Quiero empezar este “remordimiento” aclarando que yo nací y me crié, es decir, viví toda mi vida cubana racionado hasta la médula espinal, dosificado hasta la coronilla, administrado desde el verbo hasta los malos pensamientos y controlado, por decreto dictatorial, sin derecho a protestar, hasta donde dice made in bolsa, en fin, jodido de mala manera pero “feliz”, eso pensaba, porque tenía, y no seas inconforme, joven revolucionario, socialismo pa’ comer y pa’ llevar.
Nada que, sin darnos cuenta, fuimos la generación del racionamiento y créanme que formar el carácter bajo ese endemoniado estigma nos trastocó la vida para siempre pues aprendimos a ver la vida en forma de te toca o no te toca, son a dos por persona, si compras calzoncillos no compras caramelos, los huevos son cinco al mes por cabeza, la frazada de piso es una por núcleo y la muerte, los patria o muerte, esos si son por la libre, a toda hora, para defender las conquistas de la revolución, del socialismo y sálvese quien pueda.
Pero ahora, según las noticias que emanan de esa isla polvorín o isla olla de presión, la histórica y revolucionaria libreta de racionamiento castrista, la misma que ha estado omnipresente en la cotidianidad de los seres cubanos, por casi seis décadas de martirologio de la clase obrera y como vergüenza nacional de un país entero, dicen los comunistas, tiene que desaparecer, ya cumplió su función, es otra “”carga” que el Estado socialista no puede sostener y a correr albañiles que se acabó la mezcla…
Algunos creerán, los más entusiastas, crédulos o despistados, digo yo, que el ser cubano, a partir de ahora, podrá comer todo cuanto le dé la gana, llenarse la barriga al punto de reventar los botones de su camisita a cuadros o saciar de una buena vez y para siempre un hambre revolucionaria que lleva más de sesenta y cinco larguísimos años volviéndonos locos, dejándonos medio trastornados a lo largo del camino, pidiendo el agua y la luz por señas y gritando, a todo pulmón, diez canel s…
El caso es que esa crueldad castrista, llamada libreta de racionamiento, se hizo tan presente en nuestras vidas que, y no me cabe la menor duda, se convirtió en un miembro más de nuestras familias, en el horcón salvador de tres buches amargos cada mes y en el tesoro más preciado que puede tener un hombre humilde que, a cambio de haberle dado su vida, su salud, su inteligencia y su muerte, a esa maldita revolución, recibía, mediante una cruz en una casilla, una asignación de productos muy escasos, muy mal manipulados, muy mal envasados, de muy baja calidad y muy costosos, chantaje, puro chantaje, pues si no te comportas derechito como una vela, con los principios del socialismo, te la quito y a tomar por saco.
Pero no nos vamos a engañar, hoy por hoy existe un grupo de cubanos, yo diría que numeroso, ya sea porque están pegados a la dictadura, porque tienen acceso a una economía al margen de la “ley” o porque reciben ayudas de familiares o amigos en el exterior, que no utilizan esa mierda racionada o que, sencillamente, no les importa su existencia pues nada de lo que venden por ahí sabe bien o nos llena la barriga como Dios manda.
Una nota aparte, dicen que el cambolo de Santa Ifigenia comía a la carta, todos los alimentos tenían que ser frescos del día y procedentes de zonas geográficas o fábricas muy específicas, qué clase de descara’o, de sinvergüenza y de mentiroso fue ese degenerado.
Y los descendientes también, podría apostar todo mi imperio a que ninguno de los hijos, los nietos o los enchufados del castrismo utilizan, viven o se alimentan, de una libreta de racionamiento, si no me creen pregúntele al nietecito cabrón, al de los bares y cantinas, al de los jugueticos y al de las más ridículas y vergonzosas actitudes protegidas por esa criminal dictadura.
Mi preocupación real, ante esta muerte anunciada miles de veces, es ese otro cubano, ese que tiene que ir a pie a todas partes y no tiene la más mínima esperanza de cinco huevos una vez al mes, que no tiene quien le tienda una mano al pasar y que caerá, redondito en medio de la calle, por tanta inanición, tanto sufrimiento y tanta hambre.
Ha muerto la “reina” de Cuba, Dios salve a los cubanos humildes, a los cubanos desplazados, a los ancianos, a los hombres, a las mujeres y a los niños, a los que la vida de vivir, desgraciadamente, se les refleja en una cartilla de racionamiento.
Ricardo Santiago.