Yo creo que, tal como vamos, los cubanos tendremos dictadura pa’ rato.

Sí señor, y digo más, los cubanos tenemos muchas dictaduras, es decir, los seres cubanos nos hemos impuesto, nosotros solitos, muchos tipos de dictaduras, dictaduras del cuerpo, dictaduras del alma, absolutismos de pocas y de poquísimas ideas, despotismos a todos los niveles, autocracias de uno o de varios cabroncitos de la cultura, tiranías pa’ comer y pa’ llevar, autoritarismos de los “maestros” de la escuela y del jefe del sindicato, totalitarismos hasta por gusto y caciquismos de los esbirros del castro-comunismo y de los youtubers del comité.

Los seres cubanos, parece, por la vida que hemos tenido, desde el 1 de Enero de 1959 hasta el sol de hoy, y el de mañana, que nunca vamos a experimentar la libertad en cualquiera de sus expresiones. De la democracia, del famoso poder del pueblo ejercido por él mismo o por un representante escogido por el voto secreto y directo, ni hablar, y de derechos humanos, lo que se dice “derechos inherentes a todos los seres humanos, y cubanos, los que incluyen el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la igualdad ante la ley, a la libertad de expresión, a la libertad de religión, a la educación, a la salud, etc…”, ni una palabrita, si los he escuchado ni me acuerdo.

Nosotros los cubanos, por desgracia física, espiritual, por castigo divino o por comemierdas que somos, nacemos marcados con una equis en la frente señalándonos como propiedad absoluta de un régimen dictatorial que determina, desde el mismísimo momento que abrimos los ojos al mundo, cómo tenemos que pensar, qué tenemos que decir, por dónde nos tiene que entrar el agua a nuestros cocos, a qué hora tenemos que alumbrarnos las entendederas pa’ no tropezar en la oscuridad, cuántas veces podemos comer comida, a quién tenemos que adorar y a quién tenemos que echarle la culpa de todas nuestras desgracias para que no parecer ineficientes o cobardes.

Porque si algo hemos aprendido y aprehendido los cubanos, en estas seis décadas de sobrevivir con una banderita del 26 de Julio metida en el mismísimo culo, es a no pensar por nosotros mismos, a creer que expresar nuestra opinión es un sacrilegio, a subsistir racionados en un mundo donde hay de todo, a morirnos de hambre, de enfermedades curables, de miseria y de tristeza sin derecho a protestar y a ser “dirigidos” por hijos de puta, por traidores, por oportunistas y por delincuentes.

Y esa es, precisamente, nuestra gran tragedia nacional. Somos una nación esclava por autodeterminación y por votación unánime. Somos un pueblo subyugado hasta los huevos porque no queremos ser libres, porque preferimos el cepo y la tortura a vivir como Dios manda y no queremos independizarnos de nosotros mismos, y de las miles de cadenas dictatoriales que nos hemos enredado alrededor del cuerpo y del alma, porque tenemos miedo, porque tememos andar por la vida solitos, sin la guía de papá estado o del «líder» de turno que, según nos inculcaron desde que éramos chiquiticos y de mamey, son los “únicos” que saben qué hay que hacer y por dónde tenemos que marchar hacia un ideal.

Dice mi amiga la cínica que por todo eso, es decir, por tantas y tantas restricciones que nos han impuesto, y que nosotros hemos aceptado sin chistar, es que nosotros los cubanos nunca vamos a ser libres, siempre vamos a estar encadenados a algo o a alguien y que el mejor ejemplo, lo que mejor ejemplifica nuestra falta de autodeterminación, es la brutal fragilidad que demostramos a la hora de escoger a un “líder”, a la hora de apoyar a verdaderos patriotas y que nos vamos con mayor facilidad tras el brillo de las lentejuelas que tras la razón, tras la decencia, tras el verdadero patriotismo y tras la transparencia.

Y, es cierto, nosotros los cubanos, y lo digo porque la mayoría somos así, somos un pueblo “comparsero”, somos un pueblo de tumultos que aun cree que la masividad produce “genios”, que nos vamos mejor detrás de este porque es el que más grita y el que dicen es más “frontal” contra la dictadura, en fin, que no aprendemos de nuestros propios errores.

Es una pena y un enorme desconcierto ver el camino que hemos elegido como nación. En Cuba sobrevivimos bajo la bota del verdugo porque muy pocos quieren poner el muerto, lo cual es lógico, y quienes lo hacen, de los que se atreven, muchos están “compinchados con esa maldita revolución de los mil demonios. En el “exilio” pasa otro tanto, hemos creado, digo yo, un nuevo tipo de castrismo al cual seguimos con devoción sin querer entender que este, es decir, los falsos luchadores por la libertad, hacen exactamente lo que nos hizo fidel castro desde la mismísima Sierra Maestra.

Ricardo Santiago.

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