¿Somos los cubanos un pueblo hambriento o un pueblo con la barriga llena y el corazón…?



Tengo un amigo “semi-viejo”, y digo semi-viejo porque tiene un montón de años pero aun conserva un espíritu veinteañero, lo cual lo hace un tipo delicioso porque es en sí mismo, como le digo para joderlo, “la unidad y lucha de contrarios”, por lo del casco y la mala idea, ja, ja, ja…, que me pregunta si yo tengo real conciencia de cuál fue el objetivo de fidel castro al imponernos una libreta de racionamiento para vendernos carísima la insuficiencia socialista y que ningún cubano de infantería se quedara sin llevarse una buena tajada de esa mierda.
Aunque he hablado muchas veces de este “importantísimo” apéndice, extensión, parte del cuerpo y del alma de los seres cubanos, considero que este tema nunca pierde vigencia pues nosotros, por causa directa de esa imposición castrista, cargamos con un hambre nacional que por desgracia tiene más de sesenta larguísimos años.
El 12 de Marzo de 1962, mediante la Ley No.1015 de la revolución del picadillo, se establece en Cuba una cartilla de racionamiento, mal llamada por la mayoría “libreta de abastecimiento”, para la distribución y venta de alimentos, productos de aseo personal, papel sanitario y cualquier otra “bobería”, que el régimen considere oportuno “hacerle llegar” al pueblo, cuando el descontento popular alcance niveles de escándalo, de histeria colectiva, de cacerolazos contagiosos o de jalones de pelo “opositores”.
Pero bien, yo nací unos meses después que ese monstruo del te toca, no te toca, espera la próxima quincena, la masa cárnica se echó a perder, ya llevaste la cuota del mes y no han llegado los huevos, viera la luz, se colara en nuestras casas y se apoderara del centro de la mesa como la posesión más sagrada de la familia cubana, es decir, que toda mi vida en Cuba estuvo marcada por el racionamiento, las colas, la mala distribución, “el bodeguero bailando va…” y “es mucho, o muy poco, para un cartucho”.
A principios de los 60s, en plena efervescencia revolucionaria, cuando la gran mayoría “aceptamos de buena gana” esa estupidez de fidel seguro a los yanquis dale duro…, pues lo poco que “había”, debido al “bloqueo” imperialista, teníamos que repartirlo a “partes iguales”, uno pa’ ti y tres pa’ mi, ese aguijón endemoniado de la igualdad socialista nos lo clavó el castrismo directo en la yugular, condenando así a muchas generaciones de cubanos a pasar un hambre del carajo y la vela.
El cuento fue que la libreta era un asunto pasajero, que cuando el comandante pusiera en práctica sus turbulentas “ideas” de las vaquitas lecheras, los cultivos micro-jet y los sobrecumplimientos en el noticiero nacional, todo volvería a la normalidad y ustedes verán muchachos como los platanitos se caerán de los estantes y los jamones caminarán solitos por las calles de los revolucionarios.
Pero la vida nos lo demostró con creces, con muchas creces, quien hace la ley también hace la trampa. En este caso, porque todo el mundo en Cuba estaba con el “embullo” de compartir parejito, nadie vio venir la verdadera razón, utilidad y sentido que había detrás de la sagrada “libretica” mal impresa y las reales intenciones del castrismo, y sus órganos represivos, al implantar uno de los sistemas de restricción y venta de alimentos más fascistas, criminales y crueles, que se ha visto en toda la historia de la humanidad.
La libreta de racionamiento en Cuba se convirtió en el instrumento de control más sofisticado, sutil, represivo, doctrinero, hipócrita, doble moral, chantajista y violento que sufrimos los seres cubanos.
Entre los años sesentas y hasta principios de los 90s el cubano dependió en su totalidad de este “artefacto” para “alimentarse”. Era bien sencillo, quien no tuviera su libretica “actualizada” en tiempo y forma no comía, no se bañaba y no se limpiaba el c…
Todo en Cuba debía hacerse a través de la libretica de la revolución del picadillo, es decir, los cambios de domicilio, las permutas, los nacimientos, los fallecimientos, las salidas definitivas del país, las sentencias penales y hasta a la mismísima Marieta, la del perro que muerde calla’o, que aunque vive con el novio “ajuntada”, la Oficoda la tiene “registrada” porque a esta revolución no se le escapa una.
Es una triste realidad, el castrismo tiene en sus manos el instrumento de control más agresivo que se ha inventado para reprimir y, aunque del cielo “lluevan” los bisteces y las papitas fritas, no lo va a quitar porque nunca va a renunciar a ese violento artefacto que utiliza para controlar la vida de todos los cubanos…, de todos.
Ricardo Santiago.



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