El castrismo también asesinó la verdadera historia de Cuba.



La historia, la de verdad, la que no sufre manipulaciones de ningún tipo, la que no es manoseada o tergiversada con intenciones mezquinas u oportunistas, siempre sale a la luz y se nos presenta como una verdad irrefutable desnudando y ridiculizando a cuantos mentirosos, sinvergüenzas, verdugos oficialistas o “historiadores” descarados existen en este mundo.
La historia es como el agua de un manantial cristalino, busca y rebusca un agujero, un mínimo, pequeño e imperceptible orificio en la superficie para brotar sin que pueda ser detenida. Emerge potente, lucida y transparente de las entrañas de la tierra y salpica a los incrédulos de “vista gorda” con los hechos y realidades de este mundo que nos ha tocado vivir.
Los cubanos sabemos mucho de esto. Los cubanos somos expertos en entender, porque lo vivimos de cerquita, cómo una dictadura, disfrazada de revolución social, trastocó los hechos más trascendentales de la historia de una nación, caracterizó o descaracterizó a nuestros próceres y mártires, se apropió y manipuló las palabras y el pensamiento del más grande de todos los cubanos y así, sin ton ni son, convirtió a una rata inmunda como Fidel Castro, a fuerza de cánticos, consignas y letreritos de “se vende maní a peso”, en un “invencible” comandante del reverbero y el quinqué.
La historia ha demostrado que cuando una dictadura del proletariado usurpa el poder de un país reescribe la historia según su conveniencia y donde decía ocho pone ochenta y ocho, donde decía arriba pone abajo y donde decía allí corrió pone allí murió valientemente defendiendo los ideales de todo un pueblo.
Porque en la vida real a una dictadura como la que hemos tenido que soportar los cubanos, por casi 60 años, no le interesa realmente sobre qué cimientos está fundada nuestra nación, quiénes y que aporte hicieron nuestros Padres Fundadores, cuál es el verdadero mensaje de las palabras del Apóstol, cuánto se logró como República en materia de Constitución, Civismo, Cultura y Democracia y cómo fue posible que nuestro histórico y máximo líder, el cual participó “valientemente” en tantas batallas, nunca recibiera ni este arañacito.
Pero la realidad es que el castrismo, con su empedernida manía de censurarlo todo, con su puñetera arrogancia de cambiar el significado de la vida, nos trastornó a todos los cubanos con sus cambios de conceptos, de palabras y hasta de fechas históricas.
Son muchos, muchísimos, los ejemplos que pudiéramos citar para demostrar la insolencia, la mala intención, el desprecio, la subvaloración y la prepotencia de la revolución castrista cuando, después de 1959, “oficializaron”, a fuerza de repeticiones y repeticiones, nuevas fechas, acontecimientos, sucesos y nombres que formaban parte del conocimiento de los cubanos.
En ese orden recuerdo, como si fuera ahora, cuando en la escuela nos prohibieron decirle a nuestro José Martí, Apóstol, porque teníamos que nombrarlo como el Héroe Nacional, cuando nos dijeron que el Maestro había sido el autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada, el acto terrorista más violento en la historia de Cuba, que Cuba produciría 10 millones de toneladas de azúcar, que lo que nos impusieron los americanos fue un bloqueo y no un embargo y que Raúl Castro se había faja’o como un león en la Sierra Maestra.
Yo digo que son tantas las mentiras, las manipulaciones y las tergiversaciones que ha hecho esa vulgar dictadura de nuestra historia patria que, hoy por hoy, una de las tareas más grandes de la reconstrucción de la nación cubana será reescribir la historia nacional desde antes, desde mucho antes de 1492 porque a estas alturas del partido ya nadie sabe si fue descubrimiento, encuentro o todavía nadie nos ha visto.
Pero a mi juicio la burla más grande, más diabólica y más tragicómica de todas las realizadas por los Castro y sus “pensadores”, en un momento en que el desinterés, la desilusión y la apatía del pueblo cubano iban en ascenso, fue cuando montaron el teatro de que habían encontrado los restos del Che Guevara y ya ustedes saben, se bajaron con el cuento de que un antropólogo forense cubano, “de fama internacional”, fue a Bolivia, y este, después de un cuidadoso, meticuloso y revolucionario esfuerzo había dado con los restos del guerrillero heroico y los mandaba a Cuba dentro de una cajita de…
Dice mi amiga la cínica que en la vida real era el esqueleto de un boliviano que había muerto en una borrachera y que al final la gente, incluyendo a muchos extranjeros a los que cogen de comemierdas, van allí, a Santa Clara, al “famoso Mausoleo”, a honrar a: ¿Cómo se llama la bebida fuerte de Bolivia?
Ricardo Santiago.



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