No aceptar la miseria castrista casi siempre termina en doloroso exilio.



Para una exacta definición del castrismo solo deje volar su imaginación, sus recuerdos, sus dolores, sus olores, sus rabias, sus frustraciones y agárrese bien fuerte a su dignidad y a su vergüenza.
Si Usted es un fan-fan-fan de la dictadura castrista, es decir, un lame botas, un sicario ideológico, un comunista de perchero, un oportunista, un quítate tú pa’ ponerme yo, un envidioso social, un mediocre improductivo o un aspirante a “torbellino del infierno”, igualitico a su “cambólico” ex-líder, entonces le va a ser muy fácil porque nada más tiene que decir que en Cuba los servicios sanitarios (la salud) son gratis, la instrucción pública por la libre y sin cola, la canasta básica subvencionada, las oportunidades iguales para todos, Fidel Castro era un poeta y en el aire las compone…, el medio de la calle es un chavito, la revolución es chiquita pero picosa, ¡cómo te extraño comandante! y Yo soy Fidel.
Puede agregar, si le da la gana, muchas más mierdas pero en esencia este es el discurso maniqueo y cansino que utiliza la tropa de luchadores por la independencia de la dependencia de: “arriba los pobres del mundo, de pie los esclavos sin pan…”.
¿Es que eso somos los cubanos bajo esa cruel dictadura?
Yo digo que sí, pobres, muy pobres, y esclavos, muy esclavos, con un pan al día, apagones de muchísimas horas y el agua en cubos y cargada sobre los hombros.
A cada cual según su capacidad, a cada cual según su descaro, su propensión a mentir, su borrachera panfletaria, su ceguera vengativa o su odio de clases a la una, a las dos y a las tres…
Fidel Castro implantó el castro-castrismo en Cuba, lo masificó a la cañona y puso, sin ningún tipo de consideraciones o reparo, a sus seguidores y a casi todo un pueblo a decir diariamente el lema, su lema, saludar la bandera a mano cambiada y cantar el Himno Nacional con desafinaciones y al compás de un invento de dictadura del proletariado. Así de simple.
Ese miserable no le dio a los cubanos, durante más de 50 años, otra opción que no fuera pico y pala, pico y pala, pico y pala, o en su defecto, y lo que a mi juicio fue lo mas denigrante, una hoz y un martillo, solo que el muy descara’o descubrió, o no sé si alguien se lo dijo, que en Cuba no crece el trigo, que él mismo se encargó de hacer desaparecer los planes arroceros cubanos y que la hoz no servía pa’ un carajo y podía metérsela en el mismísimo fondillo con cabo y todo.
Eso es revolución con minúsculas y que la defiendan quienes quieran, cada pajarito con sus plumas.
Quienes no comulgamos con la dictadura castrista, quienes no creemos el cuento de: “un poquito más pa’lante está el paraíso, así que más sacrificio y más sacrificio…”, entonces la tenemos más difícil pues no nos tragamos, o no nos atragantamos, con la “bondad de la dictadura del proletariado” o simplemente aprendimos que el socialismo y el comunismo son puro cuento para justificar el robo, el enriquecimiento y la desvergüenza de unos cuantos tránsfugas anclados en el poder.
Para saber o entender qué significan el engendro, la manipulación o la desgracia castrista primero que todo hay que haberlo vivido. No se puede hablar de los horrores de un sistema, de una tiranía, ni de una dictadura sin haber experimentado en carne propia “la vida que nos tocó vivir” o la libreta de control de productos alimenticios (libreta de abastecimiento) por solo citar un ejemplo.
Los cubanos hemos vivido el racionamiento más cruel y más eterno que ha soportado un pueblo en toda la historia de la humanidad. Nos pusieron a pedir el último la peste el 1 de Enero de 1959 y no nos han dado ni un minuto de tregua durante casi 60 años, hemos tenido que vivir con el susto de que todo se va a acabar y que el hambre y la miseria colectiva son la única producción visible del socialismo o el bochornoso cuento de ser dictadores como proletarios pero sin ver ni este pedacito de prosperidad.
Por eso no aceptar la dinastía castrista es una actitud que casi siempre termina en doloroso exilio.
Pero al final a mi no me crean. Yo digo y recontradigo que quien no quiera ver la maldad del castro-castrismo solo tiene que acercarse a la vida de los cubanos de Cuba, caminar sus calles, ver sus casas, sentir sus realidades, escuchar sus verdades y palpar ese día a día sin esperanzas pues no existe mayor verdad que la que te entra por los ojos en forma de espanto, dolor, desconsuelo y angustia.
Ricardo Santiago.



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