Yo estoy por creer que la mayoría de nosotros los cubanos, de los seres cubanos, vivimos en un limbo existencial y estamos “albergados” en una realidad damnificada, es decir, nos sobra subjetividad a la hora de pretender que con una supuesta unidad, entre todos los que queremos una Cuba libre, libre de castro-comunismo y de lo otro, lograremos derrocar, de una vez por toda, a esa fatídica revolución de los apagones más largos del mundo.
Y es que, insisto, no acabamos de entender que la tan anunciada, pretendida y no cultivada unidad que tanto queremos, es una acción inexistente, un sentimiento que no procede y una de las “pajitas” mentales más impulsadas por fidel castro, al inicio de su asonada terrorista de 1959, cuando nos inculcó, mediante mentiras y traicioneras estafas, que un pueblo unido jamás será vencido.
Dice mi amiga la cínica que en el caso nuestro el engaño castrista, la argucia marxista-leninista de los proletarios uníos, caló más hondo de lo normal, de lo permisible para el homo sapiens contemporáneo, pues ese tan anunciado “pueblo unido” se convirtió, a la vuelta de unos pocos años de ser revolucionarios sin revolución y sin vida, en enormes filas para comprar la subsistencia necesaria, en desquiciantes moloteras para intentar adquirir productos racionados, en esquizofrénicas entradas a golpes para tomarse un buchito de café y en una desesperación muy grande para escapar de aquel maldito infierno.
Por eso es que quien casi siempre nos quiere controlar, dominar o doblegar a sus antojos, lo primero que nos dice es que tenemos que estar unidos para que nada ni nadie nos pueda vencer, para que en la juntamenta, en la piña y en la mezcolanza, a río revuelto ganancia pa’ pescadores, encontremos la paz de los sepulcros y nos protejamos, los unos a los otros, como en un inmenso banco de sardinas temerosas que huyen de las fauces de sus depredadores.
Pues el resultado, de tanto pretender que estábamos unidos a esa tenebrosa ideología del socialismo y del fantasma que recorre el mundo, es que hoy, nosotros los seres cubanos, somos el pueblo más dividido del mundo, más separados al nacer, ya que un hermano tira pa’llá y el otro jala pa’cá pues nos sembraron, en nuestras cabecitas de hombres y mujeres adoctrinados, la semillita del odio, de la discordia, del espanto y nos manipularon hasta las trancas para que actuáramos como un rebaño ovejero que busca amparo bajo las botas de su pastor y porque mientras más unidos, más apretaditos y más arrimados, más fácil para controlarnos y para entrarnos a patadas por el culo.
Así de obediente y terrible actúa la famosa unidad, los amiguitos junticos caminando cogiditos de las manos, abrazaditos los dos y meneando la cinturita en un mundo donde tienen que prevalecer las ideas originales, donde el individualismo creativo se constituye en la base del desarrollo y donde pensar con ideas propias, más allá de intereses populistas o falsamente democráticos, se constituyen en la única manera de lograr progreso, prosperidad y una buena vida.
Ni siquiera los comunistas, los promotores de las barricadas y de las fortalezas de humo para supuestamente enfrentar al capitalismo salvaje e “inhumano”, logran unirse, alcanzan a formar un muro compacto pues mientras unos exigen más sacrificio y más desprendimiento personal a las masas, otros se enriquecen, se apropian y se benefician con el sudor, con el esfuerzo y con la bobería, de quienes creen en esa mierda o tienen miedo de embarrarse o escapar de ella.
Por eso es menester de quienes estamos constantemente denunciando al castro-comunismo, que dejemos de exigirnos unidad como si esa fuera la solución al hambre, a la miseria, a la indigencia y a la muerte infecunda del pueblo cubano. No podemos confiar en una “estrategia” de liberación nacional sobre la base de que, por tal de no fomentar la “división”, le aceptemos a oportunistas, a vividores, a parásitos y a traidores, sus discursitos de ocasión y sus babas populistas que embrutecen a las “masas” y nos confunden a la mayoría.
Me niego rotundamente a reunirme, a “caminar” codo con codo, con semejantes personajes, nunca me verán andar por las guardarrayas de la historia con quienes me explotaron el alma, el cuerpo y mis neuronas de pensar o con quienes, considero yo, hoy viven y lucran con la vida o la muerte de casi todos los cubanos.
El pueblo cubano, repito, desde hace más de seis décadas, es el pueblo más disgregado de este planeta porque desde que nos obligaron a ponernos la pañoleta de pioneros por el comunismo hasta que fuimos capaces de gritar libertad individualmente, cada uno de nosotros ha tenido que saltar muchos inconvenientes y soportar el dolor que nadie se imagina.
Ricardo Santiago.