Nos descuajeringa, nos distorsiona la “realidad objetiva”, nos pega el estómago al espinazo, nos arranca un cachito de masa encefálica para enviarlo al internacionalismo proletario y nos arrebata lo más preciado que tiene un ser humano, y cubano, que son la dignidad, la decencia, el patriotismo, el decoro, el respeto y la libertad.
Y yo pregunto: ¿A quién en su sano juicio se le pudo ocurrir esa mierda de ideología?
También nos parte el alma, nos defenestra de nuestros derechos como mortales, nos roba lo mucho, poco o nada que tenemos, nos limita la capacidad de crecimiento, nos pone a pedir el agua por señas, nos quita la “luz”, nos hunde en nuestros propios desechos orgánicos e inorgánicos, nos impulsa a hacer el ridículo y nos prohíbe pensar más allá de lo estrictamente permitido en una sociedad asfixiada por la dictadura de los “trabajadores”.
¿Quién puede creer que un país “administrado” con tal estatismo ideológico crezca y se desarrolle?
Y nos lleva contra la pared, nos machuca, nos exprime desde la virtud hasta la vergüenza, nos acecha constantemente para someternos a las más crueles vejaciones, nos encapsula en uniformes de milicianos marxistas-leninistas con tremenda peste a grajo, nos prohíbe ser individuos, ser nosotros mismos y nos obliga a una inoperante colectividad, nos quita el sueño, nos condena a un barbecho tridimensional de consignas, lemas y discursitos patrioteros, nos lava el cerebro con los “líquidos y los sólidos” pestilentes del tibor del socialismo y nos pone a caminar de marcha atrás como cangrejito que salió del mar para que no veamos que delante, un tin más adelante, bien cerquita de nosotros, está la verdadera felicidad.
¿Cómo los seres humanos, y cubanos, pecamos de ignorantes, de imbéciles y de anormales al apoyar semejante patraña?
El socialismo destruye el intelecto de las personas, descojona la razón, convierte al hombre en un palito barquillero, en un lleva y trae del mensaje proselitista de la izquierda, nos dinamita el cerebro, el cerebelo, el nervio óptico, el canal auditivo, las neuronas de pensar y las sustituyes por plastilina gastrointestinal que es, en definitiva, el mejor producto elaborado de las revoluciones del picadillo.
¿Por qué muchos seres cubanos resbalamos y caímos en una letrina tan profunda y tan pestilente?
Es la doctrina del mal, es un entuerto leguleyo que promociona el absurdo, que viraliza la vulgaridad mental, que masifica la mediocridad a todos los niveles de la sociedad, que nos hace pasar una profunda e insoportable vergüenza ajena, que genera en quienes nos observan como nación un sentimiento de lástima, de catarro emocional, de incredulidad fantástica pues resulta muy difícil creer, y más a estas alturas de “la evolución de las especies”, que exista un país, una pequeña isla en este universo “paralelo”, que por su propio gusto se hunda en el enorme estercolero que formaron los impulsores del más retrógrado régimen social y económico.
¿Somos los cubanos un pueblo masoquista al que le gusta tanto la miseria, el hambre, la indigencia, el atraso tecnológico y esta perra vida?
Porque la dictadura castrista nos desprestigió la Patria, nos la convirtió en una ruina maloliente, nos ubicó entre los países más empobrecidos y atrasados de este planeta azul, nos puso en la humillante lista de los indigentes de la tierra, nos retrotrajo a la edad de una lata y un palo, nos metió de cabeza en las oscuras cavernas del peor subdesarrollo, nos forzó a retroceder en el tiempo, en el espacio infinito, en la nebulosa de castro y nos indujo a cavar tantas trincheras de “ideas” mezcladas con piedras que de milagro no terminamos perdiéndonos totalmente como país, como nación y como pueblo, en los agujeros negros de la ignorancia, de la estupidez, de la imbecilidad y de la deshonra.
¿Dónde se ha visto que un pueblo celebre, aplauda, vitoree y exalte a sus verdugos?
Porque el socialismo esclaviza, nos convierte en monigotes rellenos de almendras, digo, de falsedades, en títeres con doble moral, en serviles adulones de quienes nos oprimen para que la muerte que nos infringen nos sepa a “gloria”, nos orienta a repetir sandeces para hacernos cómplices de su irracional doctrina, nos mete en el saco con todas sus papas podridas, nos deshumaniza, nos pone a pelear con nuestros hermanos, nos convierte en enemigos hasta de la madre que nos parió y nos hace creer que venceremos, que somos un pueblo de “victorias”, sin haber ganado nada y mucho menos, muchísimo menos, sin haberle ganado a nadie.
¿Podemos, como seres cubanos, sacudirnos de tamaña aberración mental?
Estoy pensando las respuestas…
Ricardo Santiago.