Los niños nacen para ser felices y el castrismo… para prohibirlo.





A raíz de mi publicación “Yo no quiero un país así para mis hijos” he visto, leído u oído algunas declaraciones de personas del tipo si pero no o no pero si, esos sujetos que uno nunca sabe si son castristas o sus detractores, comparando la felicidad de los niños en Cuba con la de los infantes en otros países, fundamentalmente en los Estados Unidos, exponiendo con mucha fuerza y defendiendo el concepto de que la niñez en Cuba es la más feliz del mundo porque, entre algunas “facilidades” que otorga ese sistema, pueden jugar en las calles sin supervisión de los padres hasta altas horas de la noche, reciben educación gratuita, vacunación de igual forma y otros “gracias Fidel” más.
A mi particularmente estas idioteces más que nada me asustan, me sonrojan, me hacen sentir vergüenza ajena, me lastiman, me encabronan y me retuercen la gandinga, por lo que considero necesario una pequeña réplica para que algunos de los conceptos que estos individuos defienden no se conviertan en las “verdades castrista” por culpa de las cuales han muerto cientos de miles de cubanos en diferentes circunstancias.
La niñez en Cuba es a mi juicio el segmento generacional más afectado por el castrismo. No existen argumentos, de ningún tipo, para defender, salvar, valorar u apoyar, ni de refilón, a una dictadura que lastima la infancia a diario con sus políticas absurdas, su nefasta planificación económica, su desastre nacional y la imposición a la fuerza de un apellido “in saecula saeculorum”, es decir, dicho en buen cubano, a pepe, a la cañona, por mis c… y sin derecho a protestar.
Hay que ser muy imbécil para creer que un niño puede ser feliz en un país donde se le prohíbe tomar leche después de los siete años, al que se le obliga a abrazar una ideología sin saber exactamente qué coño significa, al que sólo le dieron la oportunidad de tres juguetes al año (o ninguna), al que privaron de estar junto a sus padres porque estos fueron a cumplir misión, movilizados por el ejército o para trabajos voluntarios, al que vive en una ciudad sucia, destruida y maloliente, al que le bombardeen constantemente el cerebro con consignas patrioteras, al que reciba una programación de televisión totalmente politizada, al que sufra por escasez de medicamentos, por no tener una dieta alimentaria bien balanceada, por sufrir enormes apagones, falta de agua potable, escasas opciones para disfrutar la inocencia, vivir rodeado de excesiva violencia provocada por el Estado, cantar a la rueda, rueda sin temor a ser enjuiciados, vivir hacinado con varias generaciones de sus familiares en una misma casa, jugar con muñecas sin tener que esconderse, no poder comer las golosinas que le gustan y, sobre todo, no soñar despierto sin que lo acusen de estar loco.
El concepto castrista de que jugar en la calle, y hasta altas horas de la noche, es sinónimo de felicidad es una de las violaciones más grandes a los derechos de la infancia. Un niño que juega en las calles no sólo está sujeto a raptos o a pederastas consumados, también puede ser víctima de accidentes de tránsito, todo tipo de agresiones físicas y verbales, desarrollar un falso concepto de la libertad, aspirar “toxinas” callejeras, caer en un “bache monumental” y desaparecer, sufrir de insomnio, no descansar las horas suficientes, alterar su sistema nervioso central y violentar las “edades tempranas”.
Por otra parte el cacareado, manoseado y baboso criterio, lanzado al mundo por el castrismo, como una de las conquistas del socialismo, de que en Cuba los niños reciben la educación y las vacunas gratis, es una de las más grandes falacias de esa inmunda dictadura y se puede destrozar con miles de argumentos. Para empezar en la mayor parte de los países decentes del mundo la educación escolar, hasta el nivel pre-universitario o high school, es gratuita, con independencia de que exista la educación privada, las principales vacunas para prevenir enfermedades ancestrales, de estación y virales se aplican de forma gratuita y programada, así que ese cuento de “los logros de la revolución” ya se los pueden ir metiendo en el c…
¿La educación escolar y cívica en Cuba para nuestros niños tiene realmente calidad?
¿Los servicios asistenciales y los programas de salud pública para los niños en Cuba tienen calidad?
Ricardo Santiago.




2 comentarios en «Los niños nacen para ser felices y el castrismo… para prohibirlo.»

  1. Ya lo dijiste to do! Es que los castristas dicen cada imbecilidades! Pero tu ripostes muy bien, con hechos concertos, sabes que soy fan tuyo quise decir hechos concertos

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  2. Me quito el sombrero con su artículo Al FIN aparece alguien con un poco de sentido común que pueda interpretar perfectamente eso de que si pero «los niños juegan felices en las calles» . Señor debería usted pararse en una tribuna internacional y luego pasar por Miami para presentar este artículo. Yo estaría en primera fila aplaudiéndole.

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