Leonardo Padura es un escritor con un buen oficio. Leonardo Padura sabe expresarse, lo hace “bonito” y a veces convence, pone a aplaudir y a delirar a quienes lo escuchan aunque no entiendan una puta mierda de lo que Leonardo Padura les está diciendo.
Porque eso es lo gracioso que tienen los públicos de “izquierda”, se encandilan fácilmente con los discursos de que sí pero no, de que la revolución de fidel castro se “equivocó” en algunas “cositas” pero la “intención” era buena, que los cubanos no estábamos “preparados” para tamaña obra humanitaria y que fuimos nosotros quienes la jodimos con nuestro relajo, nuestra “vaciladera” y nuestras pocas ganas de trabajar.
Explicar el comunismo, el socialismo o el castrismo es muy fácil y siempre jala docenas de idiotas para armar “camancolas” y griterías. Basta con decir una sarta de mentiras referentes al “poder” de la dictadura del proletariado, atacar con fiereza a Mr. Trump, compararlo con “yo soy fidel” y decir que el muerto sí era un salvaje de verdad y que su obra perdurará por los siglos de los siglos y otro montón de catibias más.
Increíblemente esto se ha convertido en una moda tan bochornosa que hasta las mujeres que enseñan las tetas en el medio de la calle la utilizan para llamar la atención y formar su “gozadera” contestaría y desquiciada contra el orden mundial.
Leonardo Padura parece, por las cosas que a veces dice, un crítico de la dictadura castrista, pero Leonardo Padura no es un crítico de esa maldita revolución. Para nada. Leonardo Padura se ha puesto a hablar de los miles de cubanos que murieron en Angola y dice él que la mayoría fue por enfermedades y por otras tonterías más.
Leonardo Padura con su verborrea de intelectual de Mantilla le hace el juego al régimen castrista con tricornio y con bastón. Leonardo Padura debió decir, si es tan bárbaro como quiere hacernos creer, que, para empezar, ningún cubano tenía que morir en esas guerras castro-imperiales porque no era menester de Cuba, y mucho menos de nosotros, intervenir en conflictos que a la larga nada, pero absolutamente nada, nos aportaron como cubanos, como nación y como pueblo.
Leonardo Padura minimiza descaradamente un triste episodio de nuestra historia. Quiere subvertir y restarle importancia al sacrificio de muchos hombres que sin comerla ni beberla dieron su vida para satisfacer el ego guerrerista de un sádico como fidel castro. Leonardo Padura debía tener el valor de pararse ante las madres, los hermanos y los familiares de esos cubanos muertos y repetirles esa cantidad de estupideces que anda, como lorito castrista, repartiendo por el mundo.
Pero este triste intelectual “comprometido”, que repito, tiene oficio para escribir y habla bonito, es ese otro tipo de miliciano creado por el castrismo para “dulcificar” con discursitos de café con leche la tremenda maricona’ que ha significado esa odiosa dictadura para Cuba y para los cubanos. Se atreve a decir que el agua está tibia porque sabe que eso es del dominio público, pero nunca cruza la línea y dice, con dos cojones, que el agua en Cuba no está ni fría, ni caliente, ni tibia, que el agua en Cuba sencillamente no está de ninguna temperatura porque hace muchos años, pero muchísimos años, nos la quitaron y nunca más la han vuelto a poner.
Leonardo Padura piensa como vive y habla como come.
Yo no le pido a nadie, ni se me ocurriría, por respeto a mí mismo, que sea frontal contra la dictadura de raúl castro y sus siete enanitos o diga la verdad, sin ser crítico si no quiere, sobre lo que está pasando en Cuba, es decir, la desnutrición moral y física de los cubanos, el hambre, la locura, la mujer de Antonio que ya no quiere caminar, los suicidios, la juventud perdida o la sangrienta represión contra todo aquel que manifieste una opinión contraria a la de la revolución de la tortilla y a su partido comunista, no, no me atrevería, creo que eso es una decisión personal y una actitud ante esta vida que se vive solo una vez.
Lo que si me atrevo es a decir que todo aquel que no sea capaz de gritar esas verdades como Dios manda que al menos tenga la decencia de ponerse un punto en boca porque los hombres calladitos se ven más bonitos.
Ricardo Santiago.