Recuerdo que en Cuba, en el edificio donde yo vivía, cada cierto tiempo, se hacían reuniones del consejo de “propietarios”…, nada…, nunca se resolvía ningún problema pero al terminar todos “salíamos”, o debíamos salir, con la moral “fortalecida”, la fe por las nubes, por supuesto la fe en la revolú, el compañeros chequendengue, chequendengue a trocha y mocha y una convocatoria para reencontrarnos el próximo domingo en el trabajo voluntario en la cuadra: “Y no olviden firmar la asistencia”.
Entre mis vecinos había una “dama” muy, pero que muy, pero requete muy militante del partido ella, oportunista a mas no poder que, ante cualquier situación, enredo, tema o problema donde nadie quería opinar decía: “Hablen compañeros que quien no hable aquí es porque tiene cobardía política…”.
Yo, todavía a estas alturas de mi vida, no sé qué carajo quiere decir eso, pero confieso que cada vez que la tipa lo tiraba, en medio de la multitud, con la seriedad que lo decía, a mi me daba pavor, un pánico que me recorría “desde la punta del pie, la rodilla, la pantorrilla y el peroné…”.
Mi amiga la cínica cuando me visitaba y se tropezaba con la susodicha en las escaleras, porque el ascensor siempre estaba roto, me decía: “A mi esa mujer me da un asco que no lo puedo evitar, mira que habla mierda, es como una réplica de Fidel Castro pero a nivel de cuadra, de CDR, me cago en la madre que la parió…”.
Esta es a mi juicio la mejor descripción de este fenómeno en Cuba. La politiquería barata de la dictadura terminó por contagiar hasta las relaciones interpersonales de los cubanos, armó a muchos oportunistas de un discurso patriotero que solo sirve para intimidar, ganar puntos, escalar posiciones, chivatear, delinquir “legalmente” pero que al final de este cuento interminable terminó por hastiar y hartarnos a todos, hasta el punto de aborrecer y detestar a un régimen que es capaz de sacrificar la belleza de las buenas palabras por la mal sanidad que se esconde detrás de términos como revolución, revolucionarios,ompañeros, discursos, cederistas, recaudación de divisas, donaciones de sangre, guardias, rectificación de errores, federadas, marchas del pueblo combatiente, mítines de repudio, trabajo voluntario, moral socialista y, ¡Ah!, por supuesto, “cobardía política”.
Ricardo Santiago.
Con tu estilo picaresco, musical y criollo permites más de una sonrisa, pero comprendemos que esas vivencias selló de recuerdos oscuros muchas semblanzas de nuestra Cuba.
Aquella Isla colmada de costumbres hermosas, diáfanas, sensibles y alegres fue sustituida por reuniones, marchas, discursos..
Es la forma de los castristas de enredarle la existencia a las personas con un adoctrinamiento marcado por frases y palabras amenazantes.
La politiquería se convirtió en arma de doble filo, lo mismo te daban un homenaje, que un mitin repudio, un aval para el PCC, que un trapo con la sentencia «cobarde politico».