Repito: Nosotros los cubanos somos el pueblo más dividido del mundo.

Existe la recurrente idea, entre nosotros los seres cubanos, de acusar, a quienes no están de acuerdo, a favor, en complicidad o a quienes, sencilla y llanamente, no concuerdan con nosotros, de ser parte de la división, de fomentar la desunión, de “participar” en campañas orquestadas por la dictadura castro-comunista para separar a los cubanos y hasta de ser cómplices, por similar motivo, de ese régimen infernal que nos oprime, nos extorsiona, nos adoctrina y nos asesina a todos por igual.

También de hacerles el juego, de ser manipulados por la propaganda de esa revolución de los apagones más largos del mundo y ser un agente del aparato represor que mantiene, por la fuerza y la extorsión, a esos criminales sentados eternamente en el tibor del socialismo en Cuba.

Así de superfluo nos pasan los tiros cerca del rostro, así de básico es el análisis de quienes quieren contrarrestar la opinión ajena y así de insustancial es la manera que tienen algunos de defenderse atacando cuando, de lo que aquí se trata, es del respeto a las ideas de otros si son expresadas con respeto, con autoridad y con la intención, con la única intención, de manifestarnos como individuos que difieren de esto, de aquello, de algo, de ti o de mi.

Pero a nosotros nos cuesta mucho trabajo, muchísimo trabajo, aceptar la opinión extraña sin entender, sin querer entender, la puñetera libertad que, como otro derecho humano, esos que tanto manoseamos y baboseamos, tienen los seres humanos y cubanos, para decir me gusta el pan, me gusta el queso, me gusta la Vita Nova, pero no me gusta la pizza.

Y nos pasamos tres pueblos, qué digo tres pueblos, nos pasamos tres continentes completos, para decirle al otro que está equivocado, que lo que dices no es cierto, que hablamos mucha mentira, que no tenemos conocimiento de causa, rebelde sin causa, que si estuviéramos mejor informados no hablaríamos tanta mierda y así, como quien no quiere las cosas o como quien no le pidió su opinión a nadie, te sueltan cualquier epíteto para demostrar que eres un agente de la dictadura más perversa del mundo, que eres un comunista reciclado y, por ahí pa’llá, que ojalá te tragues la lengua y te ahogues en tu propio veneno por querer desunir, separar, deshacer, contaminar o desintegrar, la “unidad” de un pueblo que se caracteriza porque todos comen lo mismo, sueñan lo mismo y quieren irse pa’ Miami para escapar de esa maldita tiranía del cuerpo y del alma.

¡Vaya, digo yo, tremenda porquería ese mejunje de la unidad!

Yo pienso que por nosotros los cubanos ir tras la “unidad”, el pueblo unido jamás será vencido, es que estamos como estamos, es decir, somos, según como lo veo, el pueblo más marcadamente dividido, más separados los unos de los otros y más polarizado del mundo porque o estás conmigo o estás contra mi.

Y todo por la puñetera imposición de criterios, por la tremenda manía que hemos desarrollado, bajo los dogmas del adoctrinamiento más sofisticado de la historia, de uniformar el pensamiento colectivo, de imponer por la fuerza, o como sea, que todos pensemos iguales, amemos a los mismos líderes, comamos la misma mierda y creamos que con griterías, desde una silla calientica y cómoda, se puede liberar a un país sumido en la miseria, en la desnutrición, en hambrunas y en la muerte por más de sesenta y seis larguísimos años.

Dice mi amiga la cínica que ella piensa, cree, está casi convencida, que es por esa unidad que casi todas las mujeres jóvenes de Miami se parecen física y verbalmente, que casi todas tienen la misma carita, se les ve en la carita, tienen el mismo pelo, las mismas nalgas y, terrible decirlo, las mismas «ideas».

Yo voy más allá, el ser cubano de los últimos tiempos ha creado un panteón de “mártires” muy extraño, ha desarrollado una fronteriza capacidad para despetroncarse tras el brillo y las lentejuelas y andan sirviendo de eco a quienes, si usted lo analiza bien, solo persiguen incrementar sus ambiciones personales, satisfacer un ego desmesurado, juzgarnos ferozmente mediante la ley del embudo y exprimirnos hasta el alma tal como lo hacen los castro-comunistas en Cuba.

No, cubanos, seres cubanos míos, en la desunión está la verdadera fuerza, en la veneración a la individualidad y en el respeto a ella está el crecimiento de una nación, de un país y de un pueblo. La vida tiene que, obligatoriamente, tener muchos matices, muchas aristas y lo otro, es decir, la famosa unidad que algunos quieren, solo sirve pa’ que los comunistas hagan de las suyas, nos pisoteen y nos metan otra banderita de cualquier cosa por el mismísimo c…

Ricardo Santiago.

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