Sí, creo que sí, los cubanos nos estamos perdiendo como nación y como pueblo.

Es que es demasiado evidente. Cualquiera con dos dedos de frente o de espalda puede darse cuenta que nosotros, los cubanos, los seres cubanos, hemos involucionado como nación, como “raza”, como pueblo, como país y como sociedad, pues solo basta con oírnos hablar, con ver la manera con la que nos comportamos, la forma que tenemos para analizar las situaciones de la vida, las justificaciones que damos ante esto o aquello, el rumbo equivocado que casi siempre tomamos y los líderes que nos buscamos para que nos representen o para que sean “faro y guía” de nuestros derroteros.

Y todo, como siempre digo, comenzó aquel fatídico 1 de Enero de 1959 cuando de hombres y mujeres prósperos, trabajadores, emprendedores y propietarios de nosotros mismos, pasamos a ser una masa compacta de obreros, de campesinos, de estudiantes e intelectuales colectivistas, revolucionarios, cederistas y entregados en cuerpo y alma a una supuesta revolución social, que nunca se hizo para los humildes, que nunca tuvo el objetivo de salvarnos del subdesarrollo y que nunca, pero nunca, estuvo enfocada en lograr el bienestar del pueblo cubano.

Así que, con tanto entusiasmo participativo, con tanto exceso de adrenalina combativa y aguerrida, con tantas borracheras del proletariado y con tanto sube pa’quí y baja pa’llá construyendo un futuro luminoso, que devino en apagones eternos, constantes y sonantes, nosotros, los seres cubanos, nosotros solitos, nos pusimos la soga al cuello, nos colgamos de los postes del alumbrado público, nos ahorcamos en las guásimas de las guardarrayas y nos caímos a patadas por el culo los unos a los otros, con la ilusión de que algún día tocaríamos el cielo con las manos, estaríamos, como país, mejor que los Estados Unidos, y tendríamos sanguisis de jamón y queso a borbotones, pa’ comer y pa’ llevar, como, dicen, sucede en los países que se acogen a un régimen socialista.

Mucha mierda tendríamos y tenemos que estar comiendo, algunos cubanos, gran parte de nosotros, cuando decidimos creer semejante estupidez. La verdad es que emparentarnos, juntarnos o mal vivir en concubinato con el socialismo y con una revolución ideada para someternos y esclavizarnos como marionetas de un grupúsculo de bandidos, de delincuentes y criminales, solo nos trajo atraso en el orden económico, político, social y cultural, nos provocó la mayor destrucción física y espiritual que puede sufrir un pueblo y nos convirtió, en muy pocos años, en el país más miserable del mundo.

Y el cubano, el ser cubano, no escapó, con los golpes de un, dos, tres, cuatro, marchando hacia un ideal, a tamaña descojonación de valores humanos, a la enorme ofensa causada a la Patria por apoyar el castro-comunismo, al desacertado amor incondicional profesado a fidel castro, al espaldarazo que le dimos a nuestra fe histórica y a Dios, al auspiciar el colectivismo por encima de la individualidad creadora y a creernos invencibles, guapetones, vencedores y pasa hambres contentos y felices, defendiendo una revolución que, en la concreta, en la práctica cotidiana de la vida, ni fu, ni fa.

Entonces sucedió lo inevitable, el colectivismo trae consigo la pérdida del sentido de pertenencia, el socialismo miseria y apocalipsis, los amores equivocados a líderes oportunistas y egoístas dependencia y hambre, los trabajos voluntarios esclavitud y la ordinariez generalizada solo reporta mediocridad, vulgaridad, chovinismo barato, mendicidad y adulterio.

Por eso hoy estamos como estamos. El hombre cubano y la mujer cubana, en su inmensa mayoría, por suerte siempre existen excepciones, han devenido, tras estos más de sesenta y seis larguísimos años de ser revolucionarios sin una revolución que valga la pena, que de verdad sirva para algo, en una especie diferente, en un ser amorfo que la mayoría de las veces toma un rumbo equivocado, que se defiende ejerciendo una violencia festinada, que antepone una mala palabra a una buena acción, que grita para hablar bajito y que vas tras los oportunistas, tras los arribistas y tras los aprovechados porque, según ellos, tienen un discurso bonito y son frontales contra el enemigo de todos nosotros.

Hay que ser muy comemierda, insisto, para intentar justificar nuestra involución como pueblo, nuestra terrible auto-destrucción física y espiritual como nación y nuestro descenso al profundo abismo en que hoy nos encontramos, solo con la retórica de la revolución, del socialismo o del comunismo. Yo digo que hoy somos lo que somos por nosotros mismos, por ser unos blandengues “descafeinados”, por ser seres humanos y cubanos que no tienen un criterio propio, por ser personas fácilmente manipulables y por gustarnos más las gratuidades, las groserías, las faltas de respeto, el odio y la maldición, que el trabajo honesto, la decencia, la razón y el sacrificio, así de simple…

Ricardo Santiago.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »