Yo estoy por pensar, es más, estoy por creer, que nosotros los cubanos, nosotros los seres cubanos, con tanta revolución de los humildes pa’quí, con tanto socialismo o muerte pa’llá y con tantos pioneros por el comunismo sin sentido, hemos terminado por convertirnos en una especie humana diferente, en un conjunto de máquinas programadas para el análisis en una sola dirección y en una comunidad de hombres y mujeres que anteponen la intolerancia, la necedad, las ofensas y el irrespeto, a la razón, a las buenas palabras, al entendimiento y a la aceptación.
Y esto que digo es con independencia de la forma en que pensemos, es decir, somos extremistas, radicales, fanáticos y obtusos , lo mismo si profesamos el marxismo-leninismo como guía espiritual, si nuestra ideología se inclina hacia la izquierda donde todo se pierde, que si vivimos en verdaderas democracias o si somos libres, realmente libres, para pensar lo que queremos, para decidir por nosotros mismos o para no tener que, obligatoriamente, pertenecer a alguna organización política o de masas que dicte y gobierne nuestros pensamientos.
En Cuba, aunque es inhumano, fascista y cruel, es comprensible porque nosotros mismos, nosotros solitos, sin que nadie nos obligara al principio, aquel fatídico 1 de Enero de 1959, decidimos abrazar, con entusiasta comemierdería, a una sedición terrorista disfrazada de revolución social, a un fidel castro tirano metido en el personaje de un mesías justiciero y a una ideología que, y eso lo entendimos cuando ya no tuvo remedio, nos obligaba a la miseria por decretos y por ley, nos humillaba hasta la mismísima coronilla y nos conminaba a todos, bajo pena de muerte, a defender a un régimen, a una dictadura y a una tiranía, hasta nuestra última gota de sangre sacrificando las neuronas de pensar, la lengua, el corazón y el alma trémula y sola, por un sistema que destruyó la Patria y hundió a Cuba y a los cubanos en la más profunda indigencia.
Así nos convertimos en intolerantes, boquisucios y beligerantes. Por todo lo que no esté dentro de la política de la revolución o no coincida con la línea del partido comunista, de paso, partido único, omnipotente y egoísta, queremos matar, enarbolamos el hacha del verdugo a siniestra sin importarnos que hay niños, sin pensar en la decencia, en las relaciones humanas y pasándonos por el forro, por donde dice made in bolsa, los derechos humanos, la libertad de expresión, de pensamiento y la razón que tenemos todos, absolutamente todos, a tener nuestros criterios, nuestras opiniones y nuestras ganas, para determinar, para hablar y para no tener que decir ocho donde aplica, de sobra, ochenta y ocho.
Pero, insisto, dentro de Cuba, ese fascismo mental y existencial es comprensible, la mayoría de nosotros los cubanos, por inclinación a la estupidez, por sobrevivencia o por cobardía, asumimos la intolerancia para no morir en el intento de sobrevivir, nos doblegamos al principio de con la revolución todo contra la revolución nada y actuamos como verdaderos trogloditas repartiendo actos de repudio hacia todas partes, discriminando a nuestros hermanos en nombre de un fantasma, denigrando a quienes no piensen como nosotros y asesinando, física y moralmente, a quienes osen decir que los durofríos de la Gallega eran de rojo aseptil y no de fresa.
Ahora bien, y esa es la interrogante que no tiene precio, que no existe forma de aplicarle alguna lógica humana, es decir, si muchos de nosotros escapamos, huimos de aquel maldito infierno porque nos dimos cuenta, reaccionamos y comprendimos, que en una sociedad tan estrujada por la represión, por las imposiciones, por la improductividad a todos los niveles y por las violaciones a todas las libertades individuales: ¿Por qué nos empeñamos en mantener tan desafortunadas actitudes una vez que vivimos en “tierras de libertad”?
La explicación, y lo digo sin ninguna vergüenza, escapa a mi comprensión, no encuentro forma de aplicar lógica a cómo nosotros los cubanos, nosotros los seres cubanos, persistimos en ser tan irrespetuosos, tan extremistas, tan soberbios, tan manipulables y tan idiotas, una vez que la vida, o nuestro esfuerzo, nos dio la oportunidad de vivir en lugares donde no existen comités de defensa de la revolución, donde nadie nos impone una línea ideológica a la fuerza y donde es ilegal, absolutamente contraproducente, juzgar a otros por sus opiniones, por sus ideas o por sus acciones.
Alguna respuesta me atrevería a esgrimir y es que nosotros, la mayoría de los seres cubanos, escapamos del castro-comunismo pero nos llevamos al castrista en el alma, cargamos con nuestro pesa’o a donde quiera que vamos sin darnos cuenta, sin querer entender, que para ser libres, primero, tenemos que matar al “revolucionario” que una vez fuimos.
Ricardo Santiago.