Ni malo ni bueno: el tipo es castrista…

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Recientemente he visto que, con mucha razón, se ha desatado una controversia, muy polarizada, entre dos músicos cubanos que viven en el exilio, Francisco Céspedes y Amaury Gutiérrez.
El tema Cuba siempre desata pasiones. Los cubanos somos “peleones” y protestones por naturaleza, por ser una mezcla de razas imperfectas y porque, en la vida real, no podemos quedarnos callados cuando nos pisan el “dedo gordo del pie”.
Para mí los castristas son personas que están en otra dimensión de la vida. Cada día que pasa me convenzo de que viven en un mundo paralelo donde la verdadera realidad de Cuba, es decir, la dictadura de los Castros con todos sus males, los sucesos vividos en los últimos 57 años por nuestra nación, el sátrapa en jefe y sus asesinos, todo, absolutamente todo, lo han trastocado por una Revolución idílica, con un santo “santón” inofensivo de presidente, una economía bonachona, la pura vida feliz, floreciente, del primer mundo, desbordada y sueca.
Los castristas por ende, y oyendo las barbaridades que dicen, tienen que ser una categoría diferente de “seres humanos”.
Los castristas se han inventado su propia película a colores y la pasean por los festivales del mundo regalando entradas gratis para cada función. Son especialistas en mostrar a “la chica saltando la verja de alegría” pero no a la madre desfallecer de cansancio y de hambre después de una larga jornada de vida perdida, es decir, enseñan lo que quieren que la gente vea y lo otro: !Candela se quema mi familia!
En una idea anterior expresé que la muerte del “adorado del meteorito” iba a destapar las más bajas pasiones y a mostrar la verdadera cara, jeta, face o el guante, de muchos “patriotas” que decían creer más en la libertad que en el libertinaje.
Francisco Céspedes no es ni malo ni bueno, es castrista que es peor, el tipo se masturba a mano cambiada.
Francisco Céspedes es un buen ejemplo para entender a esos cubanos que “en un lugar dicen una cosa” y en otro suplican otra, pero que en realidad piensan “cualquier otra cosa”.
Basta con entender, conocer, vivir, experimentar y sufrir al castrismo para saber por qué Francisco Céspedes actúa de esa manera y dice las barbaridades que dice.
Hay un pensamiento generalizado entre los cubanos que vivimos en el exilio, y de otras nacionalidades también, de que Cuba, por ser un país mísero y carente de la mas mínima “modernidad”, todo gracias al castrismo que unos cuantos defienden, se va a convertir, con la supuesta apertura raulista, en una plaza excelente para que podamos regresar e invertir o fundar la “empresita” de nuestros sueños o simplemente poner en práctica lo que aprendimos en el capitalismo y con esto hacernos millonarios.
Pero lo que nadie quiere acabar de entender es que con las dictaduras un país hoy amanece de a ocho y mañana de a ochenta y ocho.
Dice mi amiga la cínica que este es el efecto resorte, los cubanos nos fuimos y nos estiramos tanto que ahora, cuando nos sueltan, queremos echar para atrás y aunque nos reventemos contra el muro nos levantamos y ponemos el “happy face”.
Yo no generalizaría la definición de mi amiga la cínica, pero sí creo que una buena parte de los exiliados cubanos se han convertido o siempre fueron “muellecitos” revolucionarios y que ahora quieren congraciarse con el nuevo dictador de la mandolina para que les dé el chancecito de regresar e instalar allí sus finquitas de: “Yo canto y, si me lo ordenas mi General, también como frutas”.
Al final yo creo que Francisco Céspedes más que castrista es un oportunista, por eso no vale la pena que le prestemos atencion.




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