¿Quién impone realmente un bloqueo criminal a los cubanos?




“Gracias al bloqueo que me ha dado tanto, me ha dado mi money…”. Yo me imagino que así parafraseaban, Fidel Castro y su pandilla de pervertidos de la revolución, esta popular canción por los pasillos del Comité Central, en la soledad de las madrugadas, mientras contabilizaban y amasaban las incalculables fortunas que, con el cuento del sacrificio, la abnegación y la entrega al socialismo, les estaban robando descaradamente al pueblo de Cuba.
Pero el cubano es un pueblo que tiene sabiduría natural y no se le puede engañar, todo el tiempo, aunque estos esbirros traten de camuflar sus diabólicas extorsiones tras la cortina, cada vez más transparente, de las cuentas bancarias escondidas en paraísos fiscales.
En Octubre de 1960 el gobierno de Estados Unidos impuso un embargo económico y comercial a Cuba “como respuesta a las expropiaciones, por parte del nuevo gobierno revolucionario, de propiedades de ciudadanos y compañías estadounidenses en la isla tras la revolución de 1959. “
Más claro ni el agua. Como dice un amigo mío: “Los americanos actuaron en defensa propia, si me das… te doy”.
No voy a cuestionar ahora la legalidad, o no, de las nacionalizaciones ni de las leyes de expropiación por parte de los gobiernos que llegan al poder por la vía democrática, que no es el caso de Cuba, eso es un asunto jurídico, pero lo que si voy a señalar, porque es de elemental sentido común, es que si usted expropia, por cuestiones de “nacionalismo” o lo que sea, entonces tiene la obligación moral de indemnizar a las víctimas con el justo valor de sus propiedades. Es lo más natural y lo más decente del mundo, al margen de patriotismos exorbitados y sentimentalismos izquierdistas incontenibles.
Fidel Castro fue un tipo muy agresivo en su actitud hacia los Estados Unidos. Culpó indiscriminadamente al vecino del Norte de todos los males del mundo y en especial de todo aquello que tuviera que ver con Cuba, sacrificó las excelentes relaciones con nuestro principal proveedor histórico por tal de “ganarse” un puesto en el “nuevo orden” que se estaba fraguando con la expansión de las ideas del socialismo “para lograr un mundo más equilibrado”.
Para alcanzar su nefasta meta hizo de todo. Satanizó ante la opinión pública nacional “al imperialismo yanquee” y los convirtió, de la noche a la mañana, en el enemigo público número uno del pueblo cubano.
Maquiavélicamente le dio vuelta al término embargo económico y lo transformó en “bloqueo criminal”, no los empujó como un purgante revolucionario a razón de muchas cucharadas al día, repetido y repetido hasta la saciedad por los cancilleres del régimen, los altos funcionarios de la dictadura, los babosos del oficialismo y los lameculos de pacotilla del fidelismo por siempre pero todos, absolutamente todos, “hasta que lo convirtamos en el vocablo más importante y venerado de esta revolución …”.
Yo digo que solo faltó incrustarlo en nuestra enseña nacional para que a nadie le quedaran dudas de: “nosotros las víctimas y los americanos los hijos de puta”.
¿Nos lo merecemos los cubanos?
Los de pueblo pregunto, los que no tenemos nada que ver con los disparates belicosos de la dictadura de los Castro, quienes nos hemos reventado el alma para dar luz a nuestras familias, los que andamos y desandamos las calles en busca de un pedazo de pan y de vida para nuestros hijos, los que miramos y miramos y no vemos ni este pedacito de horizonte o los que luchamos contra viento y marea para no terminar como mi amigo Arnaldo. ¿Lo merecemos? Repito.
Los únicos culpables del embargo norteamericano contra Cuba son los comunistas, pero claro, esta medida les vino como anillo al dedo. Fue la justificación perfecta para esconder y tapiñar toda su chapucería revolucionaria, la falta de gestión económica, la poca cultura de trabajo, la mediocre iniciativa gubernamental, la politización de la sociedad, el desinterés y la apatía productiva mientras el país se cae a pedazos y se consume en la más profunda miseria.
No, basta ya de tantos cuentos, si nos “bloquearon”, como dicen los “revolucionarios”, entonces debieron buscar soluciones, desbloquear el odio y las rabietas nacionalistas, hacer lo que fuera necesario para que CUBA y su pueblo no padecieran por los caprichos y la soberbia de un tipo que, a todas luces, impuso sus intereses personales por encima de la salud de millones de cubanos.
Al final de este cuento el embargo económico y comercial norteamericano, impuesto a Cuba por el “excesivo patriotismo” de Fidel Castro, se convirtió en el mayor y mejor pretexto de la dictadura castrista para robar, desfalcar, extorsionar y despilfarrar el erario público nacional, así como la más repugnante justificación para tener siempre un responsable a quien culpar por los desastres, la mediocridad y la malevolencia de esa revolución socialista.
Ricardo Santiago.




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