Cuba es hoy por hoy la nación más deshecha, más triste y más agónica del mundo.



Como siempre digo, para que a nadie le queden dudas, la revolución del picadillo, es decir, ese invento de “revolución social” que nos vendieron carísimo a los cubanos, el 1 de Enero de 1959, no es más que la mariconada intencionada más grande que ha sufrido, padecido y soportado un pueblo, desde que el primer hombre, por allá por la pre-historia, tiró una piedra, escondió la mano y le echó la culpa a este que está aquí compañero oficial…
Porque nosotros los seres cubanos nunca, en toda nuestra puñetera existencia, hemos tenido la capacidad de elegir, de acceder, de seleccionar u obtener, lo que más nos gusta, lo que preferimos o, sencillamente, lo que nos sale de las entrañas como hacen los buenos hijos de “Mireya” en cualquier parte del mundo.
Y es que en Cuba, desde hace más de sesenta y tres larguísimos años de revolucionaria existencia, desde que abrimos los ojos en este mundo que nos ha tocado vivir, hemos tenido que, por obligación casi so pena de muerte, suscribirnos obligatoriamente a una ideología que decide por nosotros desde cómo tenemos que pensar, qué tenemos que decir, cuándo tenemos que aplaudir, cuándo tenemos que “donar” y hasta qué tenemos que comer, dónde y cómo tenemos que vivir y que: ¡qué levanten la mano quienes estén de acuerdo… y dame la efe, f, dame la i, i…!
Yo a veces pienso que la bobería, la mediocridad, la picazón de c…, la imbecilidad, los retorcijones, hablar porquerías, creer en fantasmas y repetir sandeces, son males contagiosos que los cubanos hemos adicionado a nuestra genética nacional y nos esforzamos, como “la raza más pura del Caribe”, en trasmitirlos de generación en generación para convertir en inmortales rasgos del comportamiento humano que muchos países erradicaron, desde hace la mar de tiempo, con una vacuna que se llama DEMOCRACIA.
Recuerdo que cuando me fui de Cuba, hace más de catorce años, uno de los “proyectos” que me traje al exilio fue crear una Fundación que canalizara ayuda humanitaria para favorecer a sectores bien dañados y empobrecidos de la sociedad cubana, principalmente en las pequeñas ciudades del interior del país. Fue y es mi gran ilusión.
Desde el mismísimo principio de mi “investigación” tropecé con un gran obstáculo: La dictadura castrista no admite a entidades independientes aliviar la pobreza, el hambre, la desnutrición, las pésimas condiciones de vida, las enfermedades, la miseria, la agonía y la tristeza que ellos han creado en Cuba, “todo aquel que quiera enviar ayuda humanitaria tiene que hacerlo a través de los mecanismos establecidos por el Estado”.
Todos los seres cubanos, los que no estemos en esa bobada sanguinaria de viva la revolución, viva raúl y yo soy fidel, sabemos quién es el “Estado” en Cuba, por lo que mis intenciones y mis sueños se fueron al carajo impulsados por las diabólicas trabas de un régimen absolutamente incompetente, malvado y egoísta, que se auto-declara, en exclusiva, para “repartir” lo que no es suyo, Zambullo…
Por otra parte un buen amigo, no cubano, me enseñó que lo que realmente necesita el pueblo de Cuba, más que leche en polvo, galleticas y un pitusa lleno de huecos, es educación, incentivarles las ganas de querer ser libres, instruirlos para pensar con su propia cabeza, mostrarles alternativas de vida, un “open mind” a lo cubano, demostrarles que el capitalismo no es tan malo como lo pintan, ¡abrirles las entendederas coño! y, entre otras muchas cosas más, que la vida es demasiado grande y hermosa como para vivirla con tantos adoctrinamientos, racionamientos, castigos, penitencias y “reuniones del sindicato” que no conducen a nada.
Dice mi amiga la cínica que eso es cierto, que todas las ayudas humanitarias del mundo son pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana pues cuando la “bolsita de leche en polvo” se acaba entonces qué, a pedir el churro y el dulce de guayaba como almas en pena vagando por el mismísimo bordecito del tibor del socialismo.
Yo digo que el problema es mucho más complejo. En estos momentos en Cuba la sociedad se divide en tres grupos de ciudadanos: los que reciben ayuda de familiares que viven en otros países, los que reciben “ayuda” de la dictadura castrista y, los más perjudicados por ese tibor del socialismo, quienes no reciben nada, por ninguna parte, y tienen que pugilatearla sin escudo, sin lanza, sin espada y “cabalgando” sobre el espíritu de Rocinante pues el real, el del ingenioso hidalgo, el de carne y huesos, lo devoramos, con huesos y todo, desde hace más de sesenta y tres larguísimos años…, una triste, pero que muy triste realidad.
Ricardo Santiago.



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