Cuba: La tragedia de nuestros hijos creciendo en la más absoluta miseria e indigencia.



El cubano de infantería, en su “cuartico está igualito”, abanicó lo mejor que pudo a sus hijos para que el perro calor que hacía, y los mosquitos, sobre todo esos hijo’eputas de hábitos nocturnos, no se los comieran vivos durante la noche.
“Y gracias a Dios que por lo menos tenemos cuatro paredes y un techo, viejos, destartalados y así, como usted los ve, han resistido la mar de ventoleras, no les cabe un remiendo más pero podemos darnos con un canto en el pecho pues conozco a cada paisano, a cada cubano, que más que vivir, pernoctan en terroríficos almacenes de la muerte”.
Gruesas lágrimas de “flor carbonero” mancharon su rostro. El nunca quizo una vida así para sus hijos, la simple imagen de sus niñitos queridos sudorosos, retorciéndose en aquel catre genealógico, viejo camastro en el que había dormido toda su parentela precedente, le provocaba un intenso dolor en el pecho, una angustia que le estrujaba el alma y que se repetía, noche tras noche, junto a los criminales e interminables cortes de electricidad que actuaban, como una película de cine de barrio , contando y recontando la amarga, miserable, raquítica y famélica vida que a él, por desgracia, le tocó desde el mismitico día en que nació y lo inscribieron en la libreta de racionamiento.
Y se quejaba porque allí, en su propia cuadra, otros que nacieron supuestamente “igual” que él dormían en colchones calienticos y cómodos, se zampaban un bistecito “de vez en cuando” y la ventana de sus “cuarticos” no amenazaban a quienes “pasaran por la vida sin saber que pasaste…” pues eran cuadros «destacados» del partido comunista.
Pasa que a todo se acostumbra uno, pensó, y asoció su abanicada tarea con aquella pintoresca frase “célebre”, muy popular en su infancia, de “Azúcar abanicando”, pues recordó que lo único que había “cenado”, lo poquito que había “masticado”, era un tin a la marañin de agua con azúcar prieta, pues su pan de la cuota lo partió en sendos pedacitos para que sus queridos hijitos los engulleran con el “Milordo Salvador” que les toca a los cubanos que no tienen nada, nada de nada.
Y luego en el Noticiero de las ocho dijeron que la producción agropecuaria de esto y de lo otro, a pesar del “bloqueo” imperialista, compañeros, se estaba normalizando, que la economía nacional crecería este año un no sé cuanto por ciento y que estaríamos entre los primeros países del mundo en el consumo de…
Pero el tremendo calor continuaba, los mosquitos hasta le picaban en las mismas ronchas de antes, en las mismas de ayer y las de antier, y él, por su puñetero nudo en el pecho, no podía dejar de espantarlos sobre sus hijos.
Y entonces se dijo: “Tanto sacrificio para qué, tantos pasos al frente para qué, tanta obediencia ciega para qué, tantas donaciones de sangre para qué, tantos trabajos voluntarios para qué, tantas guardias cederistas para qué, tanto internacionalismo proletario para qué y tanta revolución y tanto socialismo para qué…”.
El cubano de infantería sacó la cuenta de que se había pasado la vida entera cumpliendo con todo cuanto le exigieron a nombre de fidel y de la revolución. Febrilmente gritó como nadie “pioneros por el comunismo…”, participó en todas las escuelas al campo ganando varias veces diplomas de vanguardia o destacado, en el servicio militar obligatorio fue un soldado ejemplar mereciendo, incluso, la condición de militante de la unión de jóvenes comunistas, como obrero, en la fábrica, al pie “del cañón”, nunca se ausentó ni siquiera cuando operaron de urgencia al mayorcito de sus hijos y donde, por su ejemplar actitud, fue propuesto para ingresar a las filas del glorioso partido comunista, proceso que se vio interrumpido porque la falta de “materias primas”, vuelvo y repito, por culpa de los americanos, obligó a la alta dirección del país a cerrar esa “vital industria”, compañeros, sin que, compañeros, tengamos esperanzas de reabrirla en un futuro.
Entonces lo tiraron a la calle, literalmente sin empleo, sin remuneración económica por los tantos años de servicio, sin esperanzas pues aquello de que la revolución no abandona a sus hijos nunca lo vio por ninguna parte y toda puerta que tocó, pidiendo auxilio, porque su familia se le estaba muriendo de hambre, nunca se abrió, o la abrieron, el Diablo son las cosas….
¡Caramba, ese mosquito repletico de sangre, que “vuela y vuela por los rincones”, llevará sangre mía o de alguno de mis hijos, de todas formas no importa, el pobre, el mosquito, digo, está condenado a una muerte segura pues desde aquí veo tiene la hemoglobina baja, el mosquito, digo…!
Y rompió a llorar…
Ricardo Santiago.



2 comentarios en «Cuba: La tragedia de nuestros hijos creciendo en la más absoluta miseria e indigencia.»

  1. Me apena mucho la historia de esta familia. Duele profundo su situación y la de miles que son similares. Pero también me pregunto ¿por qué si están tan mal tienen 4 hijos? ¿Es que no se dan cuenta de que no es lo mismo alimentar una boca que a cuatro?

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