¿Qué cubano no siente dolor, vergüenza, al ver esa Cuba podrida por el castrismo?



Parte el alma, duele hasta en las uñas, despetronca la existencia de cualquier ser cubano ver en qué han convertido a Cuba, a la tierra más hermosa que ojos humanos han visto, la descojonación que esos canallas del castro-comunismo, con su ineptitud, su incapacidad, su negligencia y un descaro sin fin, al punto de, y lo digo con un nudo en la garganta, transformaron a nuestra antaño bella y próspera Patria en una letrina repleta de miserias y de espantos.
Terrible pero cierto.
Y, lo digo, porque, como todo el mundo sabe, Cuba es, o era, depende de los ojos de entender la verdad que Usted tenga, una isla flaquita y larga flotando en medio de un cálido pedazo de mar, con aires de doncella virginal, coqueta y altanera que camina, o caminaba, igualitico a la mujer de Antonio.
Son muchas, muchísimas, las imágenes, unas más hermosas que otras, las que se han utilizado para describir a esa tierra nuestra donde hay un sol que raja las piedras y un amor por ella que crece a borbotones aunque, aun cuando muchos se han dejado vencer por la desilusión, a mí me gusta seguir imaginándola, a Cuba, quiero decir, como un pequeño y deseado feto abrazado a sí mismo y rodeado por un maternal líquido amniótico que le suministra constantemente candor, escándalo, guapería, hermosura, hombría, amistad, honor, vergüenza, patriotismo y sensatez.
Y en ese sentido pienso: ¿Cuántos cubanos en este planeta aun miramos a nuestra Patria querida como la tierra más bella que ojos humanos vieron?
Porque, en la vida real, aunque tenemos un porciento importante de culpa, no fuimos nosotros quienes nos empecinamos en mantener ese retrógrado sistema económico que responde al nombre de socialismo, muchas voces, desde el mismísimo 1959, se alzaron y han demostraron la ineficacia de ese régimen, la inhumana nacionalización de la miseria, la inoperancia de la centralización del poder y la mezquindad de un grupúsculo de terroristas que se creen con el derecho a decidir quién vive, alto tres veces o disparo…
Porque la miseria que nos ha endilgado el castrismo tiene muchos tipos y formas. La miseria castrista es contagiosa, humillante, desproporcionada, totalitaria y se manifiesta desde lo material hasta en los sentimientos, las actitudes y en el honor de las personas.
Por eso siempre digo que más que miseria la dictadura castrista nos convirtió a los seres cubanos en un pueblo miserable, con excepciones claro está, pues preferimos desarrollar más la capacidad de adaptación “al sistema”, para sobrevivir, que negarnos a mantener vivo un régimen de criminales que nos ha hundido en una gigantesca letrina ahogándonos en groserías, afrentas, limitaciones, extorsiones, desfalcos y desvergüenzas.
Y lo digo bien claro porque “algunos” piensan que están muy alejados de la fetidez del castrismo porque, o bien no viven en Cuba, o bien porque dicen que son “revolucionarios” y para ellos el picadillo y la masa cárnica son lo mejor del mundo y los defenderán con su propia sangre si fuera necesario: “primero muertos antes que renunciar a nuestra comunista cuota de airecito de soya”.
Pero la realidad es otra. Las humillaciones del castrismo nos alcanzan a todos por igual porque van desde el elevado precio de… ¡le ronca el pasaporte!, pedir autorización para entrar al país donde nacimos y que le nieguen la entrada a otros por su actitud contestataria hasta tener que aceptar a una dictadura enquistada en el poder por más de sesenta y tres larguísimos años, el monopolio estatal sobre “los medios de producción”, que la “tinta china” escriba clarito y se borre con el tiempo, un abusivo control de la vida y la muerte de todos los cubanos, tener que soportar la inoperancia de energúmenos administradores estatales, la politización rayando en la idiotez “solidaria”, a querubines fidelistas por siempre en las redes sociales y a la pérdida del pan nuestro de cada día porque, sencillamente, y está ciento por ciento demostrado, ese retorcido socialismo no sirve más que para hundir a un país en la miseria, en una espesa niebla de maldiciones y en un oscurantismo económico que atrasa la vida y ralentiza la muerte para eternizar nuestro calvario.
Es por eso que mirar a Cuba hoy, a nuestra Patria linda y querida, duele, duele mucho, revienta verla convertida en un enorme estercolero, en un inmenso lupanar político donde muchos seres cubanos perdieron el honor, la dignidad y la vergüenza, donde algunos prefirieron trapichar con el patriotismo a cambio de obtener miserables prebendas de un régimen que reprime la libertad, prostituye la “justa” justicia y abandera el sálvese quien pueda…
Ricardo Santiago.



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