A los castro-comunistas les fascinan las consignas, la retórica social, los pensamientos…, “pon tu pensamiento en mí”, las frases “célebres”, las amenazas, la lástima tercermundista, el chantaje, los lemas, para decir el lema: con coronavirus o sin coronavirus ganaremos la emulación, las evocaciones del más allá, del más acá, y mientras más grandilocuentes y rimbombantes mejor, sobre todo aquellas que repiten alguna paja mental de su eterno líder o alguna burrada manipuladora de cualquiera de sus caballeros, digo, de sus “pensadores” de la mesa redonda
Si usted analiza el discursito, la perreta sentimentaloide de los vocingleros del castrismo, incluyendo al farsante “presidente” del socialismo, se dará cuenta que son lo mismo con lo mismo, son “emotivas” frases huecas que distorsionan la realidad objetiva y sumen a los seres cubanos de infantería en el hastío, las burlas y el asco.
A esos fulanoides les encantan las evocaciones “chicharroneras”, son especialistas en decir: “como dijo nuestro querido comandante…”, e inundan sus peroratas con las locuras del difunto, con la verborrea pajillezca del “sagrado” o con las sentencias del “eterno” aunque sean un absurdo, un disparate o una falta de respeto hacia Cuba y hacia todos los cubanos.
La estrategia discursiva del castro-comunismo se basa en redundar las mismas ideas hasta hacerlas creíbles para lograr que las masas se lancen despavoridas tras el “picadillo de soya”, crean en sus promesas melindrosas, suenen como cornetas desgañitadas sus insultos, mi guerrita es tu guerrita, entumezcan sus cerebros con el miedo al fantasma del capitalismo y repitan, como loritos milicianos amaestrados: que si patria o muerte, que nacimos para vencer y no para ser vencidos, que el pueblo revolucionario no come carne, el invencible se fue y nos dejó quema’os, el imperialismo es un abusador, el bloqueo es…, más sacrificio, ¿dónde está la productividad?, nos atacan por atrás, no hay agua y se fue la luz.
Dice mi amiga la cínica que los discursos son la savia vital de los castro-comunistas, no se concibe un “socialimbécil” que no hable porquerías hasta por los codos. La propaganda mentirosa para ellos es imprescindible: “Tienen que empujarles sus ideas a los demás como un purgante para que a la gente no se les olvide que existen y los manden pa’ casa del carajo”.
En Cuba nadie quería ser comunista, la inteligencia natural del cubano los marcó desde el principio como unos facinerosos, unos muertos de hambre y unos aprovechados, así de simple, aunque todos sabemos el giro que después tomaron los acontecimientos, el oportunismo político de los hermanos castro y su prostituido concubinato con los soviéticos, con los “cinco latinos y con el burro delante pa’ que no se espante.
A muchos, a muchísimos hombres y mujeres buenos los asesinaron porque no eran comunistas. A otros los encarcelaron de por vida y de por muerte y les quitaron toda posibilidad de existir por el sólo hecho de descubrir a tiempo las verdaderas intenciones de esas bestias.
El 1 de Enero de 1959 empezó en Cuba la “fiesta” de los discursos, de los letreros y de la propaganda más venenosa que puede soportar la mente humana. La publicidad del capitalismo dio paso a la propaganda marxista-leninista y a las idioteces de fidel castro, repetidas hasta la saciedad, sin que nadie pudiera detenerlas.
El Apóstol, el más lúcido pensador que ha dado la nación cubana, es a mi juicio el más ultrajado por el frenesí enfermizo de arengar con palabras al pueblo, el más retorcidamente mancillado porque, desde que lo culparon de ser el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada, hasta manipular una frase tan bella y tan sentida como: “Patria es humanidad”, esos tipos no se han cansado de utilizar su obra para beneficio propio demostrando que no tienen gandinga y que mucho menos sienten respeto por la inteligencia de los seres cubanos.
Hoy Cuba es una gran consigna, una distorsionada arenga patriotera que minimiza la muerte y exalta los sentimientos patrioteros. Hacia donde quiera que usted mire encontrará un enorme cartel con cualquier prédica populista, una frase justificando el desastre revolucionario, diatribas contra el imperio del Norte o un versito triunfalista dicho para enmascarar el hambre y la miseria que nos están matando.
Desde hace más de sesenta años al pueblo cubano lo han obligado a creer la gran mentira de que “venceremos”, nos la han empujado por los cuatro costados, la oímos hasta cuando vamos al baño a hacer nuestras necesidades “con la moral bien alta” y sin papel sanitario, nos la han repetido tantas veces que hoy por hoy se ha convertido en la triste inercia que nos mueve y que…, por cierto: ¿a quién vamos a vencer los cubanos?
Ricardo Santiago.