Una preguntica: ¿Por qué los castristas defienden esa maldita revolución aunque hagan el ridículo?



Para empezar quiero decir, y que quede bien clarito, “clarito y sin miedo”, que ese engendro diabólico, llamado dictadura castro-comunista, es indefendible, es inaceptable y no existen razones, ni siquiera una, ni la más mínima, para sustentar, o hacer creer, que un grupo de pandilleros octogenarios, de serviles segundones, de delincuentes morales, de estafadores, de mentirosos, de vividores, de hipócritas, de criminales de guerra y de paz, de asesinos a mansalva, de traidores, de ladrones y de esbirros, sigan oprimiendo, explotando, saqueando y desangrando a todo un pueblo, a un país y a su historia.
Por eso es importante señalar que no se puede defender al régimen castrista sin hacer papelazos, sin pisar mierda, sin caer en el ridículo o, sencillamente, sin pretender que el resto de la humanidad, o quienes tenemos dos dedos de frente, nos riamos en sus descaradas caras, o les soltemos una mueca de asco, por los disparates y las mentiras que usan para intentar justificar el oprobio, la desvergüenza y la desfachatez con que viven…
Y es que la “obra de la revolución”, ese gran invento de la propaganda fidelista, es la mayor falacia que promueve el castro-comunismo para enmascarar las atrocidades que han cometido, durante estos más de sesenta larguísimos años, haciéndole creer al mundo, y especialmente a los cubanos, que son un “gobierno” y no una criminal dictadura.
Pasa que un gobierno, para serlo, primero debe ser democrático, debe ser elegido en elecciones responsables por la mayoría de los votantes y respetar una genuina Constitución que represente verdaderamente los intereses históricos de una nación.
¿Es el castro-comunismo la solución para sacarnos a Cuba y a los seres cubanos de la miseria y la agonía en que vivimos?
Al principio, cuando se estaban formando los planetas, es decir, en los primeros meses del año 1959, sí, muchos la apoyaron, muchos cubanos vieron esperanza en el hombre que prometió, como ley sagrada, restituir la democracia, respetar la Constitución de 1940, convocar a elecciones libres y, sobre todo, salvar a nuestro país de cualquier vestigio de dictaduras.
Dice mi amiga la cínica que el daño lo causamos nosotros mismos cuando vitoreamos y aplaudimos la caravana “triunfal” con la que fidel castro entró a La Habana el 8 de Enero de 1959. Le ofrecimos “grasita” de su propio asado a un hombre que hasta esos instantes lo único que había hecho era buscar protagonismo político, que todo cuanto hizo fue por y para satisfacer su ego enfermizo y que cuando sintió que era celebrado y aclamado de un extremo a otro del país le dio la vuelta a la “tortilla” y se sentó para siempre, hasta que la muerte nos separe, en el tibor sagrado de su revolución del picadillo.
Fíjense, para que ustedes vean, que el 99 por ciento de quienes defienden la dictadura castrista son tipejos que quieren “comer carne”, a diferencia del resto de la población, y es que la “algarabía” revolucionaria se ha convertido en un medio de vida y en la única manera de poder llenar la barriga aunque tengan que vaciar sus cerebros y sus corazones.
El apoyo al nazismo tropical de los castro es hoy sólo un sentimiento estomacal pues, para algunos, es preferible ser un sumiso, un tracatán y un sinvergüenza, a morirse de inanición en larguísimas colas pa’ comprar yogurt de soya.
Las viejas consignas, los gastados lemas y la repugnante propaganda de los castristas ya nadie los cree, ni siquiera ellos mismos, se escudan en el manoseado cuento del país pequeño y asediado, de la “gratuidad” de los servicios sanitarios, de la instrucción escolar y de las “subvenciones” de la canasta básica para defender una porquería de revolución que todo el mundo sabe que, al final, nos salieron más caros que el carajo. Nosotros pagamos con vida, con mucha vida, por algo que no recibimos ni por casualidad.
Bajo ese régimen dictatorial que impera en nuestro país, del cual presumen sus acólitos y arrastra panzas de a tres por peso, Cuba se ha convertido, sin necesidad, en el país más mal educado, más miserable, más hediondo y más destruido del mundo.
Quienes quieran sigan haciendo el ridículo con sus discursitos oportunistas, esa es también otra forma de cometer genocidio contra un pueblo. Es tan asesino y criminal quien priva de la vida, tortura, reprime, repudia o denuncia a un ser cubano como quien grita, por cobarde complicidad, viva fidel, así de simple…
Después no jimiqueen diciendo que no lo sabían.
Ricardo Santiago.



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