Ser un cubano de a pie: ¿Vergüenza o dignidad?

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En Cuba yo era un cubano de a pie. Literalmente. Recuerdo las largas caminatas que tuve que pegarme porque desde que yo nací, por allá por 1962, el transporte en Cuba siempre fue una mierda. A mí no hay quien me haga un cuento de eso.
Los zapatos, bueno, la mayoría eran una desgracia por su mala calidad, recuerdo que algunos se abrían como la boca de “tiburón sangriento” y daban la impresión de que querían comerse las calles o morder a la persona que tenías enfrente, otros perdían los tacones y te obligaban a andar dando salticos, y la mayoría se agujereaban por la suela porque, con el sol que hay en Cubita la bella y el “indio” calentando el asfalto a todas horas, no había suela que soportara y al final el zapato sólo servía para cubrirnos el pie y disimular que realmente andábamos descalzos. Fueron tiempos terribles.
Pero ser un cubano de a pie es mucho más que caminar o “andar sobre los pies cansados”, es una condición con la que se nace y se vive porque tus padres son humildes trabajadores y les toca pugilatear la vida para darte un plato de comida decente o alguna “ropa a la moda” que no te haga sentir vergüenza frente a tus compañeros y amigos. En esas edades es muy difícil entender por qué unos pueden y otros no.
Este es un tema muy delicado, sólo con los años y la experiencia que obtenemos por vivir es que nos damos cuenta cuánto sacrificio hicieron nuestros progenitores para tratar de contentarnos en un país donde “nada”, “no hay”, “no puedo” y “el dinero no me alcanza” son el más común denominador de las personas humildes, decentes y honradas.
Mi madre era una simple secretaria y mi padre un chofer, es decir, nada que ver con puestos en el gobierno o en el partido comunista y las suculentas prebendas recibidas por quienes detentaban estos cargos y se codeaban con la “nueva clase pudiente cubana” que premiaba por asentir, obedecer, delatar, “guataquear”, babosear y cumplir sin protestar las “orientaciones de arriba” como algo sagrado dictado por biblias revolucionarias.
Sí, mi vida siempre estuvo marcada por la estrechez económica y los sueños sin realizar, recuerdo a mi madre pegada a una máquina de coser hasta las tantas de la noches para ganar algún dinero extra y reunir, centavo a centavo, para poder comprarme cualquier cosa en el mercado negro a unos precios exorbitantes, pues era donde único se encontraba algo “moderno” y de alguna calidad, es duro recordarlo pero así fue.
El cubano de a pie es el único que sabe de verdad qué coño es el comunismo y la desgracia que significa, a nosotros estos tipos no pueden venirnos con el cuento de que la Revolución y Fidel son buenos y le trajeron prosperidad a los cubanos, ¡que no me jodan!, demasiado tiempo con las mentiras, engaños, los griticos en la televisión y las risitas alabando al líder y los periódicos diciendo que se sobre cumplieron los planes de cosecha de la papa y por otro lado nuestras ollas sin usar y las casas cayéndosenos encima y nuestros hijos mirando las vidrieras con los ojitos angustiados y: al carajo todo, ese sistema, esa Revolución y esos mequetrefes que gobiernan son demasiado castigo para personas que sólo quieren vivir, trabajar y ver a sus hijos felices.
El cubano de a pie merece un monumento o mejor dicho: OTRO GOBIERNO…




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