelo económico y convertirnos, por falta de patriotismo, por falta de civismo, de honor y de hombría, en los máximos responsables de la destrucción de una Cuba que, al decir muchos en este mundo, era una tacita de oro, fue un paraíso en medio del mar Caribe y fue un orgullo para quienes ofrendaron hasta sus vida para que esto fuera posible.

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