Los Caballeros del Rey Arturo se perdieron en…

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Deberíamos exigir que se imparta una asignatura en las escuelas, en todos los niveles de enseñanza (primaria, secundaria, high school, college, universidades y la vida toda), con carácter obligatorio, donde los varones aprendan a ser caballeros y las hembras a exigir y valorar la caballerosidad.
Un hombre, genitalmente hablando, no siempre es un caballero, es más no están reñidas las excelsas cualidades de un caballero a los genitales de varón. No todos los homosexuales son “maricones” ni todos los hombres son “machos cabríos aleonados”. Hay homosexuales muy hombres y hombres, “muy varones”, verdaderas ratas con las piernas flojitas y la lengua suelta cantidad.
La caballerosidad es una condición, una especialidad de las letras, las artes y las ciencias mucho más difícil de vencer, como grado científico digo, que cualquier maestría en física cuántica, matemática aplicada, teoría de la literatura o la del intelectual en los marañones de la estancia por los siglos de los siglos. La caballerosidad es una condición humana que sólo se alcanza cuando somos capaces de derrotar la vulgaridad, la indecencia, la apatía, el oportunismo, el machismo, el feminismo y la muerte. Así de fácil.
Asusta, estremece, desordena, aterroriza y “acojona” ver la pérdida de los valores más elementales de un caballero en las sociedades contemporáneas, cualquiera, sin importar ideologías, posiciones económicas, filiaciones religiosas e incluso las malévolas sociedades igualitarias.
La igualdad entre el hombre y la mujer sólo es real y alcanzable si los hombres somos verdaderos caballeros en nuestro comportamiento, respetuosos de la belleza implícita en cada fémina, considerados de la necesidad de compartir la vida con nuestras compañeras en la justa proporción, amantes amantísimos de todo cuanto emane de ellas y fieles responsables de provocarles felicidad la vida entera.
Sin temor a caer en la muela y el teque puedo decir que he aprendido con los años, y los chichones que nos fía la vida, que la primera libertad de los seres humanos se logra cuando aprendemos y aprehendemos los valores de la caballerosidad.
Las dictaduras promueven el machismo en su forma más atroz. El machismo es a las dictaduras como el paredón de fusilamiento, las cárceles, los desaparecidos y las torturas físicas y mentales a los tiranos, dictadores, duendes y duendecillos huelefotis. La mayor crueldad de las dictaduras es convertir a las mujeres en practicantes y defensoras del machismo.
En Cuba, los cubanos, sabemos bastante de esto. Fidel Castro y “sus mujeres fieles y seguidoras”, ideológicamente hablando, se lanzaron a “defender a la mujer” buscando una “igualdad” que cayó en un absurdo pérfido y un mortal igualitarismo sin causa.
Así, según las nuevas “feministas” de la revolución con minúscula, la mujer debía y tenía que participar con los hombres, de tú a tú, en las tareas de la construcción del socialismo y reventarse el alma, las manos y el cuerpo contra bolsas de cemento, pilas de ladrillos, surcos enormes e infinitos sembrados de caña de azúcar, fusiles fríos y responsables de matar la vida, camiones con cargas inútiles y cuanta mierda pesada existiera para engrandecer la moral socialista y la consolidación de la revolución.
Hay mujeres a las que les gusta realizar tareas fuertes y eso es respetable, pasa que una cosa es la elección y otra la obligación. ¿Cuántas mujeres conocimos trabajando en la construcción (micro-brigadas) como la única forma de poder acceder a un mísero y mal hecho apartamento para sus hijos? ¿A cuántas vimos agotarse innecesariamente en labores agrícolas para hacer méritos y ganarse el cupón para comprar refrigeradores y otros efectos electrodomésticos necesarios e imprescindibles para sus hijos?
A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
El rescate de la caballerosidad debe ser la primera asignatura a recibir e impartir por las personas que queremos la libertad para Cuba, sólo así le ganaremos espacios a la dictadura…




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