¿Si alguien conoce a Mr. Trump podría decirle que…?

Raúl Castro parece una gallina pescuzipel’á cacareando, aleteando y pidiendo a gritos desesperados dialogar con el Presidente norteamericano Donald Trump. Dice él que sobre la base del respeto mutuo y no sé cuantas mierdas más, que si la soberanía, que si la revolución socialista, que si las conquistas de “nuestro pueblo”, que si la memoria de quien tú sabes, que si ahí viene Jacinta con su movimiento…
Si alguien conoce al Sr, Trump y puede hacerle llegar una información díganle, por favor, que estos tipos son tremendos descara’os, pedigüeños, que se hacen los mosquita muerta, los muertos para ver el entierro que les hacen, que piden y piden y después no pagan, nunca pagan. Esa es la fórmula habitual de los comunistas, intentar sacarle ventaja a todo para su provecho y el pueblo que se joda, si acaso un barnicito de “caramelo” o unas onzas de pollo por pescado. Terrible pero cierto.
Con estos sujetos no hay ni puede haber negociaciones de ningún tipo. Pero claro, eso no está en mis manos, yo no soy nadie para entrometerme en políticas de estado y mucho menos en las intenciones de la nueva administración norteamericana.
¡Qué lindo suena eso! Lo de nueva administración quiero decir, no como en el caso de Cuba que tenemos al mismo perro, con el mismo collar y las mismas pulgas y garrapatas de hace más de 57 años. Eso también deberían decírselo al Sr. Trump.
La revolución castro-comunista ha desarrollado históricamente el parasitismo de estado sin ninguna vergüenza ni pudor. A cambio de la posición geográficamente estratégica que tiene nuestra isla, Fidel Castro le vendió a los soviéticos la idea del comunismo a escasas 90 millas del imperio más poderoso de la historia y a cambio: ¡abre que voy! Petróleo y carne rusa por toneladas, a granel y prácticamente gratis, subvenciones pa’qui y subvenciones pa’ya, todo fiado, mientras el pueblo soltaba la gandinga en los cañaverales, al pie del cañón, de surcos agrícolas interminables, construyendo fábricas que nunca producirían nada, cavando trincheras antimperialistas que, por cierto, se hicieron tantos huecos y zanjas en todo el país para defendernos de los americanos que yo no sé cómo Cuba no se hundió igualito que la Atlantis, de milagro no salimos por el otro lado y fuimos a parar a casa de las quimbambas.
El parasitismo castrista es malintencionado, calculado y “orgánico”. Esas huestes de funcionarios castristas han firmado acuerdos y pactos comerciales con cuanto mentecato ha querido escucharlos, después, como todo el mundo sabe, le deben a las once mil vírgenes que, digo yo, con esa amarga experiencia seguro dejaron de serlo.
La dictadura que impera en Cuba nunca ha tenido un programa económico serio, responsable, aleccionador o productivo. No existe nada en nuestro país que lo demuestre y yo pregunto: ¿Dónde se metió la subvención soviética por casi 30 años? Según los expertos fue por miles de miles de millones.
Yo cierro los ojos y me imagino al benjamín de los hermanos Castros igualito a un polluelo recién salido del cascaron con el piquito hacia el cielo esperando a que alguien le deje caer alguna migajita en la garganta. De eso vivimos los cubanos. Estos inoperantes nunca se preocuparon realmente por desarrollar una economía nacional, verdadera, independiente, que gritara por los cuatro costados: ¡Cuba primero carajo!, que llevara a la mesa de cada cubano un plato de comida decente o un techo por el que no se vieran las estrellas, con dignidad y sin mendicidad, que para eso somos un pueblo trabajador y honrado.
Díganle a Mr. Trump que no se deje enredar por estos pedigüeños con escopeta, que harán cualquier cosa para salir a flote, que la crisis y la miseria en Cuba no son nuevas, empezó el 1 de Enero de 1959, y que al final todo cuanto ganen será para engordar sus fondillos, sus barrigas y sus cuentas personales. ¿Y el pueblo…? Ahí, bien. ¿Y tú?
Si quieren no me crean.