He visto y leído mucho sobre este desastre electoral, el peor en lo que va de siglo, qué digo siglo, el más grande papelazo que se ha hecho en materia de candidaturas y elecciones en toda la historia de la humanidad.
Con la aplastante derrota sufrida por el «precoz» ganador de la alcaldía de Miami Dade la gente liberó las bajas y las altas pasiones, dieron riendas sueltas a la venganza, se la están desquitado de lo lindo, le pagan con la misma moneda y se han burlado a más no poder de este “candidato” que se creyó alcalde antes de tiempo y se tiró, como se dice en buen cubano, el peo más alto que los conteos a pie de urnas…
Pero la realidad y la verdad fueron otras, sin ánimo de hacer leña del árbol caído, del gajo destrozado, de las ramitas hechas añicos, del pasto incinerado y del rancho enterrado, el conteo de los votos demostró que ni es tan aclamado, ni es tan popular como pretenden hacernos creer, ni pincha ni corta como quieren aparentar y ni lo toman tan en serio como vociferan sus entusiasmados pues solo una ínfima parte, una mínima porción de convocados a elegir el futuro de Miami Dade, puso su cruz en la casilla que llevaba el nombre de Otaola demostrando, una vez más, ante la realidad objetiva, que vistas no son votos, que «seguidores» no son votos, que patrocinadores no dan poder y que una cosa es con chisme y brete y la otra con papeletas electorales.
La caída fue inmensa, el aterrizaje bochornoso, el derrumbe estrepitoso y la vergüenza, si es que existe, descomunal. El tema es que este sujeto, previo a su exceso, se la pasó todo el tiempo exhibiendo aires triunfalistas, dándoselas de ganador absoluto y alardeando a las dos manos que todos lo amaban, todos lo adoraban y todos le pedían que fuera su pastor.
Yo, en mi vida, había visto tantas equivocaciones en un solo ser humano o cubano, errores que aun hoy, después del asfixiante tsunami, siguen cometiendo tanto él como sus entusiasmados que no dan crédito a lo que está frente a sus ojos e insisten en que el tipo fue el ganador, que les hicieron fraude y que el mundo tiene que recontar los votos para ver si tengo una bolita que me sube o que me baja.
Yo digo que todo este apocalipsis del embuste cederista tendría algún sentido si los miembros de tan tenebroso buró político miamero hubieran aprendido la lección, hubieran puesto los pies en la tierra y hubieran abierto sus mentes y entendido que un puesto público, aparte de inteligencia, decencia y buenos asesores, requiere de una alta, de una altísima dosis de empatía, de toneladas de sentido común, de mucho respeto por el pensamiento ajeno y de no denigrar, siquiera, a quienes consideramos nuestros oponentes o nuestros adversarios políticos o de los otros.
Pero los entusiasmados, con el Delegado Alarcón a la cabeza, persisten en coleccionar errores tras errores, no se dan por vencidos en su antipatía tumultuaria, pandillera y camancolera, se disfrazan de ovejitas “sensuales” para provocar la lástima de un exilio que a todas luces los desprecia y exaltan, otra vez, su odio y sus amenazas para tratar de conquistar a través del terror lo que no pudieron conseguir mediante el voto secreto.
Y este secretismo fue el que realmente los derrotó, mucha gente públicamente decía una cosa y en la intimidad de su corazón hizo lo contrario, es decir, votar por este sujeto que se pasa el tiempo atacando, ofendiendo, lacerando, denigrando y humillando a cuanta alma lo supera o, simplemente, no está con él, ni muertos, preferible no asistir o dar el apoyo a otro candidato más serio, más responsable y con mayor credibilidad.
Yo espero que tanto Otaola como sus entusiasmados se llamen a reflexión, recapaciten y mediten sobre todo lo bueno que han hecho mal y todo lo malo que hicieron bien. La verdad y la vida siempre pasan factura, nos ponen en el lugar que nos toca y es en ese momento donde tenemos que asumir que a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Quiero dejar claro que no estoy a favor de la elegida, pero esa es la democracia y tenemos que respetarla, hubiera preferido al señor que quedó en segundo lugar pero, como todo el mundo sabe, mi voto no cuenta, lo mío será, en su momento, la alcaldía de la Ciudad de Toronto, jajajaja…
Ricardo Santiago.