Es triste, desagradable, desquiciante, provoca vergüenza ajena, no me gusta ni un poquito, me deprime y aun así no puedo dejar pasar por alto el desafortunado comentario que dejó al pie de uno de mis post una persona que me había solicitado amistad recientemente y a quien acepté porque en su perfil no encontré nada “sospechoso”.
Reproduzco el comentario en cuestión para que se pueda entender, concretamente, de qué estoy hablando:
“Hijo, disculpa, pero para lo que le importa a la bestia (castrista) lo que tú y otros tantos escriben, mejor dedíquense a otra cosa. Yo entiendo lo heridos que puedan estar, pero esa recondenación y ese odio perpetuo no logra nada, nada de nada. Solo envenenarlos más a ustedes como seres humanos.”
Como he dicho muchas veces, muchísimas, nunca he sido partidario de los enfrentamientos frontales entre opiniones que difieren las unas de las otras porque, después de haber visto, leído y oído las cosas que he “visto, leído y oído”, siempre al final de los “debates” los oponentes terminan en descalificaciones, ofensas de todo tipo, acusaciones y faltas de respeto, muchas faltas de respeto.
Pasa que en esta ocasión, y aclaro que no lo tomo como algo personal, más que rebatir la opinión de esta “dama que esconde sus medallas”, si me gustaría defender un sentimiento, el cual ha sido agredido, que es el común denominador de la mayoría de los cubanos que vivimos en el exilio, y dentro de Cuba también, y se expresa en la necesidad de denunciar, desde la perspectiva de cada cual, los desmanes, atropellos, mutilaciones, vejaciones, injusticias y crueldades que comete esa “eterna” tiranía contra una nación entera.
Si todos hacemos silencio y nos tragamos nuestras verdades “porque a la bestia castrista no le importa lo que escribimos, pensamos o decimos…” yo pregunto: ¿En qué nos convierte esa “indiferencia”?
No, no y no. El silencio asumido, inducido, estúpido o en cualquiera de sus formas, ante los crímenes que ha cometido y comete el régimen de los Castro en Cuba, nos convierte en cómplices, en indolentes, en gaticas de María Ramos, en ratoncito castro se cayó en la olla, por cobarde y por “pendejo”, y la sopa se desgració…
En Cuba nadie puede ser apolítico, en Cuba nadie puede abstenerse y decir yo no me meto en política, nadie, absolutamente nadie. Fue el propio fidel castro quien le dijo al pueblo están conmigo o están contra mí y nos dejó sin alternativas, nos obligó a pensar por unanimidad y justo por ese maquiavélico pensamiento han muerto cientos de miles de cubanos y millones han sufrido presidio y los más injustos atropellos.
No, no y no. Los cubanos no podemos callarnos, no podemos dejar de denunciar nuestras desgracias, no podemos permitir que el castrismo y su pandilla de cómplices e indolentes pasen de largo y sigan destruyendo a un país y enterrando en vida a un pueblo que, cada día que pasa, hace más visible las horrendas cicatrices de una esclavitud que empezó por dominar la mente y terminó por apoderarse de todo el cuerpo de nuestros compatriotas.
La señora que esconde sus medallas debía replantearse su espanto. Esta dama de la “abstinencia” socialista siembra, con sus “ideales”, mucho veneno entre quienes aspiramos a una Cuba mejor donde se respete a todos por igual, donde los derechos constitucionales sean sagrados y donde quienes dirijan la nación estén al servicio de la Patria y no se sientan y actúen como dueños de ella.
Es posible que esta dama que esconde sus tristes medallas tenga razón y a mí la bestia castrista no me lea, no le importe y le sea indiferente, es posible, pero de lo que sí estoy convencido es que en las redes sociales, en el pueblo y en la vida misma hay muchos cubanos que exhiben una potente voz, muy potente, voces que esos esbirros de la razón tratan de acallar constantemente, por cualquier vía, para que la verdad sobre Cuba no salga a la luz y termine por imponerse con total justicia. Pero están jodidos, están desesperados, están heridos y se ve que no encuentran forma de silenciarlos.
Por supuesto que eliminé de mis amigos a esta dama con medallero y todo, los cubanos queremos luz, estamos sufriendo apagones desde los 60s del siglo pasado: ¡Basta ya!
Ricardo Santiago.
Se trata de acomodarse a esperar que la tormenta se desplace, y desaparezca allende los mares… No importa todo lo que arrastra en su curso, ni lo que perece.
Como esa señora hay varios y si se quedaran callados, o como decimos que aprovecharan el tiempo para descartar sus insensibles y dañinas ideas, hubiera sido fantástico.
A ese tipo de persona nada les importa y debían acoplarse en vitrinas exhibiendo su fisionomía. El encierro las convertirá para bien de todos en ciegas, sordas y mudas.
Pueden pesar si lo desean que hay libertad de pensamiento y de expresión cierto, y también libertad individual y respeto, que esa señora se da el triste lujo de criticar y cuestionar.
Resuta dificil de asimilar cuando se trata de la realidad de un país sometido a una cruel y extensa tiranía. No se hace referencia a una película de ficción, a los vestidos o zapatos de moda. Hay que pecar de demasiado pasivo para pretender que otros se crucen de brazos o den la espalda.
Como a Ricardo Santiago, a muchos de nosotros nos interesa lo que denunciamos, porque no somos sicarios del régimen; lo condenamos y exigimos la salida inmediata de Cuba de todos los castristas, sin excepción.
El silencio sólo está hecho para quienes se identifican, justifican, se complacen con los asesinatos, la opresión, la corrupción, el hambre, la debacle de un pueblo.
Hay que ser demasiado tolerante, partidario de esa dictadura para pretender obstruir nuestro pensar y apagar la luz de quienes iluminan el camino y nuestro verbo.
No necesitamos que los castristas nos lean y escuchen, entre ellos se conocen y más bien se repelen y desconfian porque son traicioneros por naturaleza.
ES AL PUEBLO a quien va dirigido nuestro quehacer. Queremos que tome conciencia de su realidad, de su papel histórico. Porque son los cubanos quienes nos OCUPAN y PREOCUPAN.