La violencia del castro-comunismo.

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El castro-comunismo nunca va a entender la LIBERTAD que tienen los hombres y las mujeres como un derecho con el que se nace, se vive y se muere. La intolerancia de estos personajes los obliga a repudiar violentamente cada idea, persona y grupo que no encaje en su patrón de razonamiento o entre por el aro, bien estrecho por cierto, de su ideología y sus intereses.
El ejemplo vivo de esta actitud es que Fidel Castro siempre mandó, dispuso, dictó, ordenó y obligó, jamás sugirió o propuso. Este individuo gobernó a Cuba con la primera persona del singular y adaptó a los cubanos a vivir bajo la siniestra sombra de sus caprichos y desvaríos. El hermano, Raúl Castro, no entra en esta ecuación porque es un heredero sin trono o un “mandamás” con sillón regalado.
El disco para los cubanos se nos ralló en “venceremos” y fuimos incapaces de dar un paso hacia adelante pero sí millones hacia atrás.
El castro-comunismo no le conviene a nadie. Quien quiera suicidar su economía, su libertad y sus derechos que adopte esta ideología y esa forma de gobierno, en unos pocos meses verá a presidentes muy ricos, tracatanes, edecanes y sumisos más ricos y el hambre y la miseria doblando las esquinas de sus países y la esperanza de vida metida en los cubos de la basura, así de fácil, rápido y sencillo.
Una sociedad violenta no necesita de “gaznatones y pescozones” públicos para nombrarse, sea cual sea. Un país es violento, aunque este en aparente calma, sólo por el hecho de que sus habitantes no puedan ejercer sus libertades y derechos como están previstos en la Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. No nos engañemos ni tapemos el sol con un dedo.
En un país comunista ninguna persona puede ir “a su aire”. El control absoluto, la vigilancia, la censura y autocensura y los dogmatismos de un gobierno violento y abusador cortan la respiración y la vida de sus habitantes y los programan para decir y repetir las sandeces más grandes que se pueda uno imaginar: “Si, si, todo está bien mi Comandante”, “Al imperialismo no le tenemos ningún miedo”, “La cebolla pica y hace llorar”, “Socialismo o muerte” o “Por seguir tus huellas me embarré los pies”
Todos los seres humanos sabemos decir malas palabras y a muchos nos gusta, la verdad. Pero no todos podemos ser decentes y saber que cada cosa tiene su momento y su espacio y que el respeto a la idea ajena es imprescindible aunque no estemos de acuerdo y, si no sabemos responder con elegancia, es mejor callarnos, hacer silencio y meternos la lengua en el…
Pero a los comunistas no les enseñan esto, todo lo contrario, los “ideólogos” de esta malformación espiritual inoculan en sus súbditos el discurso y las acciones violentas y provocadoras y las respuestas ofensivas porque los argumentos para el debate se los tragaron en sopas aguadas, frías y de aspecto libidinosas.
La conversación inteligente, el debate respetuoso, la palabra elegante, la idea sólida y bien argumentada y la actitud serena y calmada son asignaturas a impartir a estos elementos y recaderos castro-comunistas que pululan por todas partes. Esta será también una forma de combatir la contaminación ambiental y de luchar contra las consecuencias del cambio climático.
El mundo debe ser un espacio de paz, reflexión y futuro para nuestros hijos, un lugar donde no todos estemos de acuerdo pero si seamos capaces de extender nuestras manos y: ¿Darle un gaznatón a la violencia?




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