¡Pero qué clase de sinvergüenza, de descara’o y de farsante fue el fidel castro ese!



¡Así mismo! Un manipulador de marca mayor, un estafador, un ladrón, una sanguijuela made in China, un connotado criminal de los más buscados, un pulgarcito moral, una lacra social, un asesino en serie de masas, un enfermo mental, un anti-cubano, una reverendísima aura tiñosa ponte en cruz y, definitivamente, todo lo malo que usted quiera ponerle, por ahí pa’llá, pues el tipo, en la vida real, no era humano y no era “de este mundo”, más bien una cagarruta diabólica escapada, por algún “orificio” satánico, de cualquiera de los entramados intestinales del mismísimo infierno.
Y digo todo esto, que, por cierto, no son ponzoñosas diatribas contra el “comandante inspirador” de la mayoría de los castro-comunistas, porque recién, escuchando un fragmente de un discurso del degenerado en jefe, a principios de los años sesentas, y después “cazándolo” con algunas de sus arengas posteriores, me di cuenta que desde el mismísimo Enero de 1959, fidel castro lo único que hizo, en cada una de sus “apariciones públicas”, fue mentirnos a los cubanos, llenarnos la cabeza de humo con esto o con aquello, endulzarnos con promesas que nunca fueron cumplidas, exacerbarnos un falso patriotismo que ni pa’ limpiarnos el c… sirve, ponernos la adrenalina revolucionaria a girar como una loca y convertirnos en un pueblo de “masturbada apariencia” pues llevamos más de sesenta larguísimos años creyéndonos el cuento de la perfección del socialismo y del puñetero futuro mejor.
Dice mi amiga la cínica que si lo pensamos mejor, si somos un poquito “libre-pensadores” nada más, nos daríamos cuenta, facilito, de que fidel castro convirtió a Cuba, y fundamentalmente al pueblo cubano, en una enorme secta satánica de energúmenos arrastrados, de chusmas chancleteros, de imbéciles, de adoradores del mal, de incompetentes, de “pichi-cortos” mentales, de vagos proletarios por el comunismo y de irracionales propagadores de sus ideas descabelladas “socializando” el ridículo por el mundo entero.
Es triste pero es cierto. ¡Qué clase de comemierdas fuimos la inmensa mayoría de los cubanos cuando le creímos a ese maldito aborto de la naturaleza!
Aunque no es menos cierto que el fulano era un orador martirizante y que en los inicios de la revolución del picadillo nos cautivó a la mayoría con sus “dibujitos” de la sociedad perfecta, de la abundancia capitalista pero con “igualdad para todos”, de los perritos calientes por la libre, del poder en manos de los trabajadores y de esa mierda de la propiedad social sobre los medios de producción.
Yo siempre he tratado de entender el punto exacto en que nosotros los cubanos caímos en esa trampa mortal. Ya en una fecha tan temprana como 1963 la mismísima inoperancia, la absoluta improductividad y la destrucción progresiva de la otrora floreciente economía nacional, dio como resultado que nos encasquetaran una libreta de racionamiento alimentario que se convirtió en el peor instrumento de suplicio, de castigo y de chantaje, contra todo un pueblo, pues llevamos, así sin pensarlo, la friolera de más de seis décadas comiendo a pedacitos, de lo que pica el pollo y como actores voluntarios en un “banquete teatral” que, de su máximo esplendor, se fue depauperando, destruyendo y arruinando, hasta llegar a ser la gran tragedia clásica castrista que, hoy por hoy, interpretamos todos los cubanos.
Y lo más triste de todo, lo más terrible que un ser racional puede aceptar, es que fidel castro, con su verborrea fatua, vacía, repetitiva, grandilocuente y déspota, nos convenció, a la mayoría, para que fuéramos unos miserables, para que aceptáramos la indigencia física y espiritual como un honor, para que disfrutáramos la peste y el mal olor como méritos revolucionarios, para que admiráramos la destrucción de la Patria como la obra sagrada de su maldita revolución, para que nos odiáramos a muerte hasta el punto de matarnos entre nosotros mismos por no ser “políticamente correctos”, para que incorporáramos la vulgaridad y la chusmería a la “gratuita” educación de los obreros y campesinos y para que fuéramos unos esclavos felices, contentos, cumpliendo sus pajas mentales que, por cierto, cada una más descabellada, más absurda y más ridícula que la otra.
Por eso siempre digo que a nosotros los cubanos nos hace falta mucha dinamita con una mecha muy cortica, “una carga para matar bribones…” que acabe con la estúpida “obra” de esa falsa revolución de los humildes, que nos la quite de encima, ¡por favor, Dios mío, ayúdame!, que nos sacuda hasta la última neurona de nuestro ser como nación y como pueblo para entender, de una buena vez, que fidel castro es el único responsable de la porquería de país que hoy tenemos.
Ricardo Santiago.



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