Nosotros los cubanos hemos elevado la traición, las trampas de la vida, los oportunismos caseros, serrucharle el piso a otros, los traspiés, las puñaladas traperas y el “maniguiti” un peo, a una especie de surrealismo sin sentido que, muchas veces, sobrepasa la percepción real que tenemos de este mundo, la visión que asumimos de nuestra propia decencia y la idealización que hacemos de nuestros valores morales como seres humanos o cubanos.
Dicho esto me gustaría empezar esta catarsis de mis sentidos anti-castristas exponiendo, es más, reafirmando mi rechazo a que vinculemos la lucha contra esa criminal dictadura, nuestra lucha por librarnos de tamaño monstruo tiránico, a las «bondades» incontroladas de una organización gubernamental de los Estados Unidos que, con más intereses que buena voluntad, destina importantes fondos federales a la instauración de la democracia en nuestro país, a la defensa de nuestros derechos humanos como pueblo y a la erradicación a ultranza de una dictadura totalitaria que, por más de sesenta y seis larguísimos años, nos ha obligado, a todos los seres cubanos, a hacer de vientre sin tener absolutamente nada en el estómago y sin tener con qué limpiarnos el fondillo.
Porque en esto hay una cruda verdad, una realidad que se impone por encima de cuanto mentecato defiende la bonanza dolarizada de los cientos de “organizaciones” e individuos que reciben el dinero del contribuyente norteamericano para llevar a cabo una lucha que no puede exhibir ni este resultado, una batalla de postalita contra los demonios que se ha diluido en propiedades y en una buena vida para los “guerreros” del falso patriotismo cubano y en un poder auto-asumido de quienes a nombre tuyo, de aquellos, de nosotros y mío, hablan en foros internacionales, se reúnen con personalidades de otros países o, sencilla y llanamente, asumen sin aprobación y sin consulta popular que ellos son los condenados de esta tierra, perdón, los elegidos por el pueblo cubano para ser los caciques del futuro post-castrismo.
Muy mal, pero muy mal, tenemos que estar los cubanos de ahora si vamos a confiar en personajes que se reparten el pastel sin que se termine la fiesta, que se adjudican poderes y nombramientos sin que nos llegue la luz de tus ojos y que, sin que nadie los elija, nos hagan creer que son los más indicados para salvar a Cuba de la revolución de los apagones y del socialismo de alcantarillas.
Ejemplos de estos peregrinos ideológicos, durante estos más de sesenta y seis larguísimos años de dictadura castro-comunista, hay muchos, muchísimos, más de la cuenta, demasiados para mi gusto, “líderes” opositores, disidentes sin carnet y sin historia, contestatarios de bajos y muchos perfiles, jefes de organizaciones anti-castristas, revolucionarios arrepentidos, militantes sin orgullo, cederistas apesadumbrados y federadas con mala memoria, en fin, cientos de prototipos de “contrarrevolucionarios” que, una vez que logran escapar de aquel maldito infierno, se pasan de bando y, mediante la bulla y el escándalo mediático, se inventan apariencias de luchadores por la libertad y exigen “ayuda” económica, por la vía que sea, para “desarrollar” sus supuestos proyectos “libertarios”.
Pero la realidad es que, tras recibir millones y millones de dólares, repito, por diferentes vías, la tiranía castro-comunista sigue ahí, de pie y ofendiendo, maltratando y explotando cada vez más a los seres cubanos, reprimiendo y asesinando a las dos manos y secando a Cuba, asfixiando a su pueblo con extorsiones reguladas, con corruptelas sistemáticas y sometiendo a todos los cubanos mediante el cepo y la tortura.
Ahora la nueva administración norteamericana ha cerrado la USAID, organización gubernamental para ayudar a fomentar la democracia en el mundo, fundada en 1961, y que por más de seis décadas ha financiado diferentes “luchas” incluyendo la de nosotros los cubanos contra ese régimen de los mil demonios.
Mucho dinero, demasiados recursos económicos entregados a estas organizaciones e individuos sin que ninguno, absolutamente nadie, le propiciara ni una heridita al hijo de puta de fidel castro ni a su maldita revolución de los apagones.
Y yo pregunto: ¿Dónde metieron tanto dinero? ¿En qué lo gastaron? ¿Cómo fue utilizado? ¿Cómo se beneficiaron los opositores dentro de Cuba o los presos políticos? Muchas, pero muchas interrogantes y muy poquitas, casi ninguna, respuesta coherente.
Tanto el gobierno de los Estados Unidos como nosotros los cubanos tenemos que auditar estas organizaciones e individuos beneficiados con los Grants y exigirles respuestas, exigirles transparencia y que demuestren cómo, en la vida real, han podido comprar una casa, un carro y una buena mujer, si la mayoría de ellos en la concreta no trabaja y nunca le han tirado ni un hollejo a los milicianos de raúl castro.
Ricardo Santiago.